Corría el año 2017 y su nombre empezó a sonar con fuerza, sobre todo entre los que seguían con asiduidad el fútbol internacional, se llamaba Frenkie de Jong. Y en ese momento no estaba claro ni en qué posición jugaba (habitualmente, por esas fechas, de “central”) pero lo que si parecía evidente es que se trataba de alguien sumamente especial. Su calidad técnica conduciendo el balón le permitía no perder nunca el control del mismo, tenía una capacidad para controlar su propio ritmo, decelerando y acelerando, que le hacía superar rivales con facilidad, poseía una claridad en sus decisiones impropias para su edad y, en definitiva, se trataba de una máquina de crear ventajas para su equipo.

La gran duda que existía sobre él era su posición. Parecía evidente que el rol que tenía en el Ajax en ese momento no lo iba a poder replicar en una gran liga, y no estaba claro como podía desenvolverse recibiendo el balón un poco más arriba. En el Ajax jugaba como lo hacen los buenos en el patio del recreo: era el primero en recibir el balón y lo iba trasladando hasta el área rival con ayuda de sus compañeros.

Ya en la temporada siguiente se asentó un pasito más arriba compartiendo mediocampo con otro jugador más posicional, pero en esencia con el mismo rol que tenía la temporada anterior. Y en ese rol completó una temporada maravillosa, coronada con una exhibición tras otra en la UEFA Champions League. Ya no había ningún tipo de duda, se trataba de un centrocampista de 21 años capaz de marcar diferencias ante los mejores equipos de Europa, y el FC Barcelona se lanzó a por él.

Pese a ser tan joven, más tratándose de un centrocampista, y llegar a un club del calibre del Barcelona, a todos nos asustó su rendimiento del primer año. Muchas de las pequeñas dudas que podría haber sobre él se hicieron patentes. Y a pesar de estar justificado que su rendimiento en su primer año no fuera el mejor, si que hubo cierto temor a que no fuera tan bueno como parecía. No fue capaz de hacerse con el control del centro del campo, desplazado siempre a zonas exteriores o casi de delantero y en ellas fue incapaz de hacer pesar sus virtudes. Incluso se llegó a dudar sobre si era técnicamente lo suficientemente dotado como para ser centrocampista en el Barcelona, o de si tenía personalidad suficiente para imponerse en un equipo de tal calibre. Su temporada fue preocupante.

La temporada siguiente comenzó con la llegada de Ronald Koeman, que parecía apostar por otorgarle todo el peso del centro del campo del equipo, y realizar un cambio de sistema en el que compartía base de la jugada con Busquets. Sin embargo, su inicio de su segunda temporada en el club tampoco fue el mejor. Habitualmente acababa excesivamente desplazado a la izquierda, reduciendo su impacto en el juego a arrancadas esporádicas y formando con Busquets un centro del campo bastante deficiente.

La mala marcha del equipo provocó que Koeman lo colocará de líbero en una defensa de 5, con absoluta libertad y con la posibilidad de, al fin, volver a tocar el balón desde el principio con una responsabilidad total en las primeras fases del juego. En ese momento Frenkie de Jong rompió a jugar. Algo hizo click en él, quizás el sentir el equipo por fin suyo, o liberarse de la presión. Pero ya no ha parado. Incluso cuando Koeman lo ha vuelto a colocar de interior, con un rol casi de llegador y bastante parecido a ese rol que tan mal parecía sentarle en su primer año. Sin embargo, bordó ese y todos los muchos roles que ha ido desempeñando, añadiendo matices a su juego y convirtiéndose en uno de los mejores centrocampistas de Europa.

Frenkie empieza ahora su tercera temporada como azulgrana, y en los dos partidos que llevamos hasta el momento, ha sido el faro del equipo haciendo curiosamente un mix de todos los roles que ha desempeñado en su carrera, corrige en defensa, salta presiones con conducciones, genera ocasiones y llega de segunda línea con peligro. Su club necesita urgentemente referentes sobre los que apoyarse y de Jong está preparado para serlo.