@ivanofde

 

Como cuando todo va rodado, como aquel día que saliste a la playa, el sol brillaba, el mar estaba en su punto y la arena se mantenía en calma, llega la hora de la siesta y te levantas con un vendaval de viento que te deja lleno hasta las orejas y manda tu sombrilla a la otra punta.

Todo hasta ese momento iba inmaculado, pero claro, giros tiene la vida. Recomponerlo todo y que una simple racha no arruine tu día. Esto le pasó al filial en su partido contra el Llagostera, donde un vendaval de juego pudo terminar en una derrota dolorosa.

 

El cañón de aire

 

El filial sacaba posiblemente al mejor equipo, por conjunto y por nombres que podía sacar. Quitando algún lesionado (Kike Saverio) o algún posible jugador que pueda ser titular también (Morer), el conjunto culé salía de la siguiente manera

 

 

Este 1-4-3-3 tan típico en el B no es lo mejor del todo, sino su forma de ejecutarlo, como este se despliegue y deforma en ataque. Por perfiles de los jugadores que disputaron el partido vs Llagostera, la fluidez que se alcanzó durante el partido fue lo más bonito de este. Esta es la foto que dibujaba el equipo en fase ofensiva

 

 

Riqui más Akieme

 

Si una dificultad tuvo el B en el partido anterior, fue la inclusión de un elemento “extraño”, pero potentísimo. Riqui volvía al panorama del filial, y por su calidad, cambiaría muchas cosas. Puig volvió a repetir titularidad esta jornada, pero su pareja de baile, o más bien, su compinche de farra era bien diferente. Donde antes estaba Guillem, ahora volvió Akieme.

Si Guillem era un lateral diestro jugando en derecha, con todo lo que ello implica, Akieme es lateral izquierdo, de los buenos. El solo tiene la banda absolutamente para él, subiendo y bajando, llegando e incluso estando. Todo ese flujo de subidas y bajadas, creó un contexto más que favorable para Peque y el interior izquierdo.

Riqui tenía la zona, el espacio y el acomodo, y por tanto, el partido en sus botas (y cabeza). Akieme le liberaba tanto en ancho como en largo, y por tanto, Riqui podía recibir más liberado tanto abajo, como especialmente, arriba.

 

 

Y no solo eso, la figura de Jandro también era digna de ensalzar, ya que el pivote le da una altura a los interiores que no tiene cuando lo hace (por ej) Monchu. Jandro recibe, conduce y suelta. Riqui recibía abajo, pero no tanto, ya que eran múltiples las recepciones entre líneas, y tras control orientado, conducía y rajaba. Su partido fue soberbio tanto en lo táctico como en lo individual.

 

El triángulo de la derecha

 

Si la izquierda fue incisiva como una guitarra eléctrica, la derecha fue una orquesta perfectamente armonizada. Collado, Monchu y Guillem crearon una movilidad que embrujaba a través de un fluidez en el intercambio de zonas que pareciera que siempre estaban en su sitio.

 

 

Collado era habitual recibiendo muy abierto, sin embargo, cuando encaraba se metía hacia dentro y tenía tanto el apoyo como la amenaza de Guillem y Monchu. Alex podía retrasar y visualizar la otra orilla porque el lateral diestro conducía hacia dentro o fuera y Monchu o cargaba el área o le “cubría la espalda” para generar paredes como puntos de aceleración se tratase.

Todo lo anterior era cuando se trataba de ser la banda fuerte del ataque, cuando la bola fluía en otras zonas, Monchu solía cargar el área y era Collado quien amenazaba el pico del área, quedando Guillem muchas veces como falso interior y formando una especie de red de seguridad en transiciones.

 

Dos extremos diferentes

 

 

El filial salió con Peque y Collado en bandas, ambos en orillas contrarias, ambos con funciones diferentes. Si Collado era balón al pie y generar desde la amenaza con balón y el volumen de juego, Peque tan pronto como podía se salía de la zona de la cal y rompía en diagonal.

Los roles de los extremos, pareciera perfectamente sincronizados son sus compañeros, ya que Peque ejercía una sensibilidad muy alta para moverse sin balón, toda la que tiene Collado pero con el esférico. Peque era el encargado de liberar una zona que Riqui aprovecharía una y otra vez, así como reforzar el punto de penalti y la zona de remate antes las diagonales de Manaj, más tendentes al primer palo.

Collado a su vez, rara era la ocasión en la que no tenía el contexto para encarar, crear y tener a disposición últimos o penúltimos pases. Levantaba la cabeza y tenía casi 3 desmarques de ruptura de manera simultánea, siendo Akieme el más liberado y desatendido.

 

Nunca fue irremontable

 

El nivel exhibido por los pupilos de Pimienta fue altísimo, siendo quizás de los mejores (o el mejor) partidos de la temporada, desplegando un caudal ofensivo digno del Liverpool de esta temporada.

Sin embargo, aunque a priori este partido podría acabar 4-0, tocó remontada heróica, tocó remontar un partido que nunca debió remontarse, y eso no hace más que reforzar lo que está siendo el año del filial, un aumento no solo en la calidad individual y colectiva, sino en la competitividad del grupo. Porque de la defensa ya tocará hablar otro día….