Esta semana ha tenido lugar el capítulo final de una novela que apuntaba a ser histórica  y que se ha quedado en la nada, la de Arthur y el Barça. Después de oficializarse su traspaso a la Juventus y no jugar nada desde entonces en Liga el jugador brasileño tomó la decisión  de quedarse en Brasil y declinar su participación en la Champions League, si así lo hubiera estimado Quique Setién. Es el último episodio de una historia que supone un fracaso estrepitoso para todas las partes.

El principal culpable no es otro que el propio jugador, que hace tiempo dimitió como profesional del Barça. Y no lo pudo tener todo más de cara para triunfar. En cuanto apareció en escena en Wembley se metió en el bolsillo a todos los culés, deseosos de ver en él algo parecido a Xavi. Esos giros, esa manera de proteger el balón y de dominar algunos escenarios invitaban a pensar en él como uno de los grandes dominadores de Europa. Contaba además con el beneplácito de Leo y caía en un equipo que necesitaba un jugador de su perfil y en un club que siempre ha apostado por este tipo de futbolista. Absolutamente todo a favor.

Desde Wembley hasta sus primeros problemas físicos tuvo una participación impactante, tanto que se volvió indiscutible para Ernesto Valverde. Hay quien dice que el entrenador extremeño no apostaba por él, pero no hay falacia mayor. Siempre que estuvo en condiciones dignas de participar fue un fijo para «Txingurri». Titular en los dos Clásicos ligueros. Titular en la ida de Copa ante los blancos, partido en el que se lesiona y regresa para la vuelta unos minutos. Titular en los dos duelos ante el Atlético de Madrid. Titular en la vuelta de 1/8 UCL ante el Lyon (la ida se la pierde por lesión) y también en los dos partidos de 1/4 ante el United. En todos estos duelos europeos es sustituido y su rendimiento queda muy lejos del mostrado antes de la lesión de febrero. Por ello en las semifinales ante el Liverpool juega 15 minutos e inmediatamente hay parte médico anunciado su baja por problemas musculares, por lo que es de suponer que los venía arrastrando semanas y meses,  de ahí su peor rendimiento y su dosificación por parte del entrenador.

Esa baja de febrero, por cierto, producida en el partido de ida de las semifinales de Copa ante el Real Madrid en el Camp Nou tras irse a una fiesta organizada por Neymar dos días antes en París, error que él mismo reconoció y que, es evidente, marcó un antes y un después en su rendimiento de la temporada 18-19.

Lo que ha pasado en esta 19-20 y sus repetidísimas ausencias es mejor mostrarlo con el historial de lesiones, aunque nuevamente hay que subrayar que seguía siendo indiscutible para Valverde. Titular en el Wanda, titular en los tres primeros partidos de Champions e incluso titular luego con Setién en el Bernabéu o Mestalla.

Muchos motivos se pueden esgrimir para justificar tal cantidad de ausencias, desde su poca formación física de base, pasando por fallos en la preparación del equipo hasta la falta de profesionalidad de la que tanto se habla. Creo que hay mucho de las tres cosas, pero es evidente que es un jugador que en dos años ha faltado demasiado, que ha estado lejos de su mejor nivel también demasiado y que solo ha mostrado su talento con cuentagotas. Arthur no es un jugador en el que se pueda confiar y por ahí está justificada su marcha.

Seguro que ha sido una gran oportunidad para esta incompetente y corrupta directiva para cuadrar cuentas, pero si Arthur hubiera hecho su trabajo nada ni nadie le sacaba de este equipo. Conviene recordar que el brasileño fue un fichaje de esta Junta, que podía ser uno de los pocos legados que iban a dejar y que a su nivel era un jugador que te acercaba a la victoria, el fin único de Bartomeu y su séquito para perpetuarse en el poder culé. Que la marcha de Arthur sea una operación únicamente económica no se sostiene. Seguramente el Barça, que además manejará información mucho más detallada de su físico y su conducta, pensará que es un jugador irreconducible y que mejor venderlo ahora que esperar y que su valor sea muchísimo menor.

Esta espantada última del brasileño no queriendo regresar a Barcelona no hace sino reforzar la posición del club respecto a su traspaso, pues Arthur, que sigue cobrando del Barça, se niega a cumplir con sus obligaciones como sí hacen el resto de sus compañeros.

La marcha de Arthur es también el fracaso del Barça como club, pues pierde a uno de sus mayores activos sin, aparentemente, poder hacer nada, pero creo que si alguien gobernara la institución con mando y jerarquía el problema podría haber sido reconducido. O al menos hubiera merecido la pena intentarlo. Porque el Fútbol Club Barcelona es un club descabezado y en un desgobierno continúo. No hay ninguna figura fuerte en la institución para asumir el mando en ninguno de los estamentos que rigen Can Barça.

Empezando por una directiva que lo hace prácticamente todo mal y que no tiene ni autoridad ni credibilidad y tampoco legitimidad para tomar decisiones. Ellos quieren y necesitan ganar para seguir ahí cueste lo que cueste al club, que no a ellos. Y se les acaba el tiempo. No se le puede reprochar a Arthur que no tome en serio al Club cuando son el hazmerreír de todo el mundo futbolístico.

Siguiendo por una dirección deportiva que sobrevive como puede tras ver cómo han pasado muchos managers antes que ellos, que son abroncados públicamente por los jugadores y que no tienen más proyecto que el cortoplacismo por convicción u obligación.

Tampoco Arthur ha tenido una figura fuerte en el vestuario que le haya motivado a ser el mejor. Uno se podía imaginar transmitiendo este mensaje a Pep, a Mourinho o a Klopp, pero no a Valverde o Setién. Y en el vestuario tampoco Arthur habrá encontrado la ambición para crecer porque está rodeado de jugadores absolutamente acomodados que ya lo han ganado todo y que hacen de la autogestión su modo de vida desde hace muchas temporadas. ¿Cómo se va a ver Arthur en la obligación de cumplir determinadas cosas dentro de un vestuario en el que todo el mundo hace lo que quiere? Se piden fichajes, se pone mala cara cuando te cambian, se critica al cuerpo técnico, se hace caso omiso a los servicios médicos e incluso se reprende a la «malacostumbrada» afición cuando se protesta contra el tedio que es este equipo.

¿Como se le va a pedir seriedad a alguien si es un club cualquier cosa menos serio? ¿Cómo pedir respeto para la institución si quienes deben velar por ella se han cagado encima cada vez que han querido? Arthur ha abdicado sin haberse acercado siquiera al trono porque así lo ha querido, pero el Club no tiene absolutamente nada que ofrecer. Ni a él ni a nadie.