¿Pero por qué chutas?

 

Una frase que se oye ante mi televisor cada vez que a Andrés Iniesta se le ocurre cargar la pierna para intentar perforar la red desde una distancia más allá del punto de penalti. Y es que resulta curioso que un jugador que posee una técnica tan depurada para el pase y para casi cualquier acción sea vea tan impotente ante la meta. De cerca, por su nulo olfato goleador, de lejos, por su carencia en la técnica y la potencia del disparo. Cabría esperar que ante la ausencia de gol, la aportación de Andrés al juego ofensivo se entendiera por su último pase. Pero tampoco. Su mejor temporada en asistencias no es más que una anécdota, porque Iniesta rara vez sirve el gol en bandeja. Hasta las estadísticas de Xavi parecen descomunales al lado de las del manchego. ¿Cómo se entiende, pues, que un jugador carente de estadísticas y sin ser un defensor sea capaz de ser colocado entre los grandes de su tiempo? Por los mal llamados intangibles. Todas aquellas acciones que rara vez se cuentan pero que son cuantificables. Superar líneas con conducciones, romper presiones con pases, ofrecerse como receptor entre líneas, dar una opción de pase a un compañero… todo aquello que permite al equipo que le posee progresar o mantener la amenaza de progreso constantemente. Además, claro, de la posibilidad de retener el balón y dotar a su entorno de niveles de posesión altísimos. Iniesta tiene relación con el juego, pero no con el resultado. Sin embargo, la historia no te recuerda por eso, de hecho no lo hará con Iniesta, pues a pesar de las incontables veces que he maldecido al televisor por un disparo suyo, su leyenda se ha forjado en noches en las que el balón acabó entrando. Y, aun así, Andrés ha dejado noches para el recuerdo en las que fue él, y por las que muchos le recordaremos…

Daniel Guillén: Barcelona 4-0 Sevilla (22/04/2009)

De Andrés recordamos muchos momentos idílicos. También históricos. Una asistencia, un gesto técnico, una pequeña muestra de su magia. Pero también goles, con más o menos trascendencia. Buscando en lo más profundo de mi ser he ido a parar a abril de hace ahora una década. Con Pep Guardiola dando órdenes desde el banco del Camp Nou, el Barcelona goleó 4-0. Precisamente contra el finalista de Copa de este año, el Sevilla. Pero en el torneo liguero. Antes de visitar Stamford Bridge. Y antes también de ganarlo todo.

El equipo activó su presión sobre la salida del rival y terminó por recuperar el balón antes de que el Sevilla pudiera superar la línea del centro del campo. Iniesta lo condujo hasta el balcón del área y entonces lo golpeó suavemente. Con cuatro defensores ante sí, atisbó que la posición de Javi Varas era algo adelantada y no dudó. Todos esperábamos un pase. También Eto’o o Xavi. Pero no. El manchego la acarició para encarrilar la séptima victoria consecutiva y acercar un poco más el título.

Con apenas 10 años, ese gol me dejó hipnotizado. La plasticidad de la definición y la trayectoria del balón negaron las palabras de mi boca. Tan solo pude incorporarme y aplaudir. Y mi padre conmigo. Lo que habríamos dado por verlo en primera persona. Estuve pensando en esa acción durante los 90 minutos. De hecho, ni siquiera soy capaz de recordar el resto de goles. Nada más terminar el encuentro, cogí un pequeño balón y estuve ensayando ese disparo por todo el piso para repetirlo al día siguiente en el patio del colegio con los compañeros de clase. Y mis padres me abroncaron varias veces; la vecina debió estar encantada conmigo en la víspera del día de Sant Jordi. Lo estuve intentando varias semanas en los clásicos A contra B de la escuela; sin éxito, claro.

Arturo Sánchez: Barcelona 1-1 Real Madrid (03/12/2016)

https://www.youtube.com/watch?v=fZYI_u8VFRM&ab_channel=NJR10HD2

Está lejos de su mejor partido. No marcó, no asistió y ni siquiera fue titular, pero pocas veces el juego de Iniesta tuvo un impacto tan grande con su sola presencia. 3 de diciembre de 2016 y el Barça debía ganar al Real Madrid para no descolgarse definitivamente de la Liga. Era un partido feo, sin control por parte de ninguno de los dos equipos y con un Barça desgobernado, con Gomes y Rakitic de interiores. Pese a adelantarse al comienzo de la 2ª parte con un gol de Suárez a balón parado el Barça seguía sin controlar el juego. Hasta que salió Iniesta en el 60’.

No jugaba desde hacía mes y medio, la lesión en Mestalla que le había hecho tanto daño a él y al Barça, que llegaba al clásico tras empatar con Málaga y Real Sociedad. Andrés lo cambió todo y el Barça, perdido hasta entonces, se reconoció en el manchego. Juntó al equipo, se acercó a Busquets y jugo con una jerarquía extraordinaria pese a estar muy limitado físicamente. Salvando las distancias recordó un poquito a Messi cojo acongojando al PSG en la eliminatoria de 2013. Con Iniesta en el campo el Barça se pareció al Barça y debió haber sentenciado el partido, pero Arda lo estropeó todo. Esa seguridad con él en el campo, ese entendimiento del juego, ese “dásela a Andrés, que él no la va a perder” es lo que ya no tendrá más el Barça. Eso y que nunca antes nadie lo hizo tan bonito.

Dani Suárez: Real Sporting de Gijón 1-6 FC Barcelona (21/09/2008)

Era la primera vez que vería al Barça en El Molinón. Llevaba todo el día pensando en ver a Messi, a Eto’o y a Puyol, pero llegué a casa habiendo visto a Iniesta.

El manchego, como tantas otras veces en aquel periodo, jugó de falso extremo izquierdo, con libertad absoluta para juntarse con el centro del campo, pero consciente de lo inmensamente superior que era en el 1×1 a su marca. El pobre Rafel Sastre aún le anda buscando por los recovecos del estadio más antiguo de España.  El «8», además. decidió que aquella noche si iba a trascender directamente en el marcador, redondeando semejante exhibición  con un gol y dos asistencias

Gracias por aquella noche, Andrés.

Joan Barriach: Barcelona 2-0 Inter de Milán (24/11/2009)

https://www.youtube.com/watch?v=uwuFkchlofA&ab_channel=FSK

Andrés Iniesta sin Messi ni Ibrahimovic. Era un 24 de noviembre de 2009 y el Barça se enfrentaba al que sería futuro campeón de Europa en el Camp Nou con la necesidad de ganar para asegurar la clasificación. Y lo hacía sin sus dos grandes estrellas: Leo Messi y Zlatan Ibrahimovic, llamado a ser el 9 que sustituiría a un tal Samuel Eto’o.

La temporada de Andrés fue globalmente muy floja, lastrado por sus continuos problemas físicos su año pasó sin pena ni gloria hasta la disputa del mundial. Pero esa noche el manchego hizo de líder, se puso los galones y comandó a su equipo junto a Xavi para asegurar un 2-0 ante un rival rocoso comandado por José Mourinho, el entrenador del momento junto a Guardiola.

Como esto va de liderazgos y ante la despedida de Don Andrés conviene recordar que, en uno de esos días aciagos en una temporada decadente e insulsa el Barcelona se enfrentaba al Atlético de Madrid, en el Vicente Calderón, sin Valdés y con el equipo en su peor momento en un lustro. Entonces entrenados por Gerardo Martino Iniesta, perdiendo la eliminatoria de 1/4 de final (1-1 en el Camp Nou y entonces 1-0 en el Calderón) y a 30’ del final, fue sustituido. Obviamente, el equipo no mejoró con su ausencia. En unos cuartos de final. Perdiendo. Iniesta, teniendo que marcar un gol, fue sustituido. Reflexionemos.

Oscar Papito: Torneo de Brunete (Verano 1996)

Era el año 96 cuando Andres Iniesta aparecía en el panorama nacional con el número 6 a  la espalda, pero no con la camiseta blaugrana, sino con la roja del Albacete.

Uno de los más pequeños del torneo, tanto física como en el carnet de identidad, y sin embargo ya llamaba la atención su manejo del balón y su destreza en el último pase.

Mediapunta, ese último regate habilidoso le acompañaba desde los diez años. Disparo con ambas piernas y algo que iría mejorando con los años ; aceleración brutal que le permitía eliminar rivales solo acelerando y frenando. Al año siguiente ya sería nombrado mejor jugador del torneo, todavía en el Albacete, para ese mismo verano aterrizar en la masía con once años. Y trasladó todo su fútbol al equipo azulgrana. Su menudez era la única duda, a pesar de que él se empeñaba en explicar, partido tras partido, que el físico en fútbol se mide en otros parámetros que no son los centímetros de estatura. Comenzaba una leyenda…

Kiko Medarde: Real Madrid 0-4 Barcelona (21/11/2015)

Sobra decir lo difícil que resulta quedarse con un partido o momento de Iniesta al margen del Iniestazo en Stamford Bridge pero puestos a elegir quiero destacar el día en que el Bernabéu despidió con aplausos a Andrés.

El 21 de Noviembre de 2015 en la segunda temporada de Luis Enrique con un Iniesta que ya no contaba con la compañía de Xavi en el mediocampo, aquel día y con un Messi en el banquillo saliendo de lesión el de Fuentealbilla lideró al equipo desde el juego pero también aportando un gol y una asistencia (a Neymar) en un 0-4 que quedará para el recuerdo entre otras cosas por la despedida del Santiago Bernabéu.

Oliver F. Domínguez: Barcelona 2-0 Manchester United (27/05/2009)

https://www.youtube.com/watch?v=ZdgnEa0PcXU&ab_channel=LukaStojanovski

Recordaré durante años cómo viví aquella final de Roma, en que, con muchas bajas, el Barça toreó al Manchester United en 2009. Fue un 2 a 0, pero qué espectáculo se dio, y me quedó la sensación que el equipo podría haber apretado y arriesgado más en ataque ante un cuadro inglés que llegaba como favorito.

Pocos días después se descubrió una razón que justificaba, por lo menos en parte, ese sentimiento que me invadió, esa especie de piedad que los nuestros parecieron mostrar hacia el equipo de Cristiano Ronaldo; Iniesta tenía una lesión, leve, en el isquiotibial, si no recuerdo mal, o quizás el aductor, situado en la misma zona. Una lesión que lo limitaba a la hora de realizar movimientos explosivos, lo que nunca fue el fuerte del manchego, o impactos, como chutar, que tampoco nunca fue su mejor virtud. Así que, básicamente, Iniesta simplemente jugó con medio Manchester United a voluntad, sin poder correr ni chutar.

Visto así, parece uno de esos dificilísimos juegos de habilidad que los críos deben hacer en las escuelas de fútbol. Pero qué fácil lo hizo Andrés ante el que era, hasta entonces, mejor equipo del mundo.