Garitano, el ya ex-técnico del Deportivo, supuso una anomalía en el perfil de entrenador de los últimos tiempos en el conjunto gallego. Sin excesiva experiencia en Primera y sin ser un hombre de la casa, su carácter pacificador fue el principal aval para encauzar un vestuario que en los meses pretéritos era ingobernable. Y realmente lo consiguió, además de implantar su sello de equipo rocoso, generoso en el esfuerzo, con unas líneas por detrás del balón perfectamente dibujadas. Cuestiones de matiz impidieron que contra Granada, Sevilla, Madrid o Málaga el equipo se llevase más botín que un punto y a la postre condenasen a su entrenador. La idea funcionaba pero la fortuna (ni el gol más allá de Andone) acompañaban.

Pepe Mel ha tenido poco tiempo para demostrar su plan, así que los 5 puntos conseguidos son una continuidad del trabajo anterior (como él mismo remarcó) más un cambio en la suerte que siempre debe acompañar a este deporte. Pero a efectos prácticos y de táctica, la idea sigue siendo la misma: 1-4-2-3-1, con dominio del carril central, llevar el balón a banda para penetrar, y que el pichichi del equipo, el mencionado Andone, facture las que caigan en la caja.

Continuando lo comentado en el párrafo anterior, es difícil hablar de un nuevo funcionamiento a día de hoy, por lo que el líder (virtual) de la competición se encontrará en Riazor es más o menos lo ya visto… pero con problemas novedosos para los gallegos en forma de bajas: Sidnei, Mosquera y Andone, el pasillo de seguridad que diría Luis Aragonés, no estarán. Se da la casualidad de que el Dépor de Garitano y el Betis de Pepe Mel coincidían en algo que debe ser línea de continuidad en los próximos meses: el consabido dominio del carril central, lugar de dificultad de tráfico, para orientar la pelota a las bandas, bien sea para atacar y percutir, bien sea para presionar al poseedor de balón y robar. Y en esto son clave los 3 ausentes.

Sidnei acumula una cuota de protagonismo y de campo impropia para un central que juega en un equipo de esta categoría. Además, sus piernas son una rectificación que Albentosa y Arribas no tienen ante la peligrosa MSN. Mosquera es el gran resucitado y beneficiado del cambio de míster. Estrella el curso anterior y desaparecido en el actual hasta hace 10 días, era el complemento perfecto para darle aire a Borges con balón y para conectar con Çolak en el escalón siguiente. Segundos de esférico, y desplazamientos cortos a banda que sin el gallego se pierden. La recuperación del renqueante Guilherme se antoja ahora imprescindible… aunque sea otro perfil. Por último Andone, el Suárez de los pobres. Es la salida de balón en muchas ocasiones, el jugador encargado de devorar la pradera abarcando metros en su carrera vertical, y por supuesto, el hombre gol. Joselu, quizá más virtuoso y seguro menos pasional será el encargado de poner en jaque a la nueva defensa de 3 blaugrana y demostrar que él solo en punta puede brillar y ser protagonista, algo que de momento solo ocurrió en el Bernabéu. No es mala plaza.

Con todo, parece que el autor de este artículo da al Dépor mínimas opciones tras las bajas de sus jugadores, pero podría no ser así. El factor suerte no puede ser nunca igonorado, y además hay otro perfil futbolístico. Las bandas del Dépor, donde generan más pre-ocasiones y donde más cuota de balón acumulan, pueden encontrar una autovía en el reciente 1-3-4-3 culé, sistema que sin balón debe estar obligado a sufrir. Si los gallegos consiguen calentar a Çolak y convertirlo en el mejor defensor del equipo (alargando posesiones con balón y abriendo a banda), el equipo de Pepe Mel puede encontrar su rendija. Es la opción, la defensa con la pelota para luego atacar con ella; por el contrario, el mejoradísimo Juanfran, Albentosa Arribas y posiblemente Fernando Navarro, no parecen ser suficiente garantía para detener a una delantera que les ha endosado 12 goles en sus últimas 2 visitas a Riazor. Veremos si el cambio de sistema, la novedosa alianza con la fortuna, y el moderadamente tranquilziador +5 sobre el descuento permite al Dépor tener la mesura necesaria para protagonizar el que sería uno de los campanazos de la competición.