A nadie escapa que la actual situación de Dembélé es, cuando menos, preocupante. En una plantilla nada sobrada de talento diferencial y cuando la megaestrella argentina está obligada a pasar unas semanas en la grada, podríamos esperar que sería el momento de Ousmane. El lado bueno, o al menos el sitio desde el que indican los que mejor le conocen, es precisamente partiendo desde la derecha, justo desde donde jugaría si fuera de la partida.

Pero el único sitio que está visitando el francés de momento es el banquillo. Y aquí entra en juego la gestión del jugador por parte de los que mandan. Evidentemente un tema nada sencillo y que demanda un proceder complejo, porque trivializar al jugador simplemente indicando que es una futbolista díscolo, sería simplificar una situación donde claramente no podría ser ese el único problema.

Partamos de la base que es un jugador joven, que ha costado la barbaridad de ciento cincuenta millones de euros, pero que también ha sido campeón del mundo con su selección y piedra angular de un Borussia de Dortmund que bajo ningún concepto quería dejarle marchar.

Sus primeros partidos de la temporada mostraban su mejor versión, con goles y actuaciones decisivos. ¿Problema? Eran los partidos en los que el Barça jugaba peor.

A partir de que el entrenador ha dado con  la tecla y Arthur ha empujado a Coutinho a la punta y este a su vez al protagonista de nuestra historia a un sitio en el banquillo, esto ha cortocircuitado al futbolista haciéndole no entender su papel. ¿Por qué, si yo estaba siendo el “mejor” sobre el terreno de juego? Resuena en su cabeza cuando en lugar de vestirse de corto, se pone el plumas entre sus compañeros de banco.

A esto empieza a añadírsele ciertos temas extradeportivos como tardanza en llegar a convocatorias y a entrenos y ya tenemos el caldo de cultivo que tanto gusta a periodistas y, porque no decirlo, cierto grupo de aficionados, ávidos de un cabeza de turco al que dilapidar día sí y día también. Ocurrió con Chigrynski, pasó con Alexis Sánchez… y ocurrirá toda la vida en este club. Sobre todo si el objetivo encima ha supuesto una inversión que a veces parece salir del bolsillo del aficionado de a pie.

Estará en el debe de todos si finalmente el joven crack no triunfa en este equipo. Porque calidad única la tiene y ya nos ha mostrado gotas. Su capacidad de mejora es evidente, pero poco a poco y bien llevado podría ser diferencial en el panorama internacional y ayudar a este Barcelona, no ya a ganar partidos, sino a conseguir títulos.