Ilusiones renovadas
Por @penflexiones
Dicen que año nuevo, vida nueva. Momento para nuevos propósitos, para afrontar con actitudes renovadas el día a día, para dejar atrás malos hábitos y abrir la puerta a proyectos ilusionantes. Todos sabemos que esta energía especial suele durar poco y que la lista se va absorbiendo a la del año siguiente de forma acumulativa, pero en el caso del Barcelona, con el ridículo de la Supercopa mediante, enero nos ha dejado un panorama absolutamente rompedor con la situación que atravesaba el primer equipo.
El cambio de entrenador ha traído aire fresco a una habitación que ya olía demasiado a viejo. Gran parte de la afición culé necesitaba una dosis de ilusión para reengancharse a un equipo que, pese a las ligas ganadas, no conectaba emocionalmente con la esencia del barcelonismo. Un equipo que parecía instalado en la tristeza post Liverpool, un grupo que daba síntomas de haber perdido el hambre.
Y, de forma más o menos merecida, el máximo representante de esa situación era Ernesto Valverde. El entrenador era la cara visible (nunca mejor dicho) de ese agotamiento del proyecto. Un equipo sin chispa, sin alegría, sin atrevimiento, sin magia… el fiel reflejo de lo que (no) transmitía Valverde.
Porque con la llegada de Setien, más allá de los mil pases; de los cambios en el dibujo; de la presión adelantada tras pérdida; de contar con Riqui Puig; incluso más allá de la vuelta a las raíces puramente Cruyffistas, el cambio que más me llama la atención es que el Barcelona vuelve a tener un entrenador al que se le ve ilusionado en su puesto. Porque es imposible transmitir ilusión a un grupo si tú no la sientes o no la reflejas, y el bueno de Ernesto eso no lo tenía.
Quique Setién en la rueda de prensa de su presentación era la viva imagen de la felicidad. Se le vio eufórico y emocionado. Parecía que le acababa de tocar la lotería. Su expresión reflejaba que entrenar al Barcelona era como si le hubiese tocado El Gordo, y no como si hubiese sido la plaza libre que le tocó en la oposición. Igual que le podía haber tocado el banquillo del Valencia, el Olimpiacos o el Sestao.
El técnico cántabro transmite a cada segundo desde que llegó que está cumpliendo el sueño de su vida. Porque él siempre ha sido entrenador del Barcelona, pero en otros equipos. Si ser entrenador del Barcelona es asumir firmemente los conceptos que implantó El Flaco hace treinta años, Setien ya era entrenador del Barcelona en el Lugo. Allí en el Anxo Carro su equipo no rifaba un balón, y con el faro Carlos Pita en el mediocentro, sometían con su posesión y juego de posición perfectamente ejecutado a cualquier equipo de segunda. Y fue entrenador del Barcelona en Las Palmas y en el Betis. ¿Cómo va a estar esa persona, si a sus 61 años por fin es entrenador del Barcelona en el Barcelona? El cambio es sideral.
Ahora sólo queda desearle que nos haga disfrutar una centésima parte de lo que lo estará haciendo él y que este proyecto de enero no caduque en junio. Mientras tanto, brindemos por la gente que tarde o temprano cumple sus sueños. Muchas felicidades, Quique.