Antoine Griezmann fichó por el Barcelona en verano de 2019, justo un año después de emitir el documental ‘La Decisión’. El francés, uno de los mejores del mundo, venía para cubrir el hueco que había dejado Neymar Jr tras abonar la cláusula de 222 millones y fichar por el París Saint-Germain y que ni Dembélé ni Coutinho habían sabido ocupar.

Para completar el tridente con Lionel Messi y Luis Suárez, Griezmann tuvo que adaptarse a la banda izquierda, posición que ocupó sin pena ni gloria los meses que duró Valverde en el cargo. Luego, con Setién al mando y sin el uruguayo, el entonces ‘17’ azulgrana pasó a jugar en punta y, tras el confinamiento, volvió a la banda o incluso quedó relegado a la suplencia.

El principal problema de Griezmann desde que aterrizó en Barcelona, sin embargo, es conocido por todos. Su zona de influencia, la mediapunta derecha, es propiedad del ‘10’. Los dirigentes confiaron en que un futbolista de su talento no tendría problemas para afianzarse en otro puesto a cambio de tejer una sociedad de ensueño con Messi, pero nada de eso ha pasado.

De hecho, hasta Ronald Koeman llegó con la vitola de reubicar a Griezmann y hacerle recuperar su mejor versión. El técnico holandés así lo confesó en la televisión holandesa, antes de que empezasen los entrenamientos: “La temporada pasada no jugó en su posición”.

De ahí que, con Leo Messi de vuelta al falso ‘9’, el ex del Atlético volviera a jugar por la banda derecha, pero no han pasado ni dos meses y el propio jugador francés ya ha desmentido a su actual entrenador. Lo hizo esta semana, tras cuajar un par de buenas actuaciones con la selección francesa: “Deschamps sabe donde tengo que jugar, por el centro”.

Y así ha sido: partiendo de la mediapunta derecha, desde un rol parecido al del falso ‘9’ y con dos delanteros fijando a la defensa contraria, Griezmann se ha movido como pez en el agua.

No obstante, la problemática en torno al francés es más profunda de la que puede aparentar. Juegue por la derecha o por el centro, su rendimiento está muy por debajo de lo que se presupone y este inicio de temporada no ha hecho más que refrendarlo.

Mientras que su potencial sociedad con Messi brilla por su ausencia, tampoco marca diferencias ni en el juego ni delante de portería y su compromiso defensivo, fuera de toda duda, parece la única certeza que puede ofrecer al equipo. Un balance muy pobre tratándose de un jugador de su categoría.

A pesar de todo, Griezmann tiene por delante una temporada en la que le toca asumir sus responsabilidades y reivindicarse, a pesar de que los condicionantes no vayan a su favor. De lo contrario, su trayectoria en todo un FC Barcelona terminará siendo un fracaso estrepitoso, tanto a nivel colectivo como económico.