Indefinidos
El osasunismo vive días extraños. Tras 14 temporadas de manera consecutiva en Primera División durante las cuales vivió los mejores años de su historia (Final de Copa del Rey, clasificación para Champions League o semifinales de Copa de la UEFA), de la noche a la mañana se encontró con un descenso inesperado tras un dramático final de temporada 13-14, la vergüenza del lamentable episodio de la compra de partidos y con una crisis económica que amenazaba su propia existencia. Con la vieja directiva en los juzgados la entrante decidió apostar por un renacimiento de los valores del club navarro, esos que nacen en Tajonar. Primero falló Urban y se recurrió al de siempre, Enrique Martín Monreal, que salvo al equipo de la 2ªB y casi la desaparición con un gol en Sabadell en el descuento y un año después le devolvió a la élite de manera milagrosa.
Este de ningún modo era el guión previsto, así que Osasuna se presentó en Primera con un entrenador en el que no se creía para formar un proyecto a medio-largo plazo, con una plantilla de poca calidad, compuesta por muchos jóvenes y sin Mikel Merino, la piedra angular sobre la que se cimentó la proeza. Se puede decir sin reserva ninguna que el ascenso llegó mucho antes de lo previsto, un alegrón extraordinario pero contraproducente desde el punto de vista de maduración del proyecto, así que Osasuna empezó a planificar a marchas forzadas para luchar por la permanencia. El club navarro está sufriendo la readaptación a la élite tras dos años durísimos.
En Navarra no pocos aficionados rojillos veían en el regreso a la máxima categoría un atajo inesperado para avanzar en el saneamiento de la economía pamplonica, asumiendo con total naturalidad que en un año se regresaría a Segunda División, pero es que la Primera es muy golosa. Uno se ve compitiendo cada semana contra los mejores, en los resúmenes de los informativos de televisión, visitando grandes estadios, disputando derbis regionales etc, y no es tan fácil renunciar a eso, así que ese agradecimiento eterno a Enrique Martín fue menguando conforme los malos resultados se iban confirmando y mientras se observaba que el listón de la permanencia no iba a ser tan elevado, así que el ciclo de Martín acabó con un despido muy sorprendente desde fuera pero no tanto desde dentro. Porque lo cierto es que el equipo que dirigía el navarro se mostró incapaz de competir en Primera (11 partidos, 1 victoria) y eso le costó el puesto, acción mucho más reprobable por las formas que por el fondo.
El inicio de Joaquín Caparrós, un entrenador siempre objeto de deseo por parte de Osasuna por su propuesta y trabajo de cantera, no ha cambiado la dinámica que ha llevado a Osasuna al farolillo rojo, perdiendo los cuatro partidos que ha dirigido. Nadie podrá negar que la decisión de hacerse cargo de Osasuna es valiente por parte del andaluz, que asume la misión de salvar a la posiblemente peor plantilla de Primera tras encadenar él mismo varios fracasos en sus últimos proyectos, por no hablar de la presión a la que está sometido por sustituir al admirado Enrique Martín, una decisión su despido que mucha gente no entendió. El entrenador de Utrera ha variado el 5-3-2 habitual de Martín pasando a defensa de cuatro como aspecto más destacable, pero en el fondo el problema de Osasuna es de concepción y posicionamiento en el campo más que de dibujo táctico. Osasuna no tiene plantilla para ir arriba a presionar y tampoco para defenderse en campo propio, especialmente por la falta de calidad de sus jugadores de defensa y centro del campo, así que se queda como equipo en tierra de nadie.
Lo mínimo exigible para un recién ascendido es orden defensivo, pero este Osasuna no está construido desde ningún punto de vista, por momentos un equipo muy primitivo donde lo que valía para Segunda ya no vale para Primera, y de este salto tan acusadísimo se explica el despido de Martín. Los aficionados rojillos, como la mayoría de seguidores de equipos modestos, lamentan la falta de pegada, pero en el caso de Osasuna el gol es el menor de sus problemas ahora mismo. Osasuna es un equipo indefinido y, lo peor de todo, no se sabe si hay mimbres para poder definirse mejor.
Uno de los motivos por los que Caparrós no puede implantar una propuesta de contención y defender en campo propio es que el portero titular, Nauzet Pérez, no ofrece ninguna garantía en la portería, una debilidad manifiesta que Osasuna ha asumido e intentará poner remedio con un sustituto en enero. El guardameta alterna meritorias acciones con errores derivados de su toma de decisiones y falta de calidad, todo ello multiplicado por su actual estado de confianza.
El paso de la defensa de 5 de Martín (3 centrales y 2 laterales, no carrileros) a la de 4 de Caparrós no ha solucionado nada, y hasta ahora es más un cambio de nombres que de actitud defensiva. Unai García, que venía siendo el más destacado de los centrales, se quedó fuera del decisivo partido de El Molinón para dar entrada al joven Iván Márquez, siendo David García el gran damnificado del cambio de esquema. En los laterales el problema se incrementa porque en ninguno de los dos costados nadie se ha asentado. Javier Flaño se lesionó de gravedad y por la derecha han probado Buñuel, Tano y Oier sin éxito ninguno. Tampoco Clerc ni Fuentes se han ganado un lugar en el otro lado, y sólo Berenguer ha aportado algo, al menos en el plano ofensivo. Por qué defensa apostará Caparrós es toda una incógnita porque de momento sólo está tocando teclas.
Igual de terrible o peor es el panorama en el centro del campo, un espacio que Enrique Martín a menudo se lo saltaba. Osasuna apenas elaboraba y lo apostaba todo a vivir al límite en defensa y buscar rápido el ataque, especialmente con Sergio León. El juego de Osasuna se volvió más primario con el paso de Segunda a Primera, principalmente por la irreparable pérdida de Mikel Merino. Martín no aspiró a sustituir al ahora jugador del Borussia Dortmund (que podría volver en enero) sino que prescindió de una figura similar, apostando su centro del campo a un pivote defensivo y dos interiores que transitan, conducen, verticalizan y cargan el área, pero que no combinan. Cuando el equipo empezó a competir (con todas sus limitaciones) cayó lesionado de gravedad Didier Digard, el mediocentro que pareció haber ordenado a Osasuna durante los dos partidos y medio que jugó antes de lesionarse en San Mamés, al menos en campo propio.
No sabemos qué es lo que quiere Caparrós porque lleva muy poco en Pamplona, pero sí parece apostar por algo más de pausa tras rescatar a Causic para el doble pivote que propone, un futbolista que no contaba para Martín y con el que aspira a tener algo más de control. Su acompañante es otra incógnita, desde Imanol García a Fausto Tienza pasando por Oier, que ya ha jugado en Osasuna en casi todos los puestos imaginables. En función de si Caparrós plantea un 4-2-3-1 o un 4-4-2 De las Cuevas, Berenguer o los dos podrían acompañar a Roberto Torres, uno de los intocables del equipo con buen golpeo y que se encarga de las acciones a balón parado.
Pensando en el escenario de partido y las debilidades del rival aparecen tres opciones para que Osasuna plantee peligro. Una de ellas es el posible emparejamiento Berenguer vs Sergi Roberto. El extremo zurdo de Osasuna es un futbolista incisivo que puede resultar dañino para el lateral catalán si le busca la espalda y le encara para sacar centros buscando a los puntas. Otra vía de ataque precisamente reside en el juego directo hacia los delanteros navarros, balones largos hacia Oriol Riera buscando la prolongación para Kodro o Sergio León.
El ex delantero del Elche venía siendo de largo el mejor futbolista de Osasuna, pero lleva dos jornadas consecutivas con Caparrós desapareciendo misteriosamente del once, posiblemente por algún desencuentro con el técnico utrerano. En cualquier caso es el delantero osasunista más capacitado para buscarse la vida, el más autosuficiente y el que más gol tiene, así que en un contexto en el que Osasuna va a generar muy poco él se presenta como la gran alternativa. Todos los ataques pamplonicas tendrán como fin acabar jugadas que impidan contragolpes y buscar acciones a balón parado, la otra opción de conseguir gol para Osasuna. Quién sabe si en algún momento del partido Riviere podría tener su oportunidad si los rojillos perciben espacios por delante, un fichaje el francés hasta ahora muy decepcionante por la notoria falta de adaptación al bloque.
Aventurarse a adivinar un sistema y un once que le permita sobrevivir a este Osasuna a 90 minutos de Messi es utópico. No obstante «lo bueno» de jugar contra el Barça es que facilita el planteamiento de Caparrós, que sabe que con la vuelta de Iniesta y la baja de Neymar Luis Enrique planteará un partido de más control y de menos transiciones, por lo que Osasuna pasará mucho tiempo en campo propio obligado por el propio Barça. De este modo la tarea de Caparrós será menos compleja porque al margen de que Osasuna tampoco tiene nivel para defender en campo propio crear sistemas defensivos poderosos es el ADN del técnico. Tampoco es descartable que se vuelva a la defensa de cinco para este partido en concreto.
Repasando la historia reciente de los Osasuna-Barcelona en El Sadar uno se puede percatar de que es un campo termómetro para los culés, que cuando han sido capaces de imponerse en Pamplona generalmente se han impuesto en Liga, y cuando no lo han hecho ha sido mal augurio. La única Liga que se dejó Guardiola en sus cuatro años coincidió con su única derrota en feudo rojillo. En los cinco años de Rijkaard ganó en las dos primeras visitas (la primera el famoso gol de Ronaldinho), perdió en la 2005-2006 (ante un gran Osasuna que acabó cuarto) y dos 0-0 en las dos temporadas del declive. Tito sí ganó pero no Martino, que tampoco pudo pasar del 0-0 en la 13-14.
Osasuna ha perdido contra todos los rivales directos (Alavés, Leganés o Sporting) y, curiosamente, ha competido mejor ante rivales más exigentes como Celta, Athletic o Atlético de Madrid, contra el que realizó sus mejores minutos de la temporada a pesar del contundente resultado final. Hasta hace no tanto visitar El Sadar era un pequeño infierno, un campo donde había que saber sufrir. Los rojillos no han ganado todavía un partido en Pamplona, y difícilmente van a competir por la salvación si no empiezan a recuperar la atmósfera de El Sadar desde ya. Quizá contra este vulnerable Barcelona se pueda cambiar la dinámica.