Se acabó el culebrón Heurtel. Por fin. Ni el guionista más macabro hubiera podido escribir un final tan triste para una historia que fue bonita durante un tiempo y que cuando renovó en el verano de 2019 prometía ser todavía mejor.

Siempre fue un jugador díscolo, con un carácter difícil y una trayectoria sospechosa. El francés es complicado de gestionar, exige una propuesta muy concreta y en defensa no se puede contar con él. Por eso su relación con los distintos entrenadores que han trabajado con él siempre estuvo marcada por las dudas. Y por todo ello acabó en un Barça de entreguerras como el que se construyó para Sito Alonso.

Con el propio Svetislav Pesic su relación fue tensa, pero en realidad el mejor baloncesto de su carrera lo jugó a las órdenes del serbio. A decir verdad a Pesic no le quedó más remedio que entregarse a un jugador tan imperfecto como Heurtel por la falta de talento individual en el roster, pero los dos títulos de esa 2ª etapa del balcánico llevan el nombre y apellido del galo.

En esas dos primeras temporadas Heurtel soportó un peso exagerado, compartiendo primero posición con Phil Pressey (en realidad Pau Ribas) y luego con el decepcionante Pangos. Si el Barça ganó las dos Copas fue por él. Si se estrenó en Playoffs en el nuevo formato Euroliga fue en gran medida por él. Y si se volvió a una Final ACB fue principalmente por él. De ahí que pese a cierta irregularidad se ganara la renovación, pero la grave lesión lo cambió todo.

Lo que ocurrió en la 19-20 era previsible porque volvía tras muchos meses en el dique seco, pero tenía en esta 20-21 la oportunidad de reivindicarse en un proyecto en el que tenía reservado un lugar perfecto. Se podía adivinar cierta incompatibilidad con Jasikevicius, pero se confiaba en la inteligencia del francés para hacer un esfuerzo por jugar un papel no grandioso pero sí fundamental. Ni Saras le ha dado la libertad que él reclama y necesita ni él se ha sabido adaptar a otra propuesta.

Estos meses se le ha visto incómodo, forzado y sin disfrutar del baloncesto. A Heurtel no se puede domar ni ponerle una correa porque deja de ser Heurtel y deja de sumar. Tras varios meses sin que la cosa cuajara el jugador ya estaba perdido para la causa y lo mejor era buscar una salida, pero la forma en la que se ha producido es bochornosa por parte del jugador y torpísima por parte del club.

Es comprensible que el Barça se sintiera ninguneado y estafado por Heurtel y su representante, pero parte del trabajo de representar a una institución tan gigante como el FCB es ser elegante en las formas y no actuar en base a calentones. El desenlace debería haber sido el mismo, pero ahorrándose el Barça el escarnio ante unos medios de comunicación que necesitan entre poco y nada para cargar contra el Club. El espectáculo de demagogia derivado del capítulo del aeropuerto sobraba.

Heurtel ha actuado de manera rastrera, deshonesta y tremendamente desleal con el club que le pagaba. Incluso su despedida una vez se ha confirmado su adiós no deja de ser un tanto cobarde, seguramente porque en el fondo de la cuestión se entiende más al Barça que al jugador y él lo sabe.

Heurtel ha preferido asegurarse el cobro de lo que le resta de contrato que tener la posibilidad ya de firmar por el Real Madrid, mientras que el club blanco asumiría el fichaje (hecho según Chema de Lucas) de un jugador que cumplirá 32 años y tras dos años de lesiones y poco ritmo competitivo. Si está bien es un fichaje sobre seguro, aunque si no va acompañado de otro «1» será una sorpresa. En otras palabras: como sustituto de Laprovittola es un lujo, pero de Campazzo se queda cortísimo.

Poco le tiene que preocupar eso al Barça, que debe seguir su camino guiado por Saras y apoyando todas y cada una de sus decisiones. Mejor Westermann con sus limitaciones pero comprometido que Heurtel atado y con cara de culo.