Paulinho: nació el nuevo Larsson

No se recuerda fichaje del Barcelona que generase tal  revuelo como el de Paulinho. Revuelo por no decir rechazo; prácticamente ningún culé encontró aceptable la contratación del brasileño. Lo que es normal a tenor del contexto, de sobra conocido por todos, en que ésta se produjo. Paulinho no llegaba al vestuario del Barça sino al corredor de la muerte, a la espera de que un par de pases defectuosos dieran pie a su fusilamiento.

Decían los que le habían visto jugar que bajo ese envoltorio sospechoso -29 años, proveniente de China, sin experiencia en Champions- se escondía un futbolista respetable, esforzado y goleador. Resulta que Paulinho, en efecto, no tardó en corroborar de azulgrana que es poseedor de todas esas aptitudes que le atribuían aquellos que ya sabían quién era. En apenas dos ratos, el ex del Tottenham pudo acreditar que no era indigno del fútbol de élite como muchos creían con firmeza.

Sin embargo, una vez se da por conocido su abanico de características, causa escepticismo que entre las mismas no se encuentre ninguna relacionada con la gestión del balón. Es extraño, casi insólito, que el Barça se lance a contratar a un centrocampista sin atender a sus facultades técnicas. El arquetipo de futbolista que representa Paulinho no se recuerda en el Camp Nou desde los tiempos prehistóricos de Migueli, cuando a La Masía solo accedían bigardos de más de 180 centímetros.  Estas premisas conducen irremediablemente a la siguiente cuestión: ¿qué pinta Paulinho en el Barça?

Cabe suponer que todas las posibles respuestas a dicha pregunta las haya podido responder en su cabeza  Ernesto Valverde. En un ejercicio de deducción, teniendo en cuenta cómo dispone Txingurri al futbolista en el césped y en qué situaciones hace uso de él, parece evidente que la cualidad que más valor el técnico a la hora de alinearle es la del gol. Paulinho ingresó en Getafe con el Barcelona empatando a diez minutos del final e hizo lo propio en el Wanda cuando se perdía (1-0) en el segundo tiempo. En ambas ocasiones el resultado de su entrada fue netamente positivo. Podríamos aventurarnos a asegurar que Valverde ha descubierto en él, de algún modo, al anhelado nuevo Larsson, ese goleador acreditado que entrando desde el banquillo decante los partidos más cerrados. En el caso de Paulinho con la singularidad de que no es un nueve sino un centrocampista llegador, lo que impide a las defensas rivales fijar una marca sobre él.

No obstante, el Barça actual, en el que solo Messi es garantía de gol diaria, no puede permitirse prescindir del concurso de un anotador tan fecundo como Paulinho: no conviene olvidar que en esto del fútbol gana el que más veces meta la pelotita. Y ahí la contribución de Paulinho es notable.  La problemática nace cuando desarrollas una dependencia de un jugador cuya presencia impide al equipo hacer cosas que con cualquier otro centrocampista en el campo sí podría hacer. Como quedó patente la semana pasada en San Mamés, la calidad de las posesiones con Paulinho en el eje se resiente sobremanera, careciendo de naturalidad. El brasileño no tiene un toque corto fluido y eso, para un interior del Barça, supone una dificultad casi insalvable. Paulinho es un fenomenal recurso… pero un triste discurso.