Es fácil hacerse amigo del malo; el travieso es divertido, genera situaciones memorables, momentos transgresores, envites de jaque al poder establecido, que tienen un atractivo inherente para casi cualquier tipo de persona. El jugador y también el aficionado no es ajeno a este comportamiento. Atrae.

Pero en un club sano, no está claro que sea la mejor conducta que un vestuario deba promover. Las manidas “vacas sagradas”. Esos intocables que generan vicios  donde, o eres de su agrado, o comienzas a estar apartado del núcleo duro, de “los que mandan”.

En esta semana se han producido dos situaciones que han podido escamar al aficionado medio, sobre el comportamiento que se estila en este grupo de jugadores y por ende en el club, generando dudas, no ya en si dicha determinación sea sana o ética, sino beneficiosa a medio plazo para la consecución de objetivos en la entidad y no solo para beneficio de unos pocos. Dichas situaciones, todos sabemos cuáles son, han sido una en el campo, la posible exclusión de Griezzman sobre alguna jugada protagonizada por el duo atacante, y la posibilidad de retrasar pagos a algunos jugadores, para dejar hueco a la operación Neymar, que Piqué dio por conocer en sus declaraciones esta semana.

Ambas situaciones, la primera interpretable, y la segunda entendible según de qué deporte estemos hablando, parece una práctica común en el deporte americano. Ponen en tela de juicio si estamos ante un vestuario lo suficientemente sano, pero sobre todo con el peso justo en las decisiones de club. No se debe menospreciar a un compañero durante el juego, pero tampoco se pueden definir las directrices deportivas de un club desde sus propios jugadores. Eso está claro.

Los dedos apuntan a ciertos jugadores consagrados cuyo mejor fútbol ya vimos, rondando o superando la treintena, pero con contratos de larga duración, que hace que, para bien o para mal, todavía les queden años de estancia en el club. No sé si la palabra es acomodamiento, dosificación o simplemente ley de vida, pero está claro que en un fútbol donde el ritmo de juego marca cada vez más qué equipo es competitivo y cual va a ser pasado por encima más pronto que tarde, el equipo debe dar un paso adelante y volver a mostrarse como lo que nunca dejó de ser; un top de Europa. No es un tema de correr más que el rival, pero tampoco de intentar dejar las pulsaciones del juego como si se estuviera hibernando, sobre todo porque cualquier rival puede, hoy por hoy, romper ese hielo que pretendemos hacer reinar y calentar el juego con “un par de centros al área”. Como bien dices Pep, referente para el culé solo cuando nos interesa su mensaje, muy pocos jugadores en el mundo pueden jugar sin correr, quizá solo Leo y a ratos.

Cuanto de cierto hay en que exista ese núcleo duro, que defina hacia donde va el club y quien es digno de formar parte del mismo o no, prácticas que podríamos catalogar de mafiosas. Evidentemente, no lo sabemos, pero indica que quizá llegó el momento de una limpieza, de abrir las ventanas del vestuario, como ya hizo en su día Guardiola con las salidas de Ronaldinho y Eto´o. Pero para ello la junta debe nombrar un técnico con plenos poderes para dirigir esa limpieza. Algo que no sabemos si está capacitada para realizar.