Josep Lluís Núñez, el legado de un capo

Núñez, fallecido ayer a sus 87 años, fue el presidente del Barcelona más longevo de la historia y una figura capital para entender el crecimiento de la entidad catalana estos últimos 40 años.

Era un empresario del mundo de la construcción, des de el que conseguiría su poder económico, político y social con el que llegaría a la presidencia del Barça en 1978 en las primeras elecciones democráticas en el club desde la muerte de Franco.

Con poder, con su empresa y sucedáneas filiales de Núñez y Navarro (se casó con Maria Lluïsa Navarro, hija de un promotor inmobiliario y con la que montaría sus negocios en el sector de la construcción), su ambición y mayor personalidad le llevaron a una campaña durísima, llena de polémicas y sospechas electorales, en la que se hizo con la presidencia del Fútbol Club Barcelona.

Él siempre entendió esto, el fútbol, como un negocio, y ser el presidente del segundo equipo más importante del país a nivel económico y social, con el peso que tenía y tiene la entidad en Catalunya, era una puerta abierta a hacer negocios y crecer en todos los niveles.

En su visión de futuro, como negocio, priorizó la gestión económica y patrimonial por encima de una coherente política deportiva. Con él llegaron los fichajes de estrellas mundiales consagradas (Schuster, Maradona, Stoichkov, Lineker, Archibald, Romario, Ronaldo, Rivaldo, etc.), las trifulcas y peleas con la gran mayoría de ellos (el ego de Núñez era tal que nunca permitió que ningún jugador, aunque fuera el mejor jugador del mundo, pasara por encima de la directiva, o sea, de él) hasta que se fueran a otros equipos y el continuo vaivén de jugadores y entrenadores hasta que decidió jugársela con un tal Johan Cruyff.

Con el holandés el crecimiento pasó, también, a ser deportivo, lo que había construido antes había servido para ampliar el estadio hasta crear un tercer anfiteatro, superar la barrera de los 100.000 socios, construir el Mini Estadi, construir un pequeño edificio llamado “La Masia” en la que convivirían un puñado de jóvenes promesas llegadas de cualquier rincón del planeta y potenciar las secciones polideportivas.

Con Cruyff, un mito del barcelonismo ya como jugador, consagró su leyenda desde el banquillo. Por fin el presidente vasco encontró en el entrenador a una figura cuyo ego podría competir con el presidente. Dos egos completamente encontrados que, juntos, crecieron e hicieron crecer al club hasta el olimpo. Wembley 92 sería el colofón a un periodo que empezó en el motín del Hesperia en el que el presidente fue intransigente: 14 jugadores despedidos, el entrenador inclusive, y una renovación total del plantel a manos de una figura respetada como la de Johan.

Como el ego y la personalidad de Núñez era omnipresente era inevitable que el enfrentamiento con Cruyff acabara mal. De forma traumática, histriónica y abrupta a dos semanas de acabar la temporada 95-96, la segunda consecutiva en blanco desde el desastre de Atenas, el técnico holandés sería destituido de forma fulminante con una rueda de prensa impagable del presidente de Barakaldo.

Después de eso, con la ley Bosman en funcionamiento y la aparición de los derechos televisivos como foco principal de ingresos de la entidad, la apuesta por los fichajes estrella aumentó y la inversión, también.

En sus 22 años de presidencia, con sus más y sus menos, generó por encima de todo un tipo de mandato presidencialista, carismático (a su manera, pero carismático), exagerado y con una oratoria muy particular en el que una gran parte del Soci se sentía identificado.

Mítica es la frase al soci no se’l pot enganyar a la vez que podía sacar a relucir sus lágrimas en algunas de sus intervenciones públicas. Enfrentado con Cruyff hasta el extremo fue la única figura que en su momento podía equipararse a nivel de carisma y calado social a la del holandés hasta derivar en un fenómeno como fue el enfrentamiento entre “nuñistas” y cruyffistas”.

Pasados ya más de 20 años de esos episodios no cabe duda que el presidente fue una figura colosal que solo fue derrotado por el cansancio de tantos años en el poder. Su importancia fue tal que a día de hoy aún hay directivas, la actual, que intentan actuar con los mismos principios y métodos que utilizó Núñez.

A nivel extradeportivo, y de forma coyuntural, fue un empresario corrupto, condenado por soborno a varios inspectores de hacienda y con sus entradas y salidas de la prisión.

Así es el fútbol y así es el negocio, él lo entendió, se adaptó, él creció y el club también.