Por @PapitoOscar

Nos enfrentamos a una situación única como sociedad de la que no sabemos cuándo terminará, ni como saldremos de la misma; probablemente todo cambie, todos cambiemos, tras estas semanas que vamos a vivir.

Y en el Barça no será distinto. No tenemos ni idea de cuándo, ni en qué condiciones volverán las competiciones, pero lo que sí sabemos es que ese Barça del que nos despedimos hace casi dos semanas, no nos acababa de llenar. Alguno podíamos intuir que estaba en el camino correcto hacia no se sabe muy bien qué y otros, los más pesimistas, ya lo daban por perdido esta temporada, daba igual si al final cayera la Liga o no. No somos una afición resultadista. Repito, no somos una afición resultadista a la que le vale con ganar. Sin ir más lejos recordemos el Barça del Tata y su forma de perder la Liga frente el Atleti, si es que necesitamos algún ejemplo cercano.

Un equipo bipolar que se mueve entre dos aguas; una que no le deja avanzar, los veteranos. Estancada ya, llena de remolinos que, irremediablemente solo te llevan al fondo de la misma. Y una guardia nueva a la que todavía no se le han dado los galones suficientes para decidir, para marcar el paso y las balizas del nuevo camino que debemos andar. Se podía pensar que estos nuevos nombres; ter Stegen, De Jong, Arthur, Rique, Ansu, Griezmann… contagiarían al resto y más bien parece al revés. Es como si estos se encontraran limitados a la hora de intentar marcar el ritmo y acabaran siendo peores, no solo respecto a su compañeros, sino la peor versión de sí mismos.

Como siempre en los últimos diez años de este equipo, el ritmo lo marca el de siempre, el diez, el único. Y será él quien decida si debe dar peso a la sabia nueva o si, por el contrario, deben ser sus compañeros de siempre los que poco a poco, irán cavando la tumba de este Barça de Setién.

Si no hay una catarsis que lo simplifique todo, este equipo y su líder, irán muriendo de inanición en los próximos meses/años. No creo que sea el mejor final para el mejor de la Historia, pero veremos si él es inteligente y acaba dando los mandos a quién corresponde. Al final será Leo quien decida, no una junta cobarde, ni un técnico que, poco a poco, se pliega al resultadismo.