En la vida no hay que forzar nada, todo tiene su momento, cada paso, cada decisión, cada relación con el entorno y con cualquier persona, requiere de un tiempo de maduración, donde nada es lo que parece en el minuto uno, y solo el tiempo nos dirá si ese es nuestro sitio, si ahí podemos desarrollarnos como personas, como grupo, con nosotros mismos y con el otro. Poco a poco iremos notando si ese colchón en el que descansamos, esa almohada que recoge nuestra cabeza, va cogiendo nuestra silueta y nos acoge o por el contrario nos expulsa y nos dice que ese no era nuestro lugar.

El Barça de Koeman poco a poco va cogiendo forma, de manera natural, sin aspavientos, sin estridencias, sin rutas predefinidas. A veces con ese 3-5-2 que tanto chirría a los puristas, a veces volviendo al sempiterno 4-3-3 que nos identifica y que tanto excita a los fundamentalistas del estilo, sin olvidarnos de un 4-4-2 que acomoda de nuevo todas las piezas. Solo números, la esencia del juego es otra, el olor no entiende de matemáticas y son los jugadores los que, de una manera natural, van haciendo más acogedora la cama, su cama, que les permita dormir plácidamente y soñar con cotas mayores.

Nadie ha forzado que Pedri sea titular y se entienda con Leo como si ya hubieran jugado juntos en el patio del colegio, aunque casi les separe una generación. Que Ilaix sea un cambio revulsivo en el centro del campo y no parezca que entra un niño, sino un hombre capaz de agitar tanto a compañeros como a rivales. Que Francisco cabalgue y zigzaguee en la banda del Camp Nou como si hubiera crecido oliendo esa hierba. Que Araujo sea un muro infranqueable, más gigante que molino. Que Frenkie vuelva a ser la esencia de este deporte, juegue en la posición que juegue, pues lee el juego como si lo hubiera escrito él. Y por supuesto que Leo vuelva a disfrutar, vuelva a correr, vuelva a intentar todo lo que pasa por su cabeza privilegiada. Todo natural, nada de fogueo, falso o maniqueo. Porque al final son habas contadas que se colocan solas hasta rellenar el bote.

En Septiembre nadie daba un duro por este equipo, porque se quería forzar que Coutinho fuera pieza clave, que la manija de los partidos recayera en Riqui Puig, que por fin alguien, quizá Pjanic, sentaría a Busquets… nada, pamplinas, la pelota no miente y sitúa a cada uno en su sitio. Luego el equipo llegará donde tenga que llegar, pero el crecimiento es innegable, gracias a que no se le puso techo desde el principio. Evitemos las etiquetas, no dejemos de regar nuestros sueños, de abonar las raíces que disponemos. Al final serán los matices los que enriquezcan o no nuestro entorno. No mutilemos el camino antes de saber donde nos lleva.

Esta semana será recordada por el coitus interruptus de la Super Liga. No aprendemos, seguramente llegaremos a ella, pero de nada vale forzar el momento y mucho menos engañar las razones que nos permiten alcanzar nuestros sueños. Si tiene que llegar, llegará, pero cuando todos entendamos que es el paso a dar, nunca liderados por el engaño. Si hay algo que no soporta el ser humano es que le traten de estúpido…