Por @PapitoOscar

Siempre me han gustado las referencias cruzadas entre los deportes, no porque estéticamente pueda quedar curioso, sino porque suelen tener aplicaciones reales en el juego; nada como extrapolar ideas de otras disciplinas, para poder aplicar nuevas soluciones a viejos problemas del juego.

A nadie escapa que hablamos de un Leo menos explosivo de lo que pudiera ser el delantero en el 2015. Ojo, no peor jugador, de hecho su comprensión del juego, que para mí define a un futbolista, es cada año mejor. Y dado que todavía no ha llegado su ocaso en un plano físico, hablamos de un futbolista cuya incidencia en el resto de veintiún jugadores que hay en el campo es de un nivel superlativo como no ha habido nunca.

Pero ha llegado el momento de elegir; o apostamos por un Leo definitivo en el área, cuyos parámetros como goleador puro han superado todas las expectativas. O lo hacemos por un Messi aglutinador del juego en medio campo y lanzador de todas las piezas de su equipo hacia la zona de peligro rival.

De momento Setién, sin renunciar a los números goleadores del argentino, está apostando por esta segunda versión. Un Messi más cercano a la base de la jugada y que, cual quaterback de la NFL, opta por lanzar “receivers” al área rival de manera escalonada, de forma que cualquiera de ellos puede acabar siendo el receptor de un envío preciso como pocos en el panorama internacional y cuyo marchamo de acabar en las redes de la portería contraria es de una potencia descomunal.

Es evidente que en esta forma de aprovecharle nos encontramos con dos penalizaciones que debemos poner en la balanza más pronto que tarde; por una lado complicamos la labor rematadora del diez, como ya hemos podido contemplar, sus ocasiones han sufrido un bajón importante en el ratio de oportunidad/conversión, probablemente debido a esta su nueva función principal. Y por otro lado la penalización en la transición defensiva, que implica que cada pérdida del ataque en campo rival, nos deja con menos jugadores detrás del balón y alguno de ellos, como el propio Leo, con ciertos hándicaps defensivos que dificultan la tarea del trabajo de recuperación.

Supongo que esta fase del juego culé implica una búsqueda de profundidad en su fútbol de la que hasta ahora adolecía. Siendo junto con la ahora trabajada salida de balón, las dos carencias principales que echaba en falta el equipo a comienzos de temporada. Se busca activar piezas como Griezman, Frenkie, el mismo Arthur, cuando coja la forma física necesaria, o el propio Messi. Esa búsqueda del santo grial de activar un juego combinativo con el propósito final de llegar al área rival en las mejores condiciones de superioridad. Son ahora mismo los laterales los que ensanchan el campo rival, pero de nuevo se paga el peaje de tenerlos muy arriba en caso de pérdida.

Como vemos estamos en una fase de aprendizaje y ya entramos en la fase definitiva de la temporada. De Setién, pero sobre todo de los jugadores, está el poder conjugar ambas fases de manera exitosa. El tiempo dirá si el cambio de capitán de barco se hizo en el momento justo, pero es precisamente sin tiempo como nos estamos quedando…