LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ANDRÉS

Es muy probable que lo mejor que se puede decir de un entrenador de un equipo grande es que su equipo sea más de los futbolistas que del propio entrenador. Aunque solo sea porque eso implica que el técnico ha dotado de suficiente autonomía a sus jugadores, para que estos demuestren todo su potencial.

Si bien esta premisa puede ser cierta, no lo es menos que históricamente el Barça ha sido reconocido por el sello impreso por sus entrenadores. Siempre ha sido el Barça de Rinus Michels, el Barça de Cruyff o, más recientemente, el Barça de Pep Guardiola. Hoy es el Barça de la MSN, ¿mérito o demérito de Luis Enrique?

Lo cierto es que el técnico asturiano apostó desde el día uno por hacer más un equipo de futbolistas, que un organismo viviente que no dependiera tanto de los hombres que había en el campo, ni fuera identificable vistiera quien vistiera de titular. Es chocante su aproximación al problema en contraste con uno de sus inmediatos predecesores, Pep Guardiola, que siempre tenía la máxima de “ a mí dame un buen futbolista que entienda el juego, preferiblemente centrocampista (todocampista), que ya le encontraré yo el hueco”.

A diferencia del de Sampedor, con Luis Enrique el centro del campo se ha ido desnudando poco a poco, perdiendo protagonismo el balón para ganarlo los kilómetros invertidos y el músculo. Diferentes formas de entender el juego, se cambia el incidir el juego desde la medular por hacerlo en las áreas, con todo lo que eso implica.

Pero aun existe una rara avis en el fútbol español y por suerte milita en el Barça. Es ese jugador que aúna calidad y comprensión del juego. Que junta líneas cuando toca, que multiplica el rendimiento de los jugadores aledaños, llámese Busquets o Neymar. Que maneja el tempo del partido como solo Leo en este Barça sabe hacerlo. Sigue siendo Iniesta, pero además ahora también es Xavi. Sus detractores dirán, estadísticas en mano, que no tiene gol –lleva 1 en Champions esta temporada-, que quizá no es el mejor asistente –lleva 2 este año-, que su físico -1,70- no resulta determinante en la recuperación de balones -24 en Liga, 20 en Champions-.

Pero si medimos el peso de Iniesta en el juego por las estadísticas, equivocamos el tiro. Es precisamente los intangibles que ofrece lo que le da peso en el juego del Barça. Con él en el campo todo cobra de nuevo sentido. El Barça defiende con balón. Las líneas se juntan. El juego se acelera o desacelera a conveniencia. Leo se descarga de ciertas funciones que le limitan en otras. En definitiva el Barça se reencuentra con su sello identitario, el que da sentido a la apuesta de Luis Enrique sin renunciar a lo que siempre ha sido este equipo. Con Andrés todas las piezas encajan «solas». A veces es precisamente eso que no podemos tocar, ni medir con números, lo más verdadero que existe…