Terremoto en la sección, y previsible
Saltó ayer la noticia de la no continuidad de Xavi Pascual al frente del equipo, después de 12 años y justo cuando el equipo entraba en la fase decisiva de la temporada. Y los cuchillos parecen apuntar a David Barrufet también. Menuda cagada sería eso. Si bien los fracasos europeos apuntaban al entrenador, el equipo ha sido armado con maestría por el ex meta de la sección, que ha hecho malabares con un presupuesto que no está ni entre los cinco mejores del continente. Y en el contexto de pandemia eso no cambiarà.
Avisamos que la llegada de la nueva junta podría traer consecuencias, teniendo en cuenta que Laporta ya hizo rodar cabezas célebres en las secciones en 2003, y los temores se van confirmando; la salida de Palmarssön es un dramón para el que el club no estaba preparado y será casi imposible lograr un sustituto del mismo nivel, probablemente sea totalmente imposible, y más lograrlo sin pagar traspaso, y ahora llega la de Pascual, un sospechoso habitual en los escasos malos resultados. Que la presencia de Masip no cueste la llegada de Barrufet, uno de los gestores más inteligentes que ha tenido el balonmano culé. Quizá el que más.
La marcha del islandés es un torpedo a la línea de flotación de un equipo que aún no tiene cerrado al portero suplente de la temporada que viene, parecen decantarse por el argentino Leo Maciel del Huesca, ni al extremo izquierdo que substituirá a Casper Mortensen, aunque, visto lo visto, pese a sus lesiones, no sería sorprendente que se le renovara el contrato si rinde bien este final de temporada; es un jugador de gran nivel cuando no ha estado lesionado y, con Blonz y Jakobsen perdidos, sería tapar uno de los ‘marrones’, aunque el veterano internacional español Ángel Fernández queda libre. De momento, Iturriza para el pivote, por Sorhaindo, y Melvyn Richardson en el lateral derecho, por Jure Dolenec, son los fichajes cerrados. Se da la extraña situación que Raúl Entrerríos entrará en un cuerpo técnico que ahora mismo no tiene cabeza visible, hasta el punto que la suya entra en la terna de candidatos.
Y todo este previsible ajetreo llega en un momento complicado, justo cuando el equipo se va a jugar en Brest entrar en la Final Four en unos cuartos de final en los que es enormemente favorito. Curiosamente, un optimista como yo, ve en este terremoto un contexto ideal para lograr la Champions League, es como un ‘Last Dance’, pero en balonmano e igual de bestia.