Por @PapitoOscar

A nadie escapa que el fútbol está cambiando a un ritmo vertiginoso, y nunca mejor dicho, porque es el vértigo lo que domina el panorama futbolístico actual. Ritmo, intensidad, rapidez en la ejecución, inmediatez en cada movimiento. En el fondo no deja de ser una metáfora perfecta de esta sociedad donde prima el aquí y el ahora, todo siempre al alcance de un mero click. A veces un equipo mejor dotado técnicamente es sobrepasado solo por el ritmo que imprime a sus acciones el equipo rival. Ya no vale con “jugar mejor” o sería mejor decir que hacerlo es un concepto muy distinto al que era hace tan solo unos pocos años.

Ya sabemos que el Barça se ha visto superado en Europa las últimas temporadas por equipos que quizá no tenían su capacidad técnica, sus opciones con el balón en los pies, y por supuesto no tenían en sus filas al mejor jugador de la historia. Pero aun así nos pasaban por la derecha y por la izquierda, haciendo de ese último partido que suponía la eliminación en competición europea, una auténtica pesadilla.

Partiendo de esa base, este año se ha optado por rejuvenecer al equipo, manejando la teoría, probablemente discutible, que juventud igual a mayor intensidad en el juego.

Es evidente que en el fútbol actual defender con nueve, como hacíamos los últimos años, en los que además un repliegue bajo no implicaba una salida fulgurante dada la lentitud de nuestros delanteros en el despliegue, era pegarnos un tiro en el pie y por tanto, cada vez que nos enfrentábamos a un rival top en Europa era tener las de perder, como al final ocurría.

Vamos a ver si el rejuvenecimiento de la plantilla, con una base para el futuro que incluye a Ansu (18), Pedri (17), Dest (20), Trincao (20), Puig (21), Araujo (21), Dembélé (23) y Frenkie de Jong (23) implica también una subida de energía en el equipo que busca equipararnos en ritmo a la élite.

Pero este aumento de ritmo no es cuestión de D.N.I. sino de fútbol, y es el equipo el que debe poner los medios necesarios para hacer que esta sangre nueva no se contamine de la anterior y en vez de aumentar el ritmo de juego, acabe jugando andando, como hacíamos no hace mucho. Ya lo comentamos una vez por aquí y lo volvemos a hacer hoy; mucho depende hoy por hoy de lo que diga el diez. Si Leo entiende que los galones deben ir pasando gradualmente a esta nueva generación y se debe jugar al paso que ellos dicten, adelante. Si decide que se debe caminar al ritmo que él o viejas glorias con status de capitán en el césped, como Sergio Busquets marquen, nos podemos ir dando por muertos… Hay que ser capitanes y no caciques. Aunque sea de forma egoísta, como ese vampiro que necesita sangre joven para sobrevivir, deberíamos de dar poco los galones a los jóvenes y que su alegría natural impregne la tristeza que impera actualmente en el juego del equipo.

Porque la clave será esa; ser fiel al modelo de juego, lo que nos diferencia y distingue del resto de equipos. No porque mole, sino porque es lo que históricamente hemos sabido hacer mejor y más nos acerca a la victoria, pero dotarlo del barniz necesario en la actualidad, donde nunca puedes ser eliminado por el rival solo por el ritmo de juego que este imprima. En conseguir ese equilibrio estará la llave de nuestro éxito o firmar una temporada más teñida por el fracaso. Y digo fracaso no porque no se consiga ganar la Champions League, que eso solo la gana uno, sino por competirla, lo mínimo que se le exige a todo un Fútbol Club Barcelona.

Lo que es indudable es que encaramos esta temporada con la plantilla con la media de edad más joven de los últimos años; 25.3 años.  Y con un entrenador cuya historia habla bien de saber dar el relevo a los jóvenes. Si esta combinación es la correcta y nos presenta fuertes para encarar todas las competiciones, solo el tiempo lo dirá. De momento la apuesta parece la adecuada. Al menos, si Ronald es valiente, nos permitirá ilusionarnos con un futuro prometedor. Algo en lo que este equipo ya está dando atisbos que existen unos mimbres interesantes para el medio plazo. Paciencia debería ser una palabra que manejásemos siempre en nuestras expectativas, aunque solo fuera por el histórico de figuras recientes en el equipo, como fueron Xavi o Iniesta. El barcelonismo tiene una enfermedad de difícil curación; Leo nos hizo normalizar lo estratosférico del talento natural para este deporte más grande que nunca vimos, quizá ha llegado el momento de despertar del sueño.