En los últimos años, el derbi de la Ciudad Condal -para algunos del Área Metropolitana- ha vuelto a ser lo que era hace varias décadas, un partido marcado en rojo en el calendario por ambos equipos, aunque por motivos diferentes. Para el Espanyol son los 90 minutos más identitarios, aquellos que les permiten revindicarse como la alternativa a su vecino rico, en los que puede competir de igual a igual con el gigante de Les Corts y ser tratado, al menos antes del match, al mismo nivel mediático. Para el Barça, en cambio, el encuentro se convierte en hora y media de exigencia máxima, ante un rival “inferior” con un plan bien definido, alta agresividad e incluso sufrimiento puesto que pocos han sido estos últimos años los resultados que permitieran a los culés gestionar la ventaja con tranquilidad. Un derbi desequilibrado por presupuestos, plantilla y recursos pero que sobre el césped se iguala ofreciendo partidos donde parece que se juegan algo más que tres puntos.

La llegada de Quique Sánchez Flores este verano al Espanyol confirmaba, más allá de los futuros resultados, la voluntad del club del otro lado de la Diagonal de apostar por un entrenador capaz de instaurar y definir una idea de juego afín con la identidad periquita, algo que no ocurría desde la marcha de Pochettino. Para ello, la apuesta de Quique y la Secretaría Técnica fue clara, buscar jugadores nacionales contrastados en el campeonato doméstico o extranjeros con amplia experiencia en la Liga Santander tales como Diego López, Roberto, Diego Reyes, David López, Javi Fuego, Jurado, Piatti o Baptistao. Esta, por tanto, habría de ser la base sobre la que edificar esta nueva temporada blanquiazul sin olvidar aquello que más réditos le ha dado en la última década: la cantera. Porque si por algo hay que alabar a los periquitos es por su trabajo en el fútbol base ante un monstruo como el Barça, con el que compiten sobre el campo y en la captación de talento. Y dos han sido los frutos de esta añada, el lateral Aaron Caricol y el MC Marc Roca, dos veinteañeros que se han ganado su hueco en el fútbol profesional.

Si algo define a los de Quique Sánches Flores esta temporada es su sistema defensivo. Tras un inicio complicado, tanto por bajas, resultados y juego, el madrileño acabó ajustando su 1-4-4-2 y convirtiéndolo en la defensa de la Liga, manteniendo su portería a cero más de 500 minutos y siendo de los equipos que menos disparos a puerta recibía. Con el paso de las jornadas, una disposición defensiva que se caracterizaba por ser pasivos ante balón y rival y priorizaba en negar la zona central, ha ido añadiendo matices y ampliando el abanico de adaptaciones a los diferentes contextos que se ha ido encontrando. Propuestas de presión alta en campo rival o repliegues más intensivos incorporando a los dos puntas a esas tareas defensivas otorgan a los blanquiazules mayor capacidad de adaptación al rival, tanto antes del partido como durante.

Si sin balón el Espanyol es un equipo “peligroso”, con él no lo es tanto, así que prioriza las salidas rápidas y verticales tras recuperación. En zona ofensiva, si por algo se caracterizan los hombres que alinea QSF es por eso mismo, rapidez y verticalidad, y eso se aprovecha transitando a la mínima oportunidad que aparezca. Si bien este ataque es escaso en producción -poco más de un gol por partido- sí que es cierto que la mayoría de esos avances transmiten peligro al rival. Y no le queda otra al Espanyol que ejecutar sus ataques así, puesto que la incorporación de efectivos desde el MC o laterales a zonas ofensivas no es ninguna prioridad para los de Quique. Antes que atacar es más importante estar bien parados a la hora de la pérdida, con 6 hombres por detrás del balón. El matiz únicamente puede suceder si es Jurado el que acompaña a Javi Fuego, un jugador más ofensivo pero para ello el Espanyol debería mezclar esa electricidad ofensiva con algo de pausa que le regale tiempo al de Sanlucar de Barrameda para llegar a zonas donde poder generar. Probablemente, a la larga, este sea el camino de la evolución de los de Quique.

En definitiva, un derbi donde el sistema de juego principal blanc i blau a priori se adapta a la perfección al de su vecino, obligándole a tener que ser creativo en los costados para generar ventajas en su ataque posicional, algo que al Barça le ha costado horrores esta temporada. Con un Leo cada vez más centrado y Neymar que acaba siendo una de cal y otra de arena, la importancia de los laterales en cuanto a llegada, profundidad y timing parece que será determinante para el resultado final. Y claro, la capacidad blaugrana para controlar su transición defensiva ante esa velocidad y verticalidad periquita.