El centro del campo marca el juego pero son las áreas las que marcan el resultado. Las paradas de Casillas y los goles de Ruud van Nistelrooy dieron al Real Madrid de Capello y Schuster dos ligas. Lo mismo se podría aplicar a momentos puntuales del Barça de Ernesto Valverde. La pegada irreal de Messi y Luis Suárez, sumada a la contundencia de Piqué y Ter Stegen otorgaron el tiempo necesario en cuestión de puntos para que el proyecto del txingurri no muriese antes de dar sus frutos. Esta media verdad, perogrullada incluso, se convierte en una verdad absoluta si analizamos el devenir del Fúbol Club Barcelona en la presente temporada.

Sin contundencia en las áreas, las buenas intenciones terminan naufragando antes de llegar a la orilla. Se puede afirmar ya de forma más o menos convencida que el Barcelona de Koeman es un equipo de fútbol. Que no es poco. Quizá incluso el que mejor juega en los últimos 24 meses. Ante el desastre institucional y la demoledora situación que rodea al club, como mínimo, desde Anfield la labor del técnico neerlandés está siendo positiva. Jóvenes talentos como Araujo, Pedri y Ansu se han consolidado. El conjunto muestra una estructura definida, se ha recuperado a Dembélé e incluso Riqui Puig, el peón usado como ariete para atizar a Ronald Koeman está disponiendo de minutos y protagonismo. No en vano, el equipo venía de encadenar 9 victorias seguidas entre Liga y Copa, la gran mayoría a domicilio. Sin embargo, a perro flaco todo son pulgas. La lesión de Araujo al comienzo del partido en el Villamarín dejaba al conjunto culé sin su pieza clave atrás.

El contundente central uruguayo permite una defensa adelantada debido a su notoria capacidad de corrección, corrigiendo en no pocas ocasiones despistes y fallos de sus compañeros de zaga. Sin el uruguayo sobre el césped, el Barça termina bajando 10 metros el bloque por inercia, sin que por esto sus débiles piezas individuales dejen de fallar. En Sevilla, las bajas mataron a un equipo reconocible. El Barça juega el miércoles sin sus dos centrales titulares, sin sus dos laterales derechos, sin sus dos principales cambios en el medio y, sin su único nueve en plantilla. Todo esto, tras 60 días compitiendo cada tres días, varias prórrogas incluidas. Las áreas marcaron el resultado que no fue consecuente con lo visto sobre el campo.

Desde la erosión del proyecto de Luis Enrique, posteriormente acentuada con Ernesto Valverde, el Barcelona fue perdiendo peso en el centro del campo, compitiendo cada vez más colgado a su poder en área propia y rival. Con un Piqué imperial y la pegada de Luis Suárez más Messi, los rivales ligueros sucumbían partido tras partido. Hoy día, ya sin el uruguayo ni Piqué por lesión, solo queda el poder goleador de un Messi que, sin un compañero en punta, tiene más atenciones y dificultades para poder armar el remate. El Barcelona este año solo podrá llegar al resultado desde el juego ya que las piezas no permiten por sí solas dar tiempo al proyecto como en años anteriores.

Pero la temporada no espera, en unos días el Barcelona recibirá al PSG de Neymar Jr y Mbappé, con el mismo objetivo que en su visita al Pizjúan. Mantener la buena dinámica y no perder la eliminatoria en el partido de ida. El Barça necesitará recuperar piezas para competir, de lo contrario, el buen desempeño del equipo terminará seguramente en otro año deportivamente para olvidar.

EL VALOR DE FICHAR BIEN

En épocas de escasez la labor de un buen director deportivo se convierte en un requisito básico para el éxito. Sin ir más lejos, el Sevilla ganó el miércoles un partido en el que no fue superior al Barça en base a dos premisas: no cometer errores propios y aprovechar los errores individuales que dejan los hombres de Koeman en cada choque. La zaga hispalense encabezada por Koundé (25 millones) y Diego Carlos (15 millones) es claro ejemplo de ello. El valor de Monchi trasladado de forma directa al resultado de un partido de fútbol. Mientras, el Fútbol Club Barcelona tuvo que tirar de tres hombres señalados por el infame informe filtrado del club debido a una concatenación de lesiones, mala suerte y, sobre todo, operaciones de mercado fallidas.

A vueltas con Jordi Cruyff, Mateu Alemany o Ralf Rangnick lo que es seguro que la nueva estructura deportiva, formada por quién esté formada, no se va a poder permitir los errores del pasado. El gran margen de error del que disponían los pretéritos Zubizarreta, Abidal, Segura o Planes en forma de presupuesto y plantilla se ha estrechado al máximo. Seguramente el Fútbol Club Barcelona tendrá difícil fichar a base de talonario en las próximas temporadas, y la renovación que necesita el equipo en ciertas piezas deberá hacerse con audacia y cantera. No queda otra.