“En el FCBasket ni la Directiva ejerce, ni la Secretaría Técnica planifica, ni el entrenador propone, ni los jugadores rinden. Y el aficionado ya ni siente”. Rescato este tweet de @ViejaEuropa1 de minutos después de caer en el OAKA porque creo que resume a la perfección lo que es hoy esta sección. Son unas pocas palabras que bien se podrían haber pronunciado desde hace bastantes semanas, pero tras la dolorosa derrota en Atenas y las últimas lesiones estos caracteres tienen sabor a punto y final. Todo el mundo está hastiado, y a 27 de enero no somos pocos los culés que estamos deseando que la temporada acabe. Son muchas las semanas en las que cada partido es una final, una agonía prolongada por la bipolaridad del equipo, capaz de competir en casa pero incapaz lejos del Palau. Hace meses que esperamos una señal de personalidad a domicilio, esa victoria que cambie la dinámica e impulse moralmente al equipo, pero nunca llega.

Que la sección de basket está mal encabezada por una directiva que ha decidido abandonar el baloncesto a su suerte es una percepción que casi todos tenemos, pero el Palau ha pasado página y ahora el aficionado ya no tiene ni a Pascual ni a Creus para culpar de los fracasos del equipo, así que ahora la consecuencia lógica es mirar hacia el palco, donde a buen seguro no encontrarán al Presidente Josep Maria Bartomeu. La directiva además no ha encontrado grandes motivos para apostar por el basket, pues las cuatro últimas grandes inversiones del club se saldaron con rotundos fracasos, bien el fichaje de Papanikolaou o las renovaciones de Navarro, Lorbek y Tomic. Las apuestas económicamente más ambiciosas han resultado un desastre. En verano aludieron a un cambio de modelo que era más lo que querían escuchar los aficionados que lo que pretendían decir ellos, porque si el cambio era hacia un baloncesto más atractivo Bartzokas no era una apuesta rompedora respecto a Pascual. En cuanto a la apuesta por los jóvenes es pronto para juzgar, pero esta Directiva ha dado de todo menos motivos para confiar en su palabra.

A Rodrigo De la Fuente nada le ha salido bien. Lo que comenzó siendo un proyecto prometedor tiene visos de acabar en la peor temporada de la historia reciente del club. Hay mil motivos para criticar al director técnico culé, pero antes habría que hacer un ejercicio de honestidad. Todos localizábamos deficiencias en la planificación, todos asumíamos seguir por detrás de tres equipos en Europa y todos teníamos claro que era un proyecto a dos años. Nadie esperábamos lo que estamos viendo ni en un mal guión, porque la plantilla da para bastante más. Todo lo que podía salir mal ha salido mal. Heredó renovaciones sospechosas y muchos contratos en vigor, algunos de ellos elevadísimos, por no hablar de dos marchas inesperadas como las de Satoransky y Abrines. Todo ello le dio menos margen de maniobra del deseable, sí, pero cuando cerró la plantilla asumió unos riesgos que tras unos meses han decapitado su gestión. Espera un tiempo para poder traer un base NBA como, por ejemplo, Laprovittola, que firma con Spurs y cuando ficha a Renfroe el argentino no sólo queda libre sino que además refuerza a un rival directo. Asumida la temeridad del roster confeccionado más tarde no ha sabido o la directiva no le ha dejado reaccionar como la situación requería.

Seguro que Georgios Bartzokas no le desea ni a su peor enemigo la experiencia con las lesiones que le está tocando sufrir. Nadie en su sano juicio puede exigirle el mismo rendimiento que el que se le presuponía al equipo a comienzos de temporada, pero sí empieza a ser responsabilidad suya que el Barça no muestre signos de mejoría ni cuando ha ido recuperando efectivos ni conforme han llegado los fichajes. Cuantos más medios ha tenido a su disposición menos reconocible ha resultado el equipo. El Barcelona no juega mejor, no parece crecer como bloque y él parece estar más perdido que nunca. Seguro que se le habrá pasado por la cabeza varias veces que esto no merece la pena, pues desesperaría a cualquiera. Pero ya pasó el tiempo de sobrevivir, de excusarse en las lesiones continuamente. El griego ya ha tenido a su disposición un número de jugadores razonable como para mostrar algún avance. No es admisible que a estas alturas sea el peor ataque de la Euroliga o se siga sin solucionar el sangrante asunto de las pérdidas de balón. Uno ve el rostro de Bartzokas y recuerda al de Dusko Ivanovic de muchos momentos de las dos temporadas y media que estuvo en el cargo. Mi sensación es que si Sarunas Jasikevicius estuviera en disposición legal para hacerse cargo del equipo la cúpula culé valoraría muy seriamente su destitución. De no haber catástrofe en Copa del Rey seguiré pensando que una salida de Bartzokas partirá de su propia voluntad y no la del club.

Los jugadores también tienen su parte de culpa, qué duda cabe. Tyrese Rice simboliza más que nadie la caída del equipo. El americano se erigió como líder absoluto de una misión suicida a comienzo de temporada, pero conforme ha ido teniendo aliados ese heroísmo inicial se ha diluido. La terrible paliza contra el Real Madrid en el Palau hizo un daño irreparable a la autoestima del grupo cuando realmente no debía ser así, pero a partir de ahí el equipo se fue cayendo, y Rice con él. Indiscutiblemente hay una cuestión física que puede explicar el bajón por las “minutadas” a las que ha estado sometido el ex de Khimki, pero igualmente parece que ha perdido la fe y la ilusión por este proyecto encomendado a él. Por si fuera poco ahora la lesión de Renfroe complica todavía más las cosas. ¿Puede volver? Puede firmar exhibiciones concretas, sí, pero difícilmente va a alcanzar la regularidad deseada.

Asunto al margen es Juan Carlos Navarro. Su rol este año en el equipo se lo dejado claro Bartzokas cuando el capitán ha estado bien, mal o regular, pero su nivel habla por sí solo. Su nivel y rol en el inicio de un nuevo proyecto es absolutamente incompatible con su salario, el cual condiciona toda planificación, así que a final de temporada hay que encontrar una solución. El club ha tratado a Navarro como lo que es, un mito, y tomara la decisión que tomara el club con respecto a Navarro nada se le podrá reprochar a la directiva, pues en la relación Barcelona-Navarro el club ha dado más que el capitán. El Barça puede permitirse seguir contando con él y que siga superando récords siempre y cuando el jugador renuncie a otro verano con la selección y adecue su contrato a su nuevo rol. Creo que el club merece estos dos gestos de Navarro tras muchos años de paciencia.

Con respecto al resto de la plantilla las cosas se empiezan a aclarar. Renfroe no da para más, esa es la realidad, y vista la necesidad presente y futura en la posición de base uno piensa que sí merecía la pena hacer el esfuerzo por Stefan Jovic, al que en verano le van a salir muchas novias y que además contará con el aliciente de seguir en este fabuloso Estrella Roja, que tendrá el extra de motivación de una Final Four 2018 en Belgrado. Hombres como Doellman, Perperoglou u Oleson acabarán contrato y su rendimiento no invita a pensar que vayan a revertir la situación como para renovar, así que la base sobre la que se ha de construir el siguiente Barça pasará por Rice, Koponen, Claver, Vezenkov o Tomic, además de un Faverani del que no sabemos qué esperar. En cualquier caso hablamos de una base muy escasa desde la que construir y donde varios jugadores están muy cuestionados. Es decir, hay serio peligro de cargarse en el primer año de proyecto el proyecto entero por la calamitosa temporada.

Termino de escribir esto y el pesimismo es la consecuencia inevitable, pero luego miramos el calendario de Euroliga y seguro que todavía confiamos en competir por una de esas ocho plazas que dan acceso a la lucha por la F4. Baskonia en casa, viaje a Kaunas, Galatasaray en el Palau y visita a Milán es una programación que invita a subirse al último tren hacia los cuartos de final. Es irracional pensar en cuatro victorias consecutivas viendo la andadura del equipo, pero a priori son cuatro partidos que hay que ganar, y si se logra es muy posible que el Barça se vea en puestos de Playoffs antes de afrontar la recta final, donde destaca la visita de CSKA, un partido definitivo en la pista de Dogus, el clásico en Madrid y antes de acabar en Estambul ante un Fenerbahce que quizá ya tenga su puesto definido recibir en casa a Estrella Roja y Maccabi. Yo creo que hay mimbres para mejorar y meterse en la lucha por esa plaza en cuartos, además de un calendario asumible, lo que no hay son argumentos a los que agarrarse porque el Barcelona no ha dado motivos para la esperanza. Llámenme iluso o ignorante, pero agotemos el último cartucho ante Baskonia en un encuentro a vida o muerte y sigamos agonizando un poco más. Por lo que pueda pasar.