Durante las últimas semanas, muchas series se han ocupado de rellenar la inmensa cantidad de tiempo libre que me sobra. La última de ellas, protagonizada por Berto Romero, trataba sobre cómo llevaba una pareja el nacimiento de su primer hijo, con todas las responsabilidades que ello conlleva. “Mira lo que has hecho”, se titula.

El pasado domingo, al ver la reacción de todos los culés ante una más que probable baja de Andrés Iniesta en la vuelta del cruce de octavos frente al Chelsea, me paré a pensar si, realmente, a estas alturas, debería ser tan grave la ausencia de un Iniesta cercano a los 34 para un club como el Barça. Entonces, se me pasó por la cabeza la mítica chanza popular que afirma que “es increíble que Messi no tenga (añadan el número que quieran) Champions” y me detuve en valorar qué cuota de culpa ha tenido el club en no aprovechar, a nivel europeo, los mejores años del mejor jugador de la historia. No en balde, desde los 24 hasta los 30, Leo solo ha levantado una “orejona”. Mira lo que has hecho, Barça.

Si bien es cierto que durante el binomio Pep-Messi, no queda muy lejano aquello de que “un volcán y los palos” nos privaron de un pleno absolutamente histórico, desde entonces, avalancha de 2015 aparte, los azulgranas no han sabido cogerle el punto al nuevo panorama europeo que ellos mismos han creado.

Como el fútbol es un juego jugado por personas, y la Champions el torneo que más estruja el nivel mental y de confianza de los equipos, podemos eliminar de la ecuación la 2012-2013, donde el triste proceso de Tito Vilanova lastró en exceso cualquier posibilidad de éxito en el viejo continente.

En 2014, con el Tata Martino al mando y pese a la llegada de Neymar, comenzaron a escucharse las primeras voces de escasez de hambre, estómago lleno o la necesidad de las clásicas revoluciones. En lugar de eso, Thiago, abanderado durante años como el perfecto “sucesor de Xavi” había abandonado el barco bajo un extraño trato de sus cláusulas por partidos.

El primer año de Luis Enrique Martínez como entrenador culé trajo consigo, quizás, al campeón más autoritario de la era moderna, venciendo a todos los campones del resto de grandes ligas sentenciado, incluso, las eliminatorias en el partido de ida: 1-2 en Manchester, 1-3 en París y 3-0 al Bayern). El huracán de la MSN apenas dejó huecos para ver cómo, poco a poco, otros problemas seguían aumentando. Pedro abandonaba la disciplina culé dejando huérfano el puesto de hombre nº12, tan necesario siempre en este tipo de torneos. Además, Xavi se retiraba del fútbol de élite sin haber dejado clara su línea de sucesión, pues pese al gran nivel de Rakitic a lo largo de estos años, el croata es otra cosa.

2016 fue una pista casi definitiva de lo que vendría al año siguiente. La vuelta de cuartos en el Calderón dejó en evidencia a un Barça que salió a que no pasaran muchas cosas sobre el césped, a pesar de que el 8, el 10 y el 11 jugaban de su lado.

Mascherano-Piqué, un lustro después de Wembley seguían siendo la pareja de centrales titular ante la falta de suplentes de garantía, ya que Mathieu, Bartra o Vermaelen nunca amenazaron realmente su puesto.

En el resto de la plantilla, la situación se repetía. Luis Enrique había exprimido al máximo su once por la evidente falta de nivel de su banquillo.

La temporada siguiente, la 2016-2017, la clara apuesta del club fue tratar de corregir eso, dotando al técnico de una segunda unidad teóricamente capacitada para competir por minutos.

La experiencia, como todos, resultó fallida. Obviando (y ya es mucho obviar) el episodio PSG, la baja de Busquets en Turín resultó demasiado para un conjunto que, en ocho temporadas, tampoco ha sabido encontrar un sustituto que descargue de minutos a Sergio.

Además, la baja de Alves fue difícilmente cubierta por un Sergi Roberto que no es lateral, pese al crecimiento a pasos agigantados que está sufriendo el de Reus las dos últimas campañas, gracias a su portentosa técnica e inteligencia.

En definitiva, una tras otra, o todas juntas, son demasiadas las ocasiones en las que el Barça de Messi ha dejado ya no de ganar, sino de competir adecuadamente en la Copa de Europa.

Un hecho inadmisible que debería hacer que el club se planteara qué ha hecho mal a lo largo de estos años, revisando casos como la falta de un sustituto de Busquets, Alves o Mascherano durante más de cinco temporadas, la ausencia de una figura capaz de cambiar la dinámica de un encuentro y la evidente falta de nivel de algunos de sus fichajes.

El encuentro de Stamford Bridge ya dehó a la luz algunas carencias de la actual plantilla culé, veremos si la mano de Valverde es capaz de maquillarlas lo suficiente como para volver a tener  el éxito deseado en Europa.