Me van a permitir que este texto lo escriba en primera persona del singular, que me ponga un tanto melancólico y también que lo haga de un modo algo desordenado. Después de casi una semana del adiós de Juan Carlos Navarro al basket me veo con la capacidad de decir algo que no se haya dicho ya. O no y quizá me repita, pero las emociones que producen su retirada no dejan indiferente a nadie que haya seguido algo su carrera. A mí me da una pena terrible todo. Me apena él, que quería seguir y no le dejan. Me apena el Barça, que seguro pretendía evitar a toda costa tomar esta decisión. Y me apeno yo por sentirme como me siento al respecto de quien ha sido mi ídolo baloncestístico. 

Mis primeros recuerdos del basket nacen poquito antes de los juniors de oro y la explosión de la pareja Pau Gasol-Navarro, inseparable en el Barça, con España e incluso en la NBA. A diferencia de Pau, que cada año se ha ido alejando un poco más del club, a Navarro siempre los culés lo hemos sentido como nuestro (lógicamente ha pasado muchos más años aquí). Son los dos mejores jugadores de la historia del basket español, un orgullo extraordinario para todos los barcelonistas, pero “Juanqui “ siempre ha sido nuestro ojito derecho. Se nos va a quedar a todos la espina clavada de no verlos juntos otra vez en el Palau, y con la sensación de que a Navarro se le admira y se le quiere y a Pau sólo se le admira. Una pena.

Por eso duele que la despedida haya sido así, pues no deja contento a nadie. A nivel de club es una evidencia más de que no hay timonel al mando de este barco. Este asunto era lo suficientemente delicado para haberlo zanjado hace un año, pactando una retirada para este 2018, despedida por todas las pistas y adiós a lo grande en el Palau. No sé si el Barça propuso esta opción o si Navarro no cumplió, pero al Barça le ha faltado autoridad, defecto extensible al club y no sólo a esta sección. No es serio que a 10 días de la pretemporada no se supiera qué iba a pasar con Navarro. Esta alternativa de anuncio de retirada y año de despedida parecía absolutamente viable también este año viendo la configuración de la plantilla, pues el Barça ni ganará ni dejará de hacerlo por Navarro. Esta historia de dos décadas merecía una despedida con el «11» vestido de corto, y no esta cutrez de comunicado ahora para dentro de mes y medio despedirle en traje en un partido random donde a saber cuántos espectadores hay. Esto es una chapuza se mire como se mire.

Navarro lleva sin ser Navarro prácticamente desde hace 5 años, siendo respetado su status (tanto deportivo como económico) hasta la exageración. Se dice pronto, pero lo más cerca que ha estado el Barça en todos estos años de moverle un poco la silla  fue con Alan Anderson, que estuvo sólo unos pocos meses. Desde entonces han llegado escoltas al equipo de un corte muy complementario, no sustitutivo, como Oleson o Ribas. Sólo con la llegada de Rice y Koponen el escenario estaba llamado a cambiar, aunque como los dos resultaron un fiasco no ha habido relevo ninguno. Su papel debió haber sido reducido drásticamente desde hace años y por unos motivos u otros no se hizo. Navarro acababa siempre siendo el único recurso ofensivo estuviera bien, mal o regular. Xavi Pascual murió con el Navarrosistema y Bartzokas no pudo enterrarlo por las numerosas lesiones. Sólo Sito Alonso y Svetislav Pesic parecieron más o menos decididos a acabar su era hasta que finalmente el serbio lo ha hecho.

No puedo evitar pensar que el propio Navarro tiene buena parte de responsabilidad en todo este tema. Él tenía que haber dado el paso de echarse a un lado hace tiempo en lugar de seguir menguando su leyenda sin hacer justicia al impresionante jugador que fue. Resultaba incomprensible su presencia casi verano tras verano con España cuando durante la temporada jugaba infiltrado o no jugaba una cantidad de partidos ingente. Creo que Navarro tenía que haber mostrado algo más de respeto al equipo que le pagaba. El caso es que Barça y Navarro han sido muy dejados en este asunto y este final se veía venir.

Muchos palos se está llevando el club por la mejorable gestión de este asunto, pero conviene no olvidar que muy buena parte de las críticas provienen de quienes mataban a Scariolo por llevarle a las últimas citas de la selección o de propios aficionados culés que llevan años exigiendo su retirada. El Barça tenía la obligación de decir “hasta aquí”, pues por uno u otro motivo la situación se ha alargado mucho más de lo deseable hasta este amargo fin, pero no de esta forma.

He comenzado este texto con la idea de que fuera algo emotivo, pero no soy capaz de hacerlo, no me sale serlo y no me gustaría forzarlo. La relación Barça-Navarro se ha contaminado de tal modo en los últimos años que al final las dos partes han salido tocadas. Pretendía contar un par de anécdotas personales con Navarro de por medio que agrandaban su status como mi ídolo, pero me veo incapaz. Pensándolo bien igual lo mejor es dejar pasar un tiempo e intentarlo en otra ocasión, más oxigenado. Hablaría de eso, de que es el elemento común de las dos Euroligas, de esa mirada triste que solía transmitir, de lo divertido que era verle jugar, de cuando estuve a punto de comprarme la camiseta de Rice en lugar de la suya, de cómo odié a Batum en aquella final de Europeo donde pagó su frustración contra él… Mil historias de un jugador único. Iba a decir que es uno de los nuestros, pero se quedaría muy corto. Navarro somos nosotros, Navarro es el Barça. Quizá en unos meses o en unos años retome este texto, porque olvidarlo seguro que no lo olvidaremos. En cada bomba, en cada flopping o en cada triple en transición. GRACIAS, Navarro.