Otra crónica de un Barça mediocre
Jugar un clásico en uno de marzo con dos puntos de ventaja sobre el eterno rival y perder en su magno y limpio estadio entra dentro de los cálculos. En circunstancias normales no debería derivar en un alarmismo exagerado más allá de la derrota. Hay tiempo y se sigue en la batalla por el título dirigido por un fascista. La realidad es que, más allá de los números, las sensaciones son bastante peores y dan para asustarse ante lo que se presagia en un futuro próximo si no se toman cartas en el asunto. El Barça hoy perdió ante un rival con muchos problemas estructurales y descompuesto que sobrevive por la energía de los jugadores con menos talento de su plantel.
El clásico empezó como se podía prever. Los dos equipos se saben vulnerables y ante el riesgo, conservar. Luego, el fútbol del Real pasaba por la verticalidad de Vinicius hasta que la jugara se cayera por su imprecisión después de que el Barcelona hiciera otra mala presión que regalaba llegada hasta la zona de tres cuartos. Posteriormente, Arthur, De Jong, Busquets y Messi con Griezmann parecieron encontrarse y empezar a mostrar una especie de equipo organizado con balón, esencia culé, para buscar a Courtois. No entraron, y en este negocio la base de todo es que el esférico entre. El Barça se cayó por su desacierto y el conjunto merengue recuperó su autoestima a la espera de que los gigantes culés empezaran a recordar Anfield sin que nada ni nadie pudiera intervenir para volver a la realidad, que estaban luchando por la Liga.
Un futuro doloroso para el Barça
Como pasó en otros escenarios los mejores futbolistas, o los de mayor enjundia, sucumbieron a sus propios miedos y empezaron a sucumbir a la derrota antes del gol. Malos despejes en situaciones cómodas, pérdidas que en otras ocasiones eran excelentes salidas desde atrás, caídas al suelo antes de que el delantero decidiera (regalando así toda la ventaja para el gol de Vinicius) u otras ocasiones en la que se presagiaba que no, que no iba a caer la balanza por el lado catalán.
Se podrá hablar de las ocasiones de gol falladas, de la posesión, del control durante algunos minutos y la superioridad durante algún tramo de un mediocre partido de fútbol entre dos malos equipos. La realidad la marca el resultado final y las sensaciones, desengañémonos, se repitieron como en Roma, Anfield o Yedda. Y esto no hay entrenador quien lo salve ni un Messi 2020 que lo pueda reparar. Hará falta una gran reconstrucción y olvidarse de algunos nombres que hasta ahora parecían intocables.