Cumplido ya un año desde su llegada, los primeros 365 días de Coutinho en la nave azulgrana solo han dejado un -triste- ganador; El Liverpool.

El brasileño no ha terminado de ser el jugador que todos esperaban, pese a que puede que ese sea, precisamente, el problema. ¿Qué jugador es Coutinho? O lo que es más importante: ¿Qué jugador debe ser Coutinho en este Barça?

La indefinición del carioca ha lastrado sus últimos movimientos dentro del equipo, relegándole a una situación que, salvo contratiempo en forma de lesión, parece complicado revertir de cara al final de temporada.

El nuevo “7” blaugrana aterrizó en Barcelona con el cartel de estrella y al cobijo del paraguas que suponía la situación de Dembelé. El francés, recién incorporado tras una larga e inoportuna lesión y en plena adaptación al club, acaparaba todas las críticas en un tramo especialmente inhóspito para el extremo, mientras que Phillippe subsanaba su intermitencia en el juego con una productividad nada desdeñable, finalizando su primer semestre como culé con una decena de goles y la mitad de asistencias, rondando su ratio de participación el gol por partido.

Con el nuevo año y la marcha de Iniesta, todas las miradas, incluida la de su entrenador, apuntaban hacia él como el nuevo generador de juego. Tras postularse en el Mundial con buenas actuaciones desde ese interior izquierdo, Coutinho aparecía en la 18/19 como el sustituto del gran Andrés.

Apenas un mes duró la apuesta del Txingurri por su ansiado interior. El ex del Liverpool se mostraba lento a la hora de soltar el balón y no terminaba de interpretar cuándo debía ejecutar cada acción. Nadie sabe la evolución que hubiera tenido en la posición, pero Valverde decidió no probarle más ahí, dando entrada a un Arthur que pareció abrirle un nuevo (y positivo escenario) a nuestro protagonista.

La noche de Wembley significó un antes y un después en la temporada del segundo proyecto de Valverde. Después de una etapa errática, la gran actuación de su equipo y la aparición de, ahora sí, el nuevo “8” de Can Barça devolvió la sonrisa a entrenador y aficionados, convencidos ambos de que habían encontrado su alineación, y a un Coutinho que, con gol incluido, creía haberse encontrado. Partiendo desde la izquierda, pero con una tendencia interior que, al contrario de lo que ocurría con su “rival” Dembelé, no entorpecía la relación Messi-Alba, y recibiendo en una zona donde su colmillo en el pase sí que tenía efecto.

Quién iba a imaginar que sería la lesión de Messi, el momento en el que todas las miradas apuntaban al brasileño como uno de los encargados de suplir de alguna manera la baja del astro, el lastre definitivo al Coutinho 18/19.

Pese a abrir el marcador del clásico, Phillipe no fue capaz de tomar unas riendas con acento uruguayo, a la par que un cohete envuelto en polémica le adelantaba por la derecha.

A día de hoy, la situación de Coutinho se entiende a partir de la indefinición. No es el mejor interior ni el mejor extremo que puede alinear Valverde.

Por delante suyo, la pareja de “Arturos” se han instalado como la dupla que se disputará el puesto libre del centro del campo, mientras que Ousmané se ha ganado completar el ataque.

Sin la pausa o la lectura de Arthur o sin el bagaje táctico y físico que aporta Vidal, parece complicado volver a verle por detrás de los delanteros. La debilidad defensiva mostrada por el equipo en el primer tramo de temporada lastró al entrenador a seguir probando esa opción, optando por un mayor control con centrocampistas puros.

Una vez resuelta cuál debe ser la plaza del once a la que aspirar, Coutinho se enfrenta a un Ousmane Dembelé en pleno crecimiento. Alejándose cada vez más del extremo alocado imprevisible, aquel que generaba goles al mismo ritmo que pérdidas absurdas, con sus correspondientes consecuencias, desde Milán el francés parece crecer día a día en la comprensión del sistema, del juego y de la pizarra, llegando incluso a formar una doble mediapunta con Leo en el último encuentro liguero, sin perder el desborde y el poderío que aportan la tan reclamada profundidad al juego azulgrana más allá de los alley-oops.

En este contexto, el mes de enero se antoja vital para Coutinho. En una situación adversa para él, con el peso de ser el fichaje más caro de la historia del club, debe tratar de convencer a su entrenador de su error rodeado de jugadores no habituales. Sin un delantero suplente, con Malcom prácticamente desterrado y el reparto de minutos lógico para el descanso de los pesos pesados, la falta de sistema provoca que veamos actuaciones tan pobres como la del Ciutat de Valencia en la noche de ayer, donde la voluntad del jugador no fue suficiente, abundando así las conducciones sin sentido, las pérdidas innecesarias y los controles con intención de un chut marca de la casa que nunca llegó a producirse.

Una rebelión sobre el césped de un crack hambriento por demostrar su valía que puede ser muy beneficiosa, en primer lugar, para el Barça. El papel real de Coutinho en el rumbo del Fútbol Club Barcelona 2018-2019 está aún por resolver, siendo esta un arma que, a buen nivel, pocos equipos en Euorpa pueden presentar. Su productividad debe significar una amenaza más en las grandes noches, máxime si parte desde la banca, apartando hasta junio las dudas del encaje de un Coutinho al que, hasta el momento, su indefinición no ha permitido triunfar en Can Barça.