El Barcelona de Ernesto Valverde inicia el 2018 como líder acaparador en Liga y con el billete para los octavos de final de la Copa del Rey y la UEFA Champions League sin todavía haber superado su fase experimental. Con la serenidad como bandera, el extremeño ha potenciado sus escasos recursos para que el equipo sea el único invicto en Europa junto al Manchester City de Pep Guardiola. Porque la realidad es que el conjunto azulgrana no cuenta con una plantilla lo suficientemente profunda para mantener el nivel hasta final de curso. O por lo menos no antes de que se abra la ventana invernal del mercado, en el que debe demostrar astucia con los nombres que baraja.

El Barcelona de Pep se empezó a construir a través de su línea de medios y el de Luis Enrique mediante la tiranía de sus tres atacantes. Pero el de Ernesto, al menos en estos primeros pasos del proyecto, parece estar tomando una dirección opuesta: ha re-orientado el foco de su fortaleza hacia la retaguardia. Y aunque su Barcelona sufre muchas limitaciones y déficits que le restan favoritismo para todas las competiciones, es evidente que ha encontrado en la solidez defensiva su mayor virtud. El 4-4-2 (por lo menos hasta que Ousmane Dembélé se reincorpore a la dinámica grupal) le avala como un equipo sólido, rocoso y correoso. Paulinho, un perfil más vertical y que se aleja con la concepción clásica de un centrocampista culé, se ha hecho un hueco en la punta del rombo que forma el centro del campo y el Barcelona ha ganado un punto de fuerza en la medular, pero a su vez también más peligro por el centro del ataque con Messi, Luis Suárez y el propio brasileño.

Fuente de datos: BDFutbol

Con un total de 11 goles recibidos en estos primeros 27 partidos de la temporada, cinco de ellos en la Supercopa de España frente al Real Madrid, el Barcelona no llega a encajar medio gol por partido (coeficiente de 0’4). El Txingurri ha encontrado en jugadores como Ter Stegen, Jordi Alba, Piqué o Umtiti sus hombres de confianza. También Semedo o Sergi Roberto, que se alternaron los minutos en ese maldito lateral derecho desde la marcha de Dani Alves al Juventus.

Sin embargo, la lesión del central francés frente al Celta de Vigo -unida a la ausencia de Mascherano por el mismo motivo- le abrió las puertas a un poco fiable Thomas Vermaelen, perseguido por los continuos problemas físicos que le llevaron a marcharse cedido al AS Roma en el último curso de Luis Enrique. Su irrupción ha sido de las noticias más destacadas en este último tramo del año, en el que el Barcelona terminó goleando al Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Cuatro partidos de un nivel de exigencia máxima en los que el belga ha demostrado un rendimiento por encima de las expectativas, que no inmediato. Haciendo pareja con Gerard Piqué, el Barcelona ha mantenido la portería a cero en todos ellos: Barcelona 2-0 Sporting de Portugal, Villarreal 0-2 Barcelona, Barcelona 4-0 Deportivo de La Coruña y Real Madrid 0-3 Barcelona.

Una segunda juventud a sus 32 años

Los inicios de Thomas Vermaelen se remontan al Ajax de Ámsterdam, donde debutó oficialmente en 2004. La llamada de la selección absoluta no se hizo esperar y en 2009 se marchó al Arsenal de Arsène Wenger. En Londres demostró ser un central de garantías: gran colocación defensiva, capacidad para la anticipación, poderío aéreo y aseada salida de balón. Con el dilema de los centrales en Can Barça, la dirección deportiva salió al mercado en busca de un jugador que se adaptara a las necesidades y el belga cumplía los requisitos, pero con el hándicap de su fragilidad física (y su edad). Y la realidad es que en su primer año tan solo pudo completar 62 minutos en el último partido de Liga. No fue hasta su segundo curso cuando se convirtió en un recurso útil para Luis Enrique. Pero, de nuevo, el dilema de las lesiones.

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Su paso por la capital italiana en calidad de cedido tampoco fue positiva: el ex del Arsenal apenas jugó siete partidos. Y entonces llegó Ernesto Valverde. Con todos los números en su contra para marcharse del club, y más con los insistentes rumores sobre la hipotética llegada de Íñigo Martínez, el extremeño decidió darle el cartel de cuarto central del equipo, por detrás de Mascherano. Con los minutos residuales de la Copa y el partido en Mestalla como única situación con galones debido a la sanción de Piqué y la lesión del jefecito, el belga seguía viviendo en el ostracismo una vez superada la enésima lesión. Y, llegados al 2018, la realidad de Vermaelen es bien distinta: sus destacadas actuaciones le han ganado una oportunidad en los esquemas de Ernesto Valverde.

Porque Thomas Vermaelen, en condiciones normales, es un jugador válido para el Barcelona. Defensivamente, es un zaguero solvente, rápido y disciplinado. Tiene peso en la base de la jugada gracias a su limpia salida de balón y su capacidad para la anticipación es un elemento clave para la presión activa que propone el técnico. También su fuerte condición física resulta primordial en las acciones aéreas. A pesar de su edad y sus fantasmas en forma de lesiones, el belga es un recurso en el que solo el Txingurri parecía tener fe ciega cuando aterrizó en la ciudad Condal.