Al sombrío de Thom Yorke, en 2007, no se le ocurrió otra cosa que escribir un tema acerca de unos extraños pececitos que eran incapaces de escapar de las profundidades del océano, oprimidos por el constante asedio de unos gusanos famélicos. Un sketch repugnante, sí. Aunque, para él, presentaba suficientes estímulos como para imaginar una canción brillante que, sostenida por un crescendo huracanado, evocara la intensidad del enredo. Hoy esos bichos del Weird Fishes/Arpeggi de Radiohead me recuerdan a los jugadores del Barça de Koeman, un equipo extraño, perdido y víctima de un buen puñado de amenazas.

El ‘gusano’ mayor no es otro que el propio sistema 4-2-3-1. Un esquema tan controvertible como inapelable dentro de la cabezonería holandesa de Koeman. Precisamente cuando parece que la dinámica de su estructura vislumbra la luz en la superficie, aparece un nuevo mordisco que la devuelve a la oscuridad. El bucle se va engrandeciendo en un conjunto que, igual que la canción, es experimental. Aunque su actividad transmite deseo, no consigue resolver el acertijo que revele la vía de escape. Pero, desafortunadamente, la disposición de los jugadores en el campo, no es el único ‘gusano’ que está al acecho del ocaso.

Al engorro que supone la optimización del dibujo táctico, hay que sumarle la convivencia generacional. De pronto, parece haberse alineado el Barça del pasado con el Barça del futuro. El resultado es un presente insólito, en el que futbolistas como Busquets y Pedri pueden compartir titularidad en el centro del campo, igual que Messi y Ansu Fati -antes de su lesión- en la delantera o Mingueza y Jordi Alba en la defensa. Es un misterio saber hasta cuando podrá cohabitar semejante contraste. Lo cierto es que siguen pesando demasiados minutos encima de la vieja guardia y, a menudo, eso le hace perder liderazgo y adiestramiento en relación a los novatos.

El desgaste de los veteranos no tendría que suponer un problema si no fuera porque no existe una concepción global de club, que no tanto futbolística. ¿Qué quieres ser, Barça? ¿Con qué te quedarás cuando se marche Messi? Hoy es difícil realizar ese ejercicio de conciencia precisamente porque se ha desatendido por completo desde las elecciones de 2015, la madre de todos los ‘gusanos’. Nos hemos vuelto todos locos pidiéndole a Koeman el diseño de una hoja de ruta de efecto instantáneo, cuando nada tiene un plan B de garantías en este club; empezando por el lateral izquierdo y terminando por el presidente.

No funciona tampoco el plan A; la defensa regala goles, el centro del campo no encuentra líder y los delanteros no conectan. A esto hay que sumarle el lastre de las lesiones, especialmente la de Ansu Fati, el único que consiguió despertar algo de entusiasmo en los aficionados. Aunque se perciben signos de juventud y velocidad en la circulación del balón, este Barça sigue sin presentar suficientes atractivos como para sacar de esto una buena canción. Difícil tarea para el próximo presidente, que antes que la plantilla, tendrá que realzar la economía. El proyecto que devenga triunfador, cuenta ya con demasiadas vicisitudes, a poco menos de dos meses para que se celebren las elecciones, si la pandemia lo permite.

Mientras el Barça no encuentra el botón del reset, sus rivales de La Liga escalan puestos en la tabla y los de la Champions, como la Juve, le vuelven a endosar un buen mamporro. Un golpe más de realidad, por si el del Bayern no fue suficiente. Habrá que tocar todavía más fondo para despegar. “Hit the bottom and escape”, dice la canción. Visto en perspectiva, parece que, durante los últimos años, alguien haya alimentado en exceso a esos pececitos embarullados que hoy no encuentran salida. Y cuando un pez se alimenta en exceso, su cuerpo deja de ser saludable e incluso puede que contamine el agua en la que se mueve. Eso es lo que hoy transmite el rostro de Leo Messi. Mátenme de pena.