El bolsillo mágico de Valverde

Fue en 1993 cuando Doraemon apareció por primera vez en las pantallas de los hogares de España. Un pequeño gato robot del futuro dotado con una suerte de bolsillo en el que las leyes del espacio no tienen cabida. Dentro, el robot cuenta con una infinidad de objetos con una tecnología desconocida entre los humanos en lo que llevamos de siglo XXI y que le permiten ayudar a su amigo, Nobita, un chico torpe, incapaz de triunfar en los estudios, muy perezoso y que sin Doraemon podría acabar peor de lo que nuestra mente pueda llegar a imaginar. Mientras cuente con el gato, a Nobita la vida le irá bien. Pero el día que no esté… muchos serán los que recen por su devenir.

Ya sea en forma de Messi, Iniesta, Xavi, los socios… o todo aquello que podamos extraer de los últimos años, parece que a la directiva del Barça le ha tocado la lotería con un gato similar a Doraemon que, a pesar de ir cambiando de forma y persona, normalmente se escenifica en Leo. Y si el argentino había sido la explicación, casi única, del último lustro antes del verano de 2017, Ernesto Valverde ha conseguido, por momentos, hacerse con el bolsillo mágico que es capaz de evitar debacles de catástrofes superiores a las ya vividas.

La depresión implantada en el entorno blaugrana tras la marcha de Neymar y la victoria del Real Madrid en la Supercopa de España parecía difícil de superar. Asomaba la moción de censura de Benedito y la directiva parecía que tocaba fondo. Pero la dupla Leo – Valverde empezó a sacar sus primeros inventos. Y es que Valverde empezó sus andaduras dejando claro que quien iba a ganar los partidos sería Leo y que él haría lo posible para que así fuera. Una versión más cercana al juego de posición de lo que los equipos de Martino o Luis Enrique habían sido permitieron calmar los ánimos entre los más estrictos en el juego, a la vez que los resultados lo hicieron entre los que solo tienen en la cabeza la victoria. Era el inicio ideal para hace olvidar un verano que, a día de hoy, ya queda más lejano de lo que pudiera parecer.

Sin embargo, el paso del tiempo iba a poner a Ernesto ante la cruda realidad: sus piezas no iban a dar lo suficiente como para hacer que juego y resultados acompañasen. Consciente de que su futuro y que la exigencia inmediata pasaba antes por el resultado que por el juego, el técnico decidió dotar a su equipo de una estructura ordenada y difícil de superar en la que a corto plazo se dieran los resultados necesarios para sobrevivir y que a largo sirviera para asentar unas bases y mecanismos para lo que viniera después.

El uso de las piezas partían de la premisa de la certeza, es decir, usar a cada jugador en aquello en lo que seguro sabía Ernesto que iban, como mínimo, a cumplir con su función. Sin demasiado riesgo pero obligado a ello por la amplitud de la plantilla y la necesidad de revivir a ciertos jugadores cuyo estancamiento no era sostenible, al menos, en vistas al siguiente periodo de fichajes. La explicación en los minutos de Paulinho parte de ahí, así como el poco protagonismo de Dembélé. No había cabida para el error, pues eso ya tendría su espacio una vez superada la primera fase de su estancia en el club.

Si bien el haber de Valverde le servirá para trabajar lo que sin duda debe partir del objetivo de una mejoría en la fluidez en el juego, el debe queda en Roma. Imborrable en la memoria blaugrana, como así en la de Ernesto, la eliminación en Champions, no tanto por el qué sino por el cómo, es una lacra y una mancha que solo el tiempo y el trabajo del entrenador dirán si queda en anécdota o fue un aviso de hacia dónde puede arrastrar al club el talante del técnico en noches que precisan, no solo de juego, sino de imposición y confianza.

Todo el mundo sabe que, en el siglo XXI, los objetos de Doraemon era un avance que servían para solucionar problemas que, hasta ese momento, no se habían podido. Sin embargo, queda en el olvido que, en su tiempo, el gato robot es de clase baja y sale de una fábrica medio estropeado, pero es lo único que puede adquirir su dueño con poco presupuesto. Así pues, una vez superada con éxito la primera temporada, ese intervalo de tiempo en el que Ernesto ha parecido un revolucionario, el tiempo dirá si ahora el técnico se verá capaz de actualizarse a las nuevas exigencias o si, como Doraemon, solo será un robot más que pasará sin pena ni gloria en su época. En su próxima temporada, Valverde deberá demostrar si es capaz de seguir dando forma a ese bolsillo mágico o si, por el contrario, seguirá siendo Messi el único con la habilidad de no quedar desfasado.