Por Marc Hernández

Salió el Barça decepcionado de El Sadar, por haber concedido un penalti en el momento más inoportuno y haber dejado escapar dos puntos más en el inicio de temporada más flojo de la última década. No obstante, y tal y como sucedió en la última vez que el club azulgrana sumó tan solo cuatro puntos en las primeras tres jornadas de Liga, hay brotes verdes en cuanto al juego colectivo que valen la pena comentar.

Una intención a destacar

El primero, y el más importante respecto a las dos primeras temporadas con Valverde, es la intención de practicar un juego mucho más posicional. Con un sistema conocido – el 1-4-3-3 –, que se convierte en un 1-2-3-5 en fase ofensiva, con falsos laterales, interiores altos y extremos muy abiertos. Un dibujo que naufragó en San Mamés, maravilló en el Camp Nou frente al Betis y volvió a quedar en entredicho en Pamplona.

A falta del regreso de Messi y Suárez, por ahora Valverde quiere que su equipo abra mucho el campo, explote los espacios entre líneas e imprima una alta circulación de balón. No obstante, la ejecución ha sido más bien irregular, con la excepción de la goleada al Betis, y falta por saber qué continuidad tendrá esta propuesta cuando se incorpore de nuevo el ‘10’.

Sobre el campo, dos nombres propios sobresalen en estas primeras jornadas. El primero, Frenkie de Jong. Por el momento, Valverde lo ha utilizado en el mediocentro y como interior-mediapunta, dos roles muy distintos en los que no ha acabado de cuajar. El ‘21’ tendrá que adaptarse a un nuevo ecosistema en el Camp Nou, bastante diferente al que tenía en el Ajax.

Y es que si bien ambos equipos suelen practicar propuestas ofensivas, ambas difieren en varios aspectos fundamentales. Acostumbrado a jugar con libertad en el ataque funcional de Ten Hag, el juego de posición delimita el juego de De Jong en una zona concreta del campo y no requiere que pise orillas contrarias. Sin embargo, esto no tiene por qué tener un impacto negativo en el juego del joven holandés per se, aunque si bien es cierto que Valverde deberá ajustar su rol a sus características como futbolista.

El otro nombre que destaca es el del otro fichaje estrella, Antoine Griezmann. En San Mamés fue extremo izquierdo, compartiendo delantera con Ousmane Dembélé y Luis Suárez. Con la lesión del uruguayo a la media hora de partido y, ante la baja de Leo Messi por sus molestias en el sóleo, el delantero francés ha ejercido de ‘9’ puro, con libertad de movimientos para asociarse pero con la firme obligación de atacar el área contraria y fijar a los centrales rivales.

Si bien en Bilbao estuvo desaparecido, Griezmann se erigió como el mejor frente al Betis dando una exhibición en una posición y un rol que no son los suyos. Aún así, su buen rendimiento no tuvo continuidad en Pamplona, en parte por la mala actuación colectiva, ya que apenas pudieron conectar con él en las condiciones que necesitaba para desarrollar su mejor versión.

El contraste entre sus participaciones frente al Osasuna (23, las mismas que en el primer cuarto de hora frente al Betis) y el de la segunda jornada de Liga ponen en entredicho su adaptación al ‘9’, pero aun es demasiado pronto como para sacar conclusiones.

El nuevo papel de la cantera

Estos tres primeros encuentros han dejado otra noticia muy positiva: la renovada confianza en la cantera. Ya fuera por convicción o porque no tenía alternativa, Valverde optó por alinear a Carles Pérez en estos tres partidos tras su buena pretemporada y lo cierto es que mejor no le podía haber salido: el canterano marcó un gol frente al Betis y asistió en los dos goles ante Osasuna.

Como extremo académico, bien abierto por la derecha, Carles se ha asociado bien con sus compañeros e incluso ha cargado el área con puntualidad. Sus buenas actuaciones le acabarán valiendo el dorsal en el primer equipo: si juega un total de siete partidos esta temporada – lleva tres –, le tocará subir por contrato. La salida de Rafinha, además, refuerza la confianza que se ha depositado en él, convirtiéndole de facto en el quinto delantero de la plantilla.

Y, ya por último, una aparición. La de Ansu Fati, que está viviendo un sueño que cualquier culé ha tenido cuando fue adolescente. Con apenas 16 años – edad en la que aún debería estar jugando en el Juvenil A – le llamaron para entrenar para el primer equipo ante las bajas arriba, pasando por delante de Abel Ruiz. Impresionó tanto a Valverde que, tras cuatro entrenamientos, fue convocado para el encuentro ante el Betis y acabó debutando, dando incluso una muy buena impresión.

El apogeo llegó una semana después, en Pamplona. Con resultado en contra, Valverde tiró de él tras el descanso y le introdujo en lugar de Semedo, reorganizando tácticamente al equipo. El primer balón que tocó acabó en gol: un remate de cabeza cristianesco que sorprendió a todos, incluido él mismo.

Esta aparición, impropia en el fútbol de élite, se deberá gestionar bien. El propio Valverde así lo reconoció después, pero en ningún caso tiene intención de pinchar el globo antes de que la inercia así lo requiera. Por ahora, Ansu sigue entrenándose con el primer equipo, por una pura cuestión de meritocracia. Cuando regrese la MSD, entonces, regresará al filial para marcar las diferencias y se mantendrá como sexto delantero en caso de emergencia: un rol que nadie hasta ahora se hubiera imaginado y que, sin lugar a dudas, se ha ganado a pulso.