A veces la conjunción entre astros se da, los planetas se alinean y ocurre todo lo que queremos. Es algo que pasa pocas veces en la vida, pero cuando sucede, nada ni nadie lo puede parar, simplemente se viene, ya sea esto bueno o malo…

Ayer el Camp Nou estaba preparado para una gran fiesta. Los carteles de “Remuntarem” poblaban la grada y el optimismo reinaba tanto en el césped, como  con los invitados al espectáculo. Solo el PSG era el invitado de piedra a esta fiesta. Pero ojo, ni el PSG de Emery son los “malos” de los Globetrotters, ni el Barça mete canastas desde su campo. Eso sí, visten de azul y rojo como estos, pero casi ahí se acaban los parecidos.

Empezó el partido poniéndose todo de cara cuando Suárez empujó el balón con la cabeza dentro de la portería francesa, ante la connivencia del portero alemán Trapp. La situación parecía inmejorable, el equipo que ayer vestía de blanco reculaba, pero seguía pareciendo el objetivo muy lejano, tan lejano como el pitido final del árbitro pues solo habían discurrido un par de minutos.

En la distribución local comentar que “sobraban” los laterales, pero más que eso lo que sobraban eran los defensas y un tres-cuatro-tres, donde Masche, Piqué  y Umtiti escoltaban a un, luego contaremos, sublime Ter Stegen, hacían de un centro del campo ayer muy poblado, una telaraña muy difícil de traspasar para el equipo francés.

Así fueron transcurriendo los minutos de la primera parte hasta casi el final de la misma, donde el equipo metió el segundo casi sin tirar a gol, en la única jugada sublime del de Fuentealbilla que con un tremendo taconazo, provocó que defensa y portero acabasen metiendo el balón en su propia portería. Dos a cero y matemáticamente todo aun era posible, pese a que el juego del equipo no implicaba el mejor de los augurios, si demostraba que a veces, para cumplir sueños, no hace falta jugar genial.

Nada más comenzar la segunda, un penalti señalado por el cuarto árbitro sobre Neymar, implicaba el tres a cero de los azulgrana. El escenario soñado continuaba. El resultado indicaba que la gesta era posible, aunque el juego no se acercaba al esperado, creo que debemos entender que ayer no se trataba de eso, conseguir remontar ese marcador, como indicaban los miles de carteles en la grada, no iba de juego, se trataba de otra cosa que podemos llamar corazón, podemos llamar cada uno como queramos, lo importante es que todos seguíamos pegados a la pantalla, creyendo.

El PSG de Emery, el convidado de piedra, entendió que si moría en su propio área poco de heroico tendría su role en este juego. Empezó a desplegarse con peligro cerca del área del portero rubio, ayer todo de rojo. Entendió a fin de cuentas que si el empuje blaugrana les había permitido asomarse a la eliminatoria sin vértigo y sin juego, pero con una fe que permitía una presión alta asfixiante, pese a contar con Verratti o Rabiot, no dejaban que la pelota llegase clara a Lucas o a Cavani. Pero poco a poco estos fueron llegando. Primero con un aviso del propio uruguayo al palo, y después con un gol matasueños del mismo, quién si no, que hundía a todos los que estábamos presenciando la gesta.

Poco a poco se acercaba el final del encuentro y el que más y el que menos iba creyendo que está noche la titularíamos como “Requiem por un sueño” o de cómo remar para morir en la orilla. Estaríamos orgullosos de estos chicos, pero nos iríamos a dormir con el sabor agridulce de que fue posible.

Minuto ochenta y seis, lo repetiré otra vez; minuto ochenta y seis y alguno de los que sudan, de los que tiene la camiseta pegada al cuerpo, de los que corren con la pelota en los pies, empezó a creer en esto y hacernos creer a los demás. Golazo de Neymar de falta y solo a dos goles de la gesta. Increíble cómo podemos agarrarnos a un clavo ardiendo casi en cualquier circunstancia. Sin darnos cuenta que cuando de gestas heroicas hablamos, estos momentos inexplicables son, no solo posibles, sino necesarios. Típico cambio de interiores al margen, donde Sergi Roberto, que al final se convertiría en héroe y André Gómes, saldrían a escena por Iniesta y Rafinha.

De ahí pasamos a un penalti sobre Suárez transformado por Neymar en el ochenta y del gol heroico de Stamford Bridge y del canterano en el último minuto del descuento. Mención especial que la falta se hace, en el propio campo rival, a un portero que no tiene nada que envidiar en su juego de pies a cualquier futbolista profesional; recuperación y apertura a banda antes del golpe en la pierna. Lo que se pide a cualquier mediocentro. Se había hecho lo increíble, el éxtasis nos embargaba a todos. A algunos esos apenas diez minutos nos pasaran a cámara lenta, para otros seguirá siendo inexplicable lo que ocurrió en los mismos. Lo que está claro son dos cosas; el capítulo de ayer formarán parte de la batalla que el abuelo contará a sus nietos, pero sobre todo que este equipo parece llamado para la gloria. Nadie vive lo que se vivió ayer para nada…

Notas: Hoy a todos les pondría un diez, sin hacer distinciones e incluyendo a su entrenador, Luis Enrique, tan injustamente tratado por muchos y que ayer fue el primero que creía y que nos permitió creer a todos, sobre todo a los jugadores.