El esperpento del caso Rafinha
En este mercado de invierno se esperaba poder aprovechar de una vez la oportunidad de vender a Rafinha Alcántara pero la enésima lesión de rodilla del canterano arruinó los planes del Barcelona, lo que dejó aún más al descubierto la terrible gestión que la directiva culé llevó a cabo del caso el pasado verano, momento en el que se cometieron negligencias y se contaron mentiras a los aficionados. Y que conste que el peor parado de todo esto es el propio futbolista; se pasó unos meses en el Barça casi sin jugar, y gracias de la lesión de Messi, y la rodilla le dejará sin sentirse futbolista durante el resto de la temporada, al final de la cual el club probablemente acabe malvendiendo, o cediendo de nuevo, al menor de los Alcántara.
Vaya por delante que el verano pasado fue bueno en general para el Barcelona tanto en entradas como, algo menos, en salidas, y también que Rafinha es un muy buen jugador, pero ha quedado bastante claro que, por la razón que sea, al Barcelona no le sirve. La cesión al Inter parecía un movimiento sólido; con la opción obligatoria de 35 millones si los interistas se clasificaban para la Champions, o eso nos contaron, ya que en caso contrario el Fair Play Financiero no les permitiría realizar una inversión de tal calado. 35 millones es un buen precio por el centrocampista, en mi opinión, aunque con el mercado actual se podría intentar estirar hasta una cifra entre los 40 y los 50 millones. Eso es por un Rafinha sano, cosa que Rafinha no estará varios meses.
El primer problema vino con el hecho que la cláusula de 35 millones no era obligatoria en ningún caso para el Inter, eso fue una mentira de la directiva azulgrana difundida por los medios, quienes, como muchos aficionados, nunca se preguntaron la razón por la que se pasó a llamar “pacto de caballeros” cuando los transalpinos decidieron no ejecutar la cláusula, pacto que el Inter no cumplió, el club italiano quería una rebaja mientras se gastaba el dinero en Nainggolan, diferente que Rafinha, más viejo y más caro, y estaba a punto de hacer otro desembolso importante en Arturo Vidal cuando lo pescó el Barça.
Huelga decir que si la opción firmada por Rafinha hubiera sido obligatoria el Barcelona hubiera podido exigir su cumplimiento ante los organismos pertinentes, si no se hizo es porque nunca existió tal obligatoriedad. La actitud del Inter es muy reprochable, las cosas como son, pero la directiva del Barça mintió a todo el mundo, y cuando quedó la mentira descubierta se culpabilizó al club italiano y nadie exigió explicaciones a Bartomeu y compañía.
El esperpento siguió cuando el club buscó activamente otros compradores y logró convencer al Betis, pero las peticiones azulgranas eran demasiado altas para los andaluces, a pesar de ello parecía que el acuerdo era cuestión de tiempo. Hasta que saltó la sorpresa y el club verdiblanco fue más listo y, con el cierre del mercado a la vista, se agenció a Lo Celso, más joven y con una opción de compra más barata, proveniente del PSG. El Barça tensó demasiado la cuerda creyendo tener la sartén por el mango y el trasero de la directiva blaugrana quedó otra vez al descubierto y logrando un precioso bronceado en el caluroso agosto barcelonés. Sorprendentemente, el moreno de la retaguardia de los mandamases culés tardó más en esfumarse que la voluntad de explicaciones de socios, compromisarios y la siempre complaciente prensa.