La elegancia de Abel Ruiz
El fútbol moderno, como así conocemos nuestro fútbol, es una industria altamente capitalista. La televisión, la incidencia de las inversiones extranjeras y la popularización han transformado este deporte en un escenario superficial, con menos sentimiento y más espectacularidad. Sin embargo, toda decisión lleva implícita unas consecuencias positivas y otras negativas, y si de algo puede presumir esta nueva praxis es de su profesionalización. No solo a nivel táctico y técnico, sino también a nivel de imagen. No estoy hablando de la imagen referida a lucir peinados llamativos ni al último modelo de zapatillas, sino a cómo de importante es el elemento visual en la sociedad. Cualquier acción, por poca trascendencia que pueda tener, es captada por la retina de las cámaras para que nos deleitemos con ella las veces que deseemos. Un túnel de Leo Messi, un recorte de Sergio Busquets, una entrada limpia de Gerard Piqué o una parada a mano cambiada de Marc André Ter Stegen. Nada queda fuera del ojo que todo lo ve sobre el césped.
Por este mismo motivo, los jugadores de movimientos armónicos se convierten en una delicia para las miradas más críticas, y no solo para el aficionado, sino también para el rival y el espectador neutral. Son el elemento diferencial que nos desvía la mirada de lo más importante, el balón, y es capaz de deleitarnos tan solo con sus desplazamientos alrededor de este. Y si en el filial azulgrana existe una figura capaz de mostrar la elegancia personificada ese es Abel Ruiz. De la generación del 2000 y sin, por lo menos de momento, un hueco en el once titular de Gerard, el valenciano no cumple con el perfil de un delantero clásico: no destaca por su olfato ni por su derroche físico, pero se mueve como pez en el agua en el balcón del área.
El azulgrana fue clave en Los Cármenes y en La Romareda para que el filial, con discontinuidad en el nivel de juego y vulnerabilidad en la retaguardia desde que el curso dio el pistoletazo de salida, rescatara un punto en ambos escenarios con los únicos dos goles que ha anotado en la presente temporada. En total, ha jugado 17 partidos a las órdenes de Gerard López, siendo titular en diez de ellos, pero tan solo completando los 90 minutos en uno de ellos.
El de Almussafes es un atacante móvil entre líneas, lo que lo convierte en un recurso idóneo cuando el equipo ataca en estático. Acostumbra a retrasar su posición para recibir y marchar, pues tiene una gran capacidad para atacar los espacios a pesar de no ser un jugador especialmente rápido. Como ya hiciera en largos periodos la temporada pasada a las órdenes de Gabri en el Juvenil A, es moldeable a cualquiera de las tres posiciones de ataque dentro del 4-3-3 que propone Gerard López, aunque escorado en banda no termina de participar con tanto ahínco como sí lo hace por el carril central.
El pase es, por excelencia, cosa de centrocampistas; y aunque Abel no lo es, actúa como tal. Tiene la virtud de la visión de juego y la capacidad para ejecutarlo. Estéticamente hablando, Abel Ruiz es un jugador prácticamente único: es un atacante atípico con el ideario azulgrana asentado.