Dejadez, desmotivación, indiferencia, decepción, frustración, tristeza… cualquiera de estos sentimientos aparecen cuando vemos que lo que más ilusión nos provocaba, ha dejado de hacerlo. Un vacío se instala en nuestro interior, cuando ya no nos sentimos correspondidos y esa ilusión que generaba lo que teníamos enfrente, se ha convertido en una oscuridad sin fondo. Cuando los sueños que tanto trabajamos, compartimos y vertimos en un proyecto conjunto, se han teñido de egoísmo en una de las partes, que ya solo piensa en lo suyo, menospreciando el punto de vista común; ahora ya solo importan sus intereses… o quizá siempre fue así.

 
El aficionado del Barça ha pasado paulatinamente, porque además venimos siendo avisados desde hace años, de una alegría natural a la hora de acompañar al equipo desde el túnel de vestuarios, a una mirada apagada cuando nos atrevemos a ponernos delante de la pantalla, para volver a ver a esos «once cabrones», que sabes que tarde o temprano, en el minuto sesenta o en el ochenta, te van a volver a dejar la sensación de dejadez, de que solo a ti te importa lo que está ocurriendo en el césped, que realmente no va con ellos, ya no, nunca más…
 
 
Llegados a este punto de no retorno, no quedan muchas opciones; o abandonas el barco como ellos, o cambias de afición, o fuerzas que la situación de un giro drástico y vuelvan a ilusionarte con la misma camiseta, pero con otros nombres a la espalda. Porque los que hay hoy, ya no dan. La cabeza tiene la capacidad de viajar en el tiempo, y la de estos jugadores se ha ido decapitando varias veces en su periplo europeo, con lo que ahora es imposible dirigir de forma coherente el barco. Ya no hay timón y cada uno solo se preocupa de no soltar su salvavidas. ¿Cómo te van a salvar a ti si ni siquiera están seguros de saber nadar?
 
 
El aficionado ha comprado ilusión en estas elecciones, viajando en el tiempo una vez más, porque, esta vez sí, cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero las condiciones no son las mismas. Todos más mayores, menos ingenuos, más incrédulos… pensamos que quizá hasta somos más difíciles de convencer, pero no nos engañemos. Esto forma parte de nuestra vida y nos acompañará hasta la tumba. Hace falta solo una medio sonrisa de Leo en forma de falta directa, una caricia en el pelo de Busquets con el color de un pase al hueco, ese beso al aire con el sabor de una conducción eterna de Frenkie, para volver a pensar que todo es posible, que quizá este equipo todavía no esta muerto y nosotros, amarrados para siempre a ese sueño, tampoco…