En los últimos años, las grandes actuaciones de Leo Messi sobre el terreno de juego eran, por encima de todo, voluntad del propio jugador. Como él podía, el contexto no importaba, porque incluso en uno que tan poco le daba la temporada pasada, el argentino sobresalió, llegando a dejar unos meses para un recuerdo manchado por los que había perpetrado su equipo. Sin embargo, esta temporada, sin dejar de lado la dinámica con la que acabó la anterior, a sus buenas maneras se le han sumado las de su entorno. Ya no es solo Messi, sino que ahora también es Valverde. Desde agosto, una de las tareas en las que ha insistido el técnico ha sido en proporcionar al argentino una serie de herramientas colectivas dirigidas a potenciarle, y haciéndolo desde donde puede herir más al rival: por el centro y cerca del área. Pero huérfano de Leo en Cornellá, y con la necesidad de sumarle calidad a esas herramientas ya estructuradas, Valverde apostó por intentar crearle un entorno a Coutinho con la misma voluntad con la que el de Leo está construido. Pero la lluvia impidió que el plan apenas diera sus primeros pasos.

En primera instancia, a Coutinho nadie iba a molestarle. Y, en segundo, aquellos que podrían hacerlo,  cambiarían su habitual rol con Valverde por uno más contenido. Los dos principales actores eran Digne e Iniesta. El lateral zurdo, mucho más contenido que Jordi Alba en sus subidas y menos asiduo a la participación ofensiva, iba a ceder la zona más avanzada del carril al brasileño pero iba a dar siempre la opción de ser él el que lo ocupara. Siempre abierto en banda, el francés era un punto de apoyo para cuando el recorrido del balón no pudiera acabar en los pies de Coutinho y precisara de más tiempo para hacerlo. Por parte de Iniesta, esta vez el manchego volvería a accionar su papel de la anterior temporada, más enganchado a Busquets y menos a la media punta. Así pues, en esa posición más centrocampista que delantera, liberaría su zona en favor de Coutinho y este, además, ganaría en su perfil a uno de los pocos jugadores blaugranas capaces de colocar balones entre líneas.

El costado izquierdo, en clave Coutinho, iba a proporcionarle espacio y tiempo, además siempre tendría a su jugador más conocido como apoyo (Suárez) y al central más capaz de conectar con pase o conducción con las líneas contiguas (Umtiti). En el otro lado, con los que Coutinho conectaría cuando interiorizara su posición para ceder el carril a Digne y así juntarse con Suárez, Semedo le daría la profundidad por la derecha que tanto Paulinho, desde fuera, como Alcácer, desde dentro del área, iban a necesitar para gozar del espacio suficiente para la recepción y la conexión con el brasileño. Entre ambos lados, y junto a Busquets e Iniesta, Valverde había construido un esquema que iba a potenciar aquello que Coutinho ya traía de base, liberándolo de la organización y de grandes recorridos en el repliegue y dotándole de espacios liberados para encara portería, posibilitar su último pase, incentivar el desborde garantizarle apoyos suficientes.

El plan que Valverde había preparado para Coutinho, a priori, tenía todo el sentido del mundo. Y, a los veinte minutos, cuando todavía era posible trabajar en él, el brasileño estampaba un balón en el larguero. Sin embargo, la lluvia hizo imposible cualquier intento de tomar esa senda. Tan impredecible era el recorrido que iba a efectuar el balón como impreciso los toques que se le hicieran. No malgastado este plan, es probable que, tarde o temprano, cuando Messi precise de otro descanso, Valverde vuelva a insistir en ello.