Thomas Heurtel es un jugador sumamente especial. Nadie duda de que es uno de los mayores talentos del baloncesto europeo, pero pocos se irían con él a la guerra. Y se había ganado que así fuera hasta el año pasado, en el que se ganó el derecho a ser respetado y tenido muy en cuenta a la hora de ser un referente de un equipo ganador de verdad.

Con los matices que cada uno quiera adjuntar y los defectos que nunca será capaz de corregir, sí, pero la temporada de Heurtel fue tremendamente meritoria. Asumió desde el primer al último día el papel que se le había reservado y algo más. Porque el que iba a ser su suplente fue un fiasco total. Porque quien hizo las veces de base reserva no es base. Porque Koponen estuvo media temporada fatal. Porque Navarro estaba para lo que estaba. Porque en lugar de fichar base se ficha escolta (y no muy bueno). Porque su mejor socio en la pintura se pega desde febrero lesionado. No lo tuvo nada fácil el francés.

Desde luego otros en su situación hubieran abdicado. O mejor dicho, sin el subjuntivo. La temporada anterior y en una situación parecida Tyrese Rice renunció por completo. Él no tuvo a un Pesic para que le renovara la ilusión y las circunstancias fueron peores, cierto, pero no estuvo a la altura. Heurtel sí. Quizá porque el techo era menor o porque al menos tenía muchos más compañeros en el vestuario que en la enfermería, pero el francés jamás renunció al papel protagonista que le tocó jugar. 

Este año no estará tan bien acompañado como probablemente debería, pero tampoco solo. La llegada de Kevin Pangos le descargará de minutos y responsabilidad, siendo una pareja muy complementaria dada la evolución del base canadiense. Y es que lo que ha hecho Pangos en Kaunas es un intensivo de dirección de juego tutelado por uno de los maestros del siglo XXI. En Gran Canaria se vio a un jugador con potencial, pero no se le intuía que pudiera alcanzar esta maduración que ha experimentado en Zalgiris. Tras dos años en el maravilloso proyecto de Jasikevicius Pangos sale como un defensor más aplicado, un director de juego mucho más maduro y con una toma de decisiones mejorada. Y tiene todavía 25 años, la experiencia de quien ya ha pisado una Final Four y un buen contexto en el que crecer más, pues conoce la liga y llega a un equipo en el que va a tener un rol ideal. 

Lo bueno de tener una pareja de bases tan igualada es que van a poder desarrollarse sin trabas. La meritocracia reinará en la consecución de minutos, y ambos tendrán la oportunidad de ganarse jugar los decisivos. Incluso compartirlos, porque si bien Thomas Heurtel vive de tener el balón Kevin Pangos no tanto. En Zalgiris casi siempre se ha hecho dueño y señor de él, sí, pero en ocasiones ha cedido el naranja a Micic o Ulanovas, que podían hacer las veces de generadores y el canadiense se movía en la búsqueda de espacios. El juego sin balón no es su mayor virtud, pero puede compartir pista con Heurtel, al menos en ataque. 

La transformación de Thomas Heurtel de un gran jugador de momentos a gran jugador de partidos y temporadas puede haber empezado. O no. En cualquier caso es evidente que está ante la temporada más importante de su carrera. Está en ese punto en el que puede dar ese paso de más para ser élite del baloncesto europeo o quedarse en lo que está. Pese a la llegada de Pangos él seguirá siendo el jugador más autosuficiente del equipo, el llamado clutch, pues no ha llegado ni un gran escolta generador y tampoco un alero con recursos ofensivos (directamente no ha llegado alero). Para él es un reto, pero por lo pronto está en un equipo que le necesita y un entrenador TOP que confía en él como nunca antes había hecho nadie, posiblemente. Pesic quizá era justo lo que necesitaba para subir el escalón definitivo.