El Barcelona ha debutado en Champions League del mismo modo que lo hizo el año pasado; con una derrota. Además, ambos partidos guardan muchas similitudes; el año pasado el Rhein-Neckar Löwe apabulló al Barcelona en el inicio, pero los de Xavi Pascual apretaron y perdieron solo de uno, este año ante el Pick Szeged húngaro llegó a vencer por nueve (20-11) a inicios del segundo tiempo y el Barça se puso a uno (27-26) a siete minutos del final. Pero no se culminó la remontada.

El Barcelona es un equipo sensiblemente superior a los magiares, y eso es ser suave, y esta derrota ante uno de los rivales fuertes del grupo puede condicionar el devenir del grupo; queda mucho pero los azulgranas están a una victoria de sus tres rivales directos; el propio equipo de Juan Carlos Pastor, el Flensburg germano y, especialmente, el PSG. Paradójicamente, que el grupo tenga a priori un nivel más bajo que el del año pasado puede penalizar al Barcelona en su asalto a esa primera plaza que da acceso directo a cuartos de final, ya que el cuadro francés va tener pocas opciones de dejarse puntos, algo que ahora resulta necesario.

Del partido en Hungría hay detalles que llamaron la atención; el Barça debe salir enchufado, máxime si quiere jugar como lo hizo el pasado año, Bombac se comió a un Cindric que tan solo anotó un gol de penalti, Gonzalo tuvo un día muy malo que Möller estuvo a punto de arreglar y, por último, el Barça erró tres penales ante Mikkler, dos de ellos de Dolenec en los tres primeros minutos, y esas concesiones se pagan caras.

Entre lo positivo, que Fàbregas y Mem están cada vez más preparados para tirar del carro y el Barça puede tener estrellas mundiales en ellos para más de una década.

El equipo se redimió el martes apabullando a un Huesca que pagó los platos rotos (49-26), pero es a partir de este sábado, con la visita del Celje, que el equipo debe enderezar su marcha en la máxima competición europea, el auténtico objetivo de la sección.