La tendencia a la exageración y el entusiasmo con que recibimos apariciones fulgurantes en el mundo del fútbol, nos hacen echar el freno ante la historia interminable que parecía la temporada de Pedro González López. Un chaval de Tegueste, municipio de Santa Cruz de Tenerife, que hace un año entrenaba con el primer equipo del FC Barcelona a la espera de que el club decidiese si jugaría en el filial o alternaría entrenamientos y apariciones con el primer equipo. A los 17 años y poco más de treinta partidos en Segunda División, nadie podía esperar tan solo lo segundo. Las pretemporadas suelen ser una cucharada de miel para la carrera de este tipo de futbolista, y la lógica del deporte suele diluir su presencia en el primer plano a unos cuantos buenos minutos de verano. Pero el naufragio en que estaba sumido el club con el burofax de Leo Messi y la incompetencia directiva, propició un biombo perfecto para que Koeman se enamorase de Pedri.

Pedir no mete goles, Pedri no da asistencias, Pedri juega fácil, Pedri no tiene físico, Pedri no es Iniesta. Un verano más tarde y tras perpetrar una violación total de los sentidos durante la temporada, volvemos a los errores de siempre, colocar los números como argumento repetitivo en las botas de un futbolista que solo gusta si lo ves jugar. Suena absurdo, pero en la actualidad que vivimos la calculadora pone demasiadas veces la nota al desempeño del futbolista y cada vez menos en lo que ocurre para que los números salgan. Ha jugado 73 partidos, el jugador de las ligas europeas que más ha disputado. Liga, Copa, Champions, selección U21, selección olímpica y selección absoluta.

No estábamos preparados para la Eurocopa que nos dibujó Pedri. Al igual que el recorrido colectivo de la selección de Luis Enrique, el torneo del canario fue in crescendo. La fase de grupos comenzó con fogonazos de lo que vendría después, vimos un Pedri ligeramente ahogado por la estructura posicional que obligó la baja de Busquets, pero la vuelta del medio centro ante Eslovaquia devolvió contexto para que Pedri brillase donde debe brillar, en el espacio entre líneas. Y ahí vinieron sus mejores actuaciones, los cuadros que nunca imaginamos que veríamos tan pronto. Su actuación ante Croacia en 1/8 nos hizo pensar que si podía contaminar el espacio rival que ocupa un tal Luka Modric, la cosa era seria. Si además le veíamos crecer en los momentos de partido donde la presión aumenta y cada detalle se convierte en definitivo, su prórroga no se explica en el marco de la naturaleza de un chaval que meses antes jugaba de media punta en Segunda. Pero a veces, el calor de la ilusión puede provocar alucinaciones, así que volvimos a frotarnos los ojos ante Suiza en un partido de 1/4 de final de un torneo de selecciones al más alto nivel. El 92% de sus pases buenos fueron en campo rival y supusieron el 91% del total de sus pases totales en el partido, un martillo en la nuca del rival. Y llegó Italia, la mejor selección hasta entonces, y Pedri nos dejó -para mi- su mejor actuación de la temporada. Su mejor partido del año llegó en el momento de mayor exigencia y ante el rival más exigente. Infalible en el contacto con el balón, 100% de precisión de pase cuando el árbitro pitó el final de los 90 minutos.

Pero la vida de Pedri también transcurre lejos de la pelota. Uno de los mejores futbolistas de la Liga en presiones defensivas, un puñado de kilómetros cada partido que le convierten en el tercer jugador de la Euro en distancia recorrida. Si no le has visto jugar, en cierto modo se entiende, sorprende el impacto de su contribución defensiva. Un futbolista extremadamente inteligente que destaca en la recuperación por medio de la presión y anticipación. Haciendo un leve ejercicio de memoria, Pedri nos obligó a poner un ojo en sus actuaciones en Las Palmas con Pepe Mel con apenas 16 años. Apreciamos un media punta que se desenvolvía desde la izquierda pero no dudaba en pisar el perfil derecho siempre tendente a interiorizar sus acciones. Y aquí viene el aspecto que le coloca en la rampa de salida hacia el super crack que apunta: el regate. Un regateador que no tiene patrón de salida, lo que hace imposible anticipar sus acciones al defensor. Pero aun queda lo mejor, sus defectos, y que hayamos llegado aquí con tal cantidad de virtudes sobre un chaval que acaba de cumplir la mayoría de edad convierte en imposible que se desborde la ilusión. Aunque ha ido creciendo con la temporada, a veces su movilidad resta valor a su juego. Tomemos de nuevo el partido ante Italia en la Euro como medida de esta evolución, intervino menos pero mejor. Su aparición se traducía en una mejora de cada acción colectiva, eligió bien cuando soltar rápido y cuando conducir en función a lo que pedía cada jugada. Y la falta de gol, la incidencia que un futbolista como el que apunta debería tener en área contraria.

La vida de Pedri, 18 años, una aventura extraordinaria.