Rakitic y diez más. Este ha sido el mantra que ha acompañado a Valverde en lo que va de temporada, para incomprensión de gran parte de la hinchada culé. Intentemos ponernos en la piel del entrenador para explicar esta decisión.

El curso pasado, tras el Mundial, Iván fue el jugador del panorama internacional, que más partidos oficiales disputó el año pasado, incluyendo el llegar a la final de la Copa del Mundo, siendo para muchos el verdadero jugador clave de su selección. El sustento sobre el que giraba todo. Para Ernesto muchas veces así ha sido; la extensión del entrenador en el campo. Lo que muchas veces en el pasado reciente del club representaba la figura de Sergio Busquets, sobre todo en época de Pep, ahora es el croata. Simboliza cómo quiere el Txingurri que el equipo entienda el juego, como un bloque donde el cuatro ejerce de factor corrector, que ayuda a todos tanto con balón, como sin él.

Cuando de defender se trata, el jugador nacido en Suiza, realiza dos funciones principalmente; bien ayuda al medio centro actual, normalmente Busquets, equilibrando las salidas a banda de este para recuperar balones. Bien, sobre todo últimamente, ejerciendo una figura tan especial como es la de tercer central que se reconvierte a medio centro, para lo cual se requiere una lectura del juego sublime. Siendo esta la característica fundamental de este jugador de mundo, entiende el fútbol como pocos y, como pasa con esos jugadores especiales, muchas veces no es lo que realiza cara al aficionado, lo que nosotros vemos, sino precisamente esa labor oscura, que pasa desapercibida para la mayoría, pero no para los entrenadores de su escuadra. En este caso Valverde.

En ataque son conducciones, llegada, apoyo al lado débil, ocupación del espacio y disparo exterior. Cualidades muy caras y difíciles de encontrar en este equipo, pero sobre todo sin penalizar el fútbol de toque azulgrana. Y todo esto lo hace con una cualidad imponderable como es la grandeza. Un jugador que se sabe importante, que ha desarrollado su fútbol siendo líder de la selección revelación del último Mundial. Es consciente de su peso en el juego, su entrenador se lo reconoce y el vestuario cada vez lo tiene más claro. Sin ruido, como ese actor secundario que, pasando desapercibido, hace que la película funcione. Amalgama las escenas que, en este caso, se ejecutan sobre el césped.