Johan Cruyff fue el último entrenador del FC Barcelona antes de que en 1996 la sentencia Bosman facilitase las cosas en lo referente al acierto de fichajes comunitarios. El Flaco montó su Dream Team partiendo de una plantilla desvencijada en gran medida por él mismo, en apenas tres años y cuando aguzar la vista en el mercado tomaba categoría de arte.

Cierto es que nada más hacerse cargo del equipo, el tino con el producto del norte de España que ávidamente adquirió, puso una base resistente que soportaba todo lo que fuese entrando después. Así, la columna vertebrada por los Rekarte, Bakero, Beguiristáin y Salinas, sumados a Zubizarreta, sustentó los fiascos de su primera temporada.

Aloisio Pires, el líbero «tan bueno como Rijkaard o Larssen«, y el paraguayo Romerito, a quien, habiendo conocido en su última etapa como jugador en Estados Unidos, Cruyff acudió por «necesitar a alguien que desempeñe una labor parecida a la de un Bakero que será operado», evidenciaron la dificultad de acertar en lo buscado. Aloisio no demostró poseer la técnica necesaria para dar claridad a la salida de balón desde la base, y Romerito resultó ser más un «diez» puro que miraba exclusivamente hacia adelante que el mediapunta taponador, asociativo y llegador que sería pieza clave en el mecanismo de Cruyff.

De ahí en adelante y por un lustro, el técnico neerlandés fichó extranjeros que acabarían convirtiéndose, como su fútbol, en la envidia de inicios de los noventa. Primero Koeman, quien tras ganar la Copa de Europa con el PSV terminó cansado de un planteamiento ultradefensivo y con 26 años decidió apostar fuerte por el conjunto de Cruyff, rechazando una oferta de renovación holandesa por diez temporadas. Tras él Laudrup, cuyo ingenio seguía velado en la Serie A; Stoichkov, Bota de Oro en el CSKA que un año antes ya había sonado para relevar a Lineker; Whitschge, última apuesta de Johan en su Ajax y en cuya exquisita zurda el técnico tenía confianza ciega; y finalmente Romario, la nueva realidad de una Brasil post Zico que parecía renacer desde la delantera, fueron el núcleo foráneo que dio brillantez a aquel equipo de los sueños.

Tras la cascada de títulos, como todo ciclo, el de Cruyff acabó con una decadencia de juego, resultados y un entorno cada vez más en contra. Por razones diversas, las apuestas en jugadores de la talla de Hagi, Prosinecki o Kodro no acabaron exitosamente, y en 1996 el entrenador más importante de la historia barcelonista se marchó antes de cumplir el contrato y por la puerta de atrás, dejando un legado de ocho años de juego vertiginoso, sublime por momentos, la primera Copa de Europa en las vitrinas del Nou Camp y el único tetracampeonato liguero consecutivo del que puede presumir el club a día de hoy.

Todo eso ya se conoce, está en los libros, en las grabaciones, en el recuerdo. Lo que solo podemos imaginar es qué hubiese sido de aquella maravilla creada por Johan Cruyff si la serie de futbolistas europeos a los que aspiró en algún momento del trayecto antes de la crisis hubiesen acabado firmando por la entidad.

Frank Rijkaard

«Es cierto que he tenido problemas con grandes jugadores, pero siempre han sido problemas de orden técnico. Ellos no hacían lo que yo quería y les liquidaba. Por ejemplo, tuvimos discrepancias con Koeman en el Ajax y se marchó, pero luego, en vista de la evolución, le compramos para el Barcelona. También hubo tensión con Rijkaard. No acataba las decisiones… y fuera, pero después también negociamos con él para que viniese al Barça aunque, en este caso, creo que acertamos no contratándole» (Mis futbolistas y Yo, año 1993, Johan Cruyff).

Nada más poner pies en tierra catalana en el verano del 88, Johan Cruyff supo que Alexanco, pese a ser el capitán y uno de los afortunados que seguiría en la plantilla, no sería suficiente central para lo que él pretendía desarrollar. Por ello, finalmente llegó Aloisio, el primer extranjero contratado por el Flaco.

Pero antes del brasileño Cruyff se acordó de Frank Rijkaard, compatriota con quien había ganado la Recopa del 87 en su novedoso rol de «4» y que había sido figura en la reciente Eurocopa ´88 conquistada por la Holanda de Rinus Michels. Se entablaron varios contactos, pero pesaron más sus desacuerdos pasados y, tras un fugaz paso por el Real Zaragoza, Rijkaard acabaría recalando en el AC Milan aquella campaña 88/89.

Para diciembre de 1988, Johan consiguió el fichaje de Ronald Koeman, otro de sus pupilos en su pasado ajaccied, que llegaría el curso siguiente para zanjar el debate por muchos años.

Dennis Bergkamp

«Bergkamp es hoy una realidad por la que el Barça se ha interesado, pero no pudimos hacer nada por contratarle. La oferta de Italia era insuperable y, además, yo creo que Dennis no hubiera venido nunca al Barcelona y pienso que conozco la causa. Él confía en sus posibilidades y quiere ser otro holandés que haga historia. La tiene que hacer, por tanto, en un sitio donde no la hayan escrito otros. Es decir, no podía ir al Milán, porque está Van Basten, ni al Barcelona de Johan Cruyff» (Mis futbolistas y Yo, año 1993, Johan Cruyff).

La carrera de Bergkamp también había sido lanzada por el Cruyff entrenador del Ajax, por lo que este sabía lo que el genial delantero podía ofrecer.

En 1993, a sus 24 años, Bergkamp era parte importante de la Holanda finalista en la Eurocopa ´92 y todos lo consideraban el relevo futuro de Marco van Basten, otro sueño irrealizable para Johan. Por su parte, el Barça no había encontrado en Whitschge, pese a su gran papel en la Copa de Europa ganada, un competidor real del trío foráneo.

Johan y Dennis hablaron en repetidas ocasiones, pero las razones del crack y el dinero del Calcio pesaron demasiado, haciendo imposible verlo vestido de azulgrana. Bergkamp acabó en Milán y al FC Barcelona llegó Romario.

«Todos los equipos que requerían mis servicios eran de gran nivel. En el Milan, pensé, están Papín y Van Basten, en el Barcelona Laudrup, Stoichkov y Koeman, y en la Juventus, Baggio. Son equipos llenos de figuras, y yo quería ir a un club con proyección donde poder dejar mi huella y hacer historia. El Inter era la mejor opción, así se lo dije a Cruyff y no tuvo problema en entenderlo» (Bergkamp para don Balón, diciembre de 1993).

Dos años después, con la prematura salida del astro brasileño en diciembre de 1994, la prensa volvió a acordarse de Bergkamp y su relación con Cruyff. Tras el fiasco en el Italia, donde el atacante solo pudo brillar en la UEFA 93/94 conquistada, sus días como interista parecían contados, y los rotativos no tardaron en hacerse eco de un posible cambio con Hristo Stoichkov, temperamental jugador que había mantenido un tira y afloja público tanto con el club como con Johan. Pero por segunda vez, todo acabó en agua de borrajas.

Igor Korneiev, fichado a inicio de campaña sin coste alguno procedente del Espanyol, subiría del segundo equipo para disputar los minutos que Romario dejó con su repentina marcha al Flamengo. «El nuevo Stoichkov» para Cruyff, acabó aportando un gol en trece partidos.

Rui Costa

«Quiero mucho al Benfica, pero tiene que entender que mi deseo es irme al Barça» (Rui Costa en Sport, mayo de 1994).

«Nuestra obligación es intentar contratar a jugadores de categoría, y Rui Costa es uno de los pocos jóvenes de gran calidad que hay en el mercado, Le queremos aquí, pero no a cualquier precio«. (Johan Cruyff en don Balón, junio de 1994).

La temporada 1994/95 fue la peor de las ocho de Cruyff. El equipo consiguió únicamente la Supercopa de España y alcanzó plaza UEFA con esfuerzo. Los fichajes fueron de un nivel mediocre, la veteranía de los titulares se hizo patente y el fútbol desplegado no convenció a nadie.

En aquel mercado salieron varios jugadores importantes, entre ellos Zubizarreta y Michael Laudrup, que acabó en el eterno rival. Al guardameta no se le buscó relevo en verano, ya que Lopetegui había sido fichado a mitad de curso y Johan confiaba ciegamente en el juego de pies de Busquets. Pero encontrar a alguien que hiciese del Laudrup del Dream Team se antojaba imprescindible.

El diario portugués A bola publicó el interés barcelonista por Krassimir Balakov, fino futbolista del Sporting de Lisboa y la selección bulgara de USA ´94 que, al final, acabó fichando por el Sttugart. Igualmente, se tanteó a Igor Lediakhov, mediapunta de corte técnico que cuajó grandes tardes con la camiseta del Sporting de Gijón desde que llegase en 1992 como mejor jugador de la liga rusa -galardón que tomó precisamente de Korneiev-, que terminó siendo descartado por los 1.000 millones de su cláusula.

Quien más cerca estuvo fue Rui Costa. El portugués apareció en diversos medios españoles vestido con la camiseta del FC Barcelona, pero eso no evitó que el primer intento del astro portugués por jugar en la Ciudad Condal fracasase, por motivos económicos.

«Laudrup se fue al Real Madrid y Cruyff me eligió a mí para sustituirle. Las negociaciones duraron cuatro meses. El Barcelona hizo las cosas mucho mejor que otros clubes, me llamó personalmente por teléfono en febrero del 94. Ambos clubes llegaron a un acuerdo. Ya me veía jugando en el Camp Nou cuando el Benfica se descolgó pidiendo ocho millones de dólares. Los problemas finales entre Núñez y Cruyff hicieron que acabase en la Fiorentina» (Rui Costa para don Balón, diciembre de 1996).

Finalmente, por la mitad de precio se contrató a Gica Hagi, otro prestidigitador, más individualista que Laudrup o Rui Costa, que volvía a la élite tras su excelente Mundial. Al Barça llegó con 29 años y tras dos buenos cursos en el Brescia, zanjados con un descenso a Serie B y un ascenso final. El Maradona de los Cárpatos dejó destellos de su talento, pero acabó el final de temporada con un ligamento roto y su periplo barcelonista se asemejo a su anterior experiencia española en el Real Madrid.