FC Barcelona: Un presidente, una moción de censura

Tras un verano de dudosa eficacia en materia de fichajes del Barcelona Agustí Benedito decidió, al fin, iniciar una recogida de firmas que permitiera llegar a una moción de censura que acabara con el mandato de Josep Maria Bartomeu. Antes, pero, cabría recordar que ningún presidente fue destituido por este mecanismo. Ni Josep Lluís Núñez en 1998 ni Joan Laporta en 2008 cayeron con sus respectivas mociones. Al contrario, todos acabaron cumpliendo sus mandatos.

Antes de nada, hagamos memoria. Era 1998, Núñez llevaba en el cargo dos décadas y hacía poco que había cortado la cabeza del malogrado Johan Cruyff a dos jornadas del final de la temporada 95-96. Había caldo de cultivo suficiente para intentar derrocar al nuñismo.

Por un lado, el mero desgaste de los años hacía daño al entonces presidente, y por el otro el polémico cese de Johan acabó con una división entre la masa social culé: unos eran de Núñez a muerte y, los otros, cruyffistas. Joan Laporta, entonces un muy joven abogado con ambiciones, lideró con el grupo opositor “L’Elefant Blau” la iniciativa para terminar con el mandato del empresario inmobiliario.

Entonces, con un 5% de socios que pudieran votar era suficiente para llevar a los dirigentes a un sufragio que terminara con su mandato. Laporta entonces fracasó, en un 7 de marzo de 1998 no pasó de un 40% de votos en contra de la continuidad de Núñez y el presidente pudo acabar su ya decadente mandato. En dos años el vicepresidente y mano derecha del jerarca heredó el mandato tras vencer en las elecciones del 2000 y los miembros del Elefant Blau tuvieron tiempo de preparar una candidatura a la presidencia del club aprovechando el empuje mediático que vivió Laporta tras retar a Josep Lluís. Ahora se puede decir que todos cumplieron sus objetivos. Uno siguió mandando y el otro dejó su huella y marcó su punto de partida.

Joan Gaspart, el presidente que duró menos que una moción de censura

El mandato de Gaspart duró apenas tres años. Literalmente, apenas hubo tiempo de montar una moción de censura condenada a llevar al precipicio la directiva heredera de Núñez por los desastrosos resultados. Haciendo memoria y siendo honestos con los sucesos de 2003 podemos concluir que l’amic Joan cayó derrotado por el peso de la entidad que estaba cayendo en el abismo antes de que un grupo opositor bien organizado pudiera echarle con el apoyo popular expreso. Entonces, ni la primera moción impulsada por Iván Carrillo (un abogado de Barcelona sin demasiado peso en el entorno) llegó a las mínimas firmas exigibles ni la segunda, liderada por el futuro candidato Ramon Fusté, llegaron a las urnas. El doctor derrota había derrocado ya a Gaspart y abocaba al club a unas elecciones anticipadas en 2003.

Con la llegada de Laporta en 2003 tras vencer en las elecciones a la candidatura de Lluís Bassat el líder del Elefant Blau había conseguido su meta: llegar a la presidencia. El trabajo de oposición organizada en contra de Núñez y el impulso de la moción de 1998 le dieron las herramientas necesarias para un asalto definitivo a la cúpula del Camp Nou.

En su mandato Laporta superó un primer medio año complicado pero tuvo la suerte de encontrar en el entrenador y en el equipo un ente que tirara hacia adelante el proyecto y dieran margen de maniobra para empezar, ya sí, un proyecto ganador. Ganador hasta que el proyecto Rijkaard se descompuso y quedara ya en evidencia que no todos compartían los métodos de Laporta. Y llegó su moción de censura.

La moción de Oriol Giralt y la victoria de Sandro Rosell

En el verano de 2008, tras una segunda temporada consecutiva sin catar metal el proyecto de Rijkaard daba a su fin y el abogado Oriol Giralt lideró una moción que estuvo a punto de obtener su meta, derrocar a la directiva. Superando ampliamente el porcentaje de firmas necesarias y tras obtener poco más de un 60% del apoyo en las urnas Laporta salvó el cuello por los estatutos del club, que exigen un apoyo de 2/3 de los votantes en una moción.

Giralt entonces perdió, Laporta siguió ganando pero ese episodio marcó un claro regusto de derrota en la directiva y dejó cierto aire de victoria para la incipiente y no evidente oposición liderada por el exdirectivo Sandro Rosell, futuro presidente.

El cambio de estatutos, Benedito y Bartomeu

Con la llegada al cargo de Sandro Rosell se votó una modificación sustancial de los estatutos de la entidad: Los mandatos eran de seis años y no de cuatro como hasta entonces, la asamblea de compromisarios ganaba poder y para presentar una moción de censura haría falta un 15% de apoyos en vez de un 5% como se exigió hasta entonces.

En este contexto Rosell se fue sin dar tiempo a que se proyectara una moción en su contra y Benedito ha impulsado en solitario este reto de complicada obtención que, si no sale, podría servir de plataforma para que la oposición se organizara de cara al futuro. Hasta hoy ninguna sirvió para su fin principal, provocar elecciones anticipadas, pero sí para marcar un antes y un después, ser un punto de inflexión. Con los estatutos anteriores Benedito ya habría llevado a las urnas a Bartomeu. Convendría reflexionar.