Alejándonos de la escena puramente futbolística, el Barça de los últimos años ha instaurado una serie de tradiciones que se repiten año tras año. A la de levantar títulos, la más agradecida, hemos de sumar la pérdida de puntos en el Camp Nou frente a equipos -sobre el papel- muy inferiores y los desastres en las visitas a Anoeta y -como sucedió ayer- a Balaídos, ambas en el tramo inicial de la Liga. Dos plazas en las que, por diferentes motivos, los blaugranas han perpetrado varias de las actuaciones más decepcionantes del trienio de Luis Enrique. Ayer no fue una excepción: rotaciones, bajas y un punto de mala suerte. Sumandos que acabaron propiciando una derrota que impidió retomar el liderato. Por cierto, ¿cuándo vamos a Anoeta?

Mismo once que en Gijón hace unas semanas con la entrada de Alba por Digne en el sector izquierdo hacían presagiar cierta debilidad en la medular, y más si el Celta se la jugaba de la manera que más daña a los azulgrana. MAtS bajo palos, Piqué y Mathieu en el eje central acompañados por Alba y Roberto en las bandas. Medular que mezcla de manera poco natural, con Busi, André y Arda. Y arriba, dos patas de la MSN con Rafinha en el territorio de Leo.

El arranque de los de Lucho fue, posiblemente, de los mejores de la temporada. 15 minutos donde el invento -en el mejor de los sentidos- del 1-4-3-1-2 parecía que funcionaba. Sí era cierto que la transición ofensiva del Celta podía dañar, pero en fase ofensiva se generaban ventajas y existía una buena distribución de espacios. Ney partía desde el 9, bajando a mediapuntear. Suárez arrancaba en el extremo izquierdo para acabar en zona de área y era Turan quien conquistaba ese espacio. En el otro costado, Rafinha estiraba. A excepción de los laterales, con una función bastante indefinida, parecía que este sistema le bastaba al Barça para controlar el partido.

La respuesta de Berizzo fue la que la mayoría esperábamos incluso desde el arranque. Presión sobre la salida de balón culé, poniendo el cebo en el carril central. Es decir, los celestes negaban toda salida por las bandas, evitando recepciones con espacio de ambos laterales. Y no encimaban a Busquets, ese era el truco. Estaba liberado, pero vigilado. En cuanto un balón iba hacia él -recibiendo de espaldas-, apretaban varios rivales. La descarga directa al lateral no era posible y Busi, loco por saltar esa presión, girarse y conectar con los de arriba, arriesgaba. Control, cuerpeo y giro, ese era el objetivo. La realidad, una pérdida tras otra. Lo mismo ocurría con los interiores, alumnos de guardería en lo que se refiere a lectura en la fase de salida de balón. A los lados de Busi existía espacio para trabajar, pero el movimiento del turco y del portugués era vertical, de cara al balón, con el rival soplándole el cogote.

El Barça no salía de su campo. Y ahora viene lo más preocupante de todo el partido, la respuesta a este problema. Esta temporada y la pasada hemos visto una mejora en los mecanismos de salida de balón. Sin grandes evoluciones, es cierto, pero sí detalles de movimientos que facilitaban una salida limpia y ventajosa. Ayer, la respuesta al envite local no existió. Bueno, sí existió, fue insistir en aquello que estaba desangrando a los blaugranas. Para el Celta fueron 15 minutos de abuso, para el Barça un cuarto de hora de penitencia, saldado con tres goles celtiñas a cual más cómico. Ni Piqué, ni Mathieu, ni la pareja de centrales que se os ocurra serían capaces de parar la carga que se les vino encima.

Con el 3-0 en el luminoso el Celta dijo basta, olvidó la presión y pasó la tostada a los culés, esperando desangrar a los de Lucho a la contra. Con el equipo grogui, el tramo hasta el descanso fue digno de un Gamper con 14 incorporaciones veraniegas. Acciones individuales y unas caras de no haberse visto en la vida.

La segunda parte se inició con la entrada de Iniesta por Rafinha retornando al clásico 1-4-3-3 pero el Barça seguía fuera del partido, haciendo las cosas rematadamente mal. Fue el propio Andrés quien, mediante acciones individuales, generaba el peligro. Era poco pero suficiente para que el Celta se empezara a preocupar y se olvidara de la otra mitad de campo. Las malas caras aparecieron cuando Piqué ejerció de lo que es, el líder intelectual del equipo. Un cabezazo suyo recortó distancias pero más allá del gol, su actitud con y sin balón era ejemplar, aquello que demanda este escudo. Robos, llegadas al área, conducción de balón… Seguía creyendo e hizo creer a sus compañeros y a todos nosotros.

Un penalty sobre Neymar puso el 3-2 en el marcador, más por insistencia y carácter que por juego, que seguía siendo muy mediocre. Quedaba tiempo y el rival cada vez empequeñecía más, incapaz de todas todas de aguantar el siguiente chaparrón. Pero entonces un error de ter Stegen tiró por tierra el trabajo realizado.

No es cuestión de atizar a Marc, claro que no, pero tampoco debemos concluir su análisis con un simple «es un peaje que hay que pagar«. Errores de golpeo, técnicos, son comunes y los cometen todos los jugadores. Pero lo ocurrido ayer fue un error de lectura, una excesiva autoconfianza y, lo que a mi más me preocupa, una tendencia del portero alemán a medir mal los riesgos a tomar y las ventajas a generar. Tuvo tiempo y espacio para darle salida al balón, toda la del mundo, y se decidió por una acción que, de haber salido bien, no hubiera reportado nada destacable al equipo. Fue innecesario y carente de ninguna justificación futbolística. Marc-André es joven y debe madurar, aprender y evolucionar, en eso todos coincidimos. Tiene condiciones para ser el mejor y ha de cometer errores, pero hay acciones como la de ayer que debe ser capaz de saber leerlas porque, insisto en el concepto, los riesgos se pueden asumir siempre y cuando aquello a ganar sea trascendental.

Todavía tuvo tiempo Gerard de volver a recortar distancias ejerciendo de 9 en área chica, ajustando el marcador y haciendo posible que en los minutos finales el empate fuera algo alcanzable. Pero no pudo ser, derrota al saco y oportunidad perdida para liderar el campeonato.

La exigencia tanto del equipo como de la afición y los resultados las temporadas pasadas nos empujan a llevarnos las manos a la cabeza por la pérdida de cualquier punto. Hace años, a los grandes, les costaba ganar fuera. Incluso el famoso 2+1 -dos puntos en casa y uno fuera- era casi asegurarse el título. Quizá es que las ligas de más de 90 puntos ya han pasado a la historia, o a lo mejor que para esos grandes, el arranque de temporada es un mero trámite y el objetivo se encuentra de marzo en adelante. O incluso que ya no están los entrenadores que llevaron la Liga a unas cotas de competitividad en el cara a cara nunca vistas. Cada uno que abrace la teoría que más le satisfaga, que para eso están.

LAS NOTAS

MAtS (5): No fue su mejor partido y aún así, tuvo acciones de mérito.

Sergi Roberto (4): Uno de los partidos donde menos peso tuvo desde el lateral. Defensivamente sufrió en el primer tiempo.

Piqué (10): Fútbol, lectura, actitud y liderazgo.

Mathieu (7): La piñata a la que atizar por la culerada. A mi entender, buen partido del francés y más teniendo todo en contra.

Alba (4): Ni existió. Lo peor, su vuelta a las idas de olla en pleno partido.

Busquets (4): Ni está en su mejor momento, ni el mister ni el equipo le ayudan, y ni él es capaz de simplificar sus acciones para evitarse riesgos innecesarios.

André Gomes (5): Sigue perdido, como es normal, y más si no tiene ninguna referencia cerca que le pueda ayudar.

Arda (7): El turco como interior intrascendente, como extremo de los pocos capaces de generar encarando.

Rafinha (4): Superado defensivamente y como chincheta en ataque.

Suárez (4): El partido no era de nueves y poco se le vio. Pesado con el balón y errático en los controles.

Neymar (5): Nunca se esconde. Creo que falta algún tipo de encaje para que sus acciones sean más positivas para el equipo.

Iniesta (7): Su capacidad de superar a rivales y centros diagonales dieron un arma al Barça en la segunda parte.

Denis (6): Ha ido perdiendo presencia respecto al inicio de temporada. Mediante la conducción sumó bastante.

Alcácer (5): Últimos minutos por si cazaba alguna. No sucedió.