Aunque la mayoría de los críticos musicales sostienen que Beatles For Sale es el disco más flojo de la banda -que lo suscribo-, este no deja de ser una maravilla al alcance de muy pocos. Es cierto que contiene seis versiones de temas de otros artistas, pero cabe recordar que el álbum se gestó entre giras y camerinos, lo cual le da más mérito todavía. Ni la presión del gremio discográfico ni la impaciencia de los fans pudieron averiar la desenfrenada creatividad de aquellos genios, unos tipos que sacaban discos como el que se lava los dientes. De aquel apuro germinaron magistrales piezas pop como Eight Days a Week, I’m a Loser o Baby’s in Black. Eso es lo peor de los Beatles; he ahí su grandeza.

De la misma manera que Lennon y McCartney rindieron tributo a Chuck Berry y Buddy Holly en aquel disco, el Barça de Koeman parece, por momentos, evocar el buen juego del pasado. La irrupción de Pedri, los fogonazos de De Jong, la seguridad de Araújo, la mejoría de Dembélé, el acierto de Griezmann y la perpetuación de Messi dan que pensar que este equipo solo puede crecer. La Liga y la Champions son hoy palabras mayores, así que habrá que conformarse con la Copa como reto principal. Sí, es el título menos ilusionante de los tres, pero, al fin y al cabo, es un título. Un objetivo alcanzable. Con la obligación de igualar fuerzas con los gigantes europeos en el próximo año, cualquier conquista serviría como aviso, como plus de confianza. La primera piedra.

El camino a la final deparó una eliminatoria de cuartos absolutamente loca en el Nuevo Estadio de Los Cármenes. La agónica victoria por 5-3 del conjunto azulgrana pudo haberse resuelto en la primera parte si no fuera por la falta de puntería y los descuidos de Samuel Umtiti, que volvió a mostrar su faceta más vulgar. Con el marcador en contra, los de Koeman remaron con vigor, insistencia y calidad hasta que consiguieron la remontada y el pase a la prórroga. La prolongación del encuentro certificó la superioridad de los catalanes a lo largo de los 120 minutos en los que brillaron Antoine Griezmann y Jordi Alba, goleador y bigoleador respectivamente, además de Pedri y De Jong, que equilibraron el centro del campo con incesante control y movilidad, y por supuesto Leo, al que sólo le faltó anotar.

Más allá del encuentro, el Barça -con Araújo acaudillando el corrillo- comienza a dar señales de camaradería, confianza y unidad frente a los dubitativos. También frente a los detractores de Messi, empeñados en perjudicar su imagen mediante la filtración del dichoso contrato. La burbuja mediático-económica no parece afectar al ‘10’. Tampoco al entrenador, pues ha sabido gestionar los activos de la plantilla a pesar del elevado número de lesiones. Futbolistas como Mingueza, Braithwaite, Riqui Puig o incluso el errático Umtiti son ahora las covers de este equipo, jugadores circunstanciales que cumplen con dignidad a la espera de Ansu Fati, Gerard Piqué, el renqueante Dest o el recaído Sergi Roberto: piezas imprescindibles en el tracklist.

Si el Barça de Guardiola es Abbey Road, el de Koeman es Beatles For Sale. No es el mejor, pero tampoco es un mal disco, joder. Las juventudes se asientan, el fútbol progresa y Messi se lo piensa. Hoy en día, la mejor noticia en el Camp Nou es que ya nada puede ir a peor. Los culés deben admitirlo, sin sonrojo. El mismo álbum de los ‘Fab Four’ me sirve también de ejemplo para la Copa, que no es un torneo sobresaliente, pero sí proporcional al potencial actual del Barça, un club degradado por la anterior junta directiva y por la pandemia del Covid-19. Falta que el foc nou que ya quema en el césped lo haga también en el palco.