Quién no ha jugador al cubo de Rubik al menos una vez en su vida. Este rompecabezas mecánico tridimensional fue inventado en 1974, mucho ha llovido desde entonces, pero sigue siendo el juguete más vendido de la historia. Cuando uno intenta, sin conocer el algoritmo que soluciona el juego, completar una de las caras del cubo, destroza irremediablemente la otra, haciendo imposible la construcción del mismo, a no ser que se sigan unos pasos ya marcados que, aparentemente, no proporcionan la resolución del cubo hasta sus últimos pasos. Anteriormente a dicho final no parece que se esté completando siquiera una cara del cubo…

Como la vida misma, cuando uno intenta solucionar una faceta de nuestro día a día, muchas veces y sin darnos cuenta, se nos desmorona la otra cara de nuestro entorno, haciendo ver que, de focalizarnos solo en un único pilar, el resto se tambalea irremediablemente. Lo mismo ocurre con el fútbol, la famosa manta que te permite taparte los pies, la defensa, o la cabeza, el ataque. Pero lo complicado es que ambas partes de nuestra anatomía continúen caliente aunque haga mucho frío fuera.

Ese debe ser el objetivo de un entrenador, de nuestro nuevo y flamante entrenador. Sí, de Xavi Hernández estamos hablando, una leyenda viva y reciente de este equipo. Solo por eso el crédito del de Tarrasa es un poco mayor. Pero que tenga cuidado el eternos seis, porque la paciencia del aficionado de este equipo es corta, como corta es su memoria; hoy eres una estrella de nuestra historia, mañana no saben ni de qué jugabas.

La misión para Xavi no es otra que encontrar el equilibrio en un equipo plagado tanto de chavales que empiezan a despuntar, como de vieja guardia, sin dejar de lado lo que debería poder tirar de esto hasta que los chavales lleven las riendas, aunque alguno de ellos ya lo empiezan a hacer. La mal nombrada clase media, sobre todo porque es este caso tienen status de superestrellas, pero probablemente infectados del gen perdedor de este equipo, han dado un paso atrás, hasta parecer un mero espectador de su propia derrota. Como si los goles no se los encajasen a él, Ter Stegen, sino a un conocido. Como si las ocasiones arriba no le buscaran como finalizador, Depay, y pasara el balón por su lado sin querer saber nada de su remate. O incluso como esa fama merecida de centrocampista del futuro, Frenkie de Jong, no le estén llevando a ser un futbolista residual, él, que siempre fue contextual tanto en el famoso Ajax de Teng Hag como en la Holanda de Van Gaal.

Xavi deberá dar relevancia a los niños sin quemarlos. A las viejas glorias sin que el ritmo de juego se resienta. Y a la clase media para volver al menos a ser un equipo reconocible y competitivo. La manta. El cubo. El fútbol. En esto consiste este juego; en encontrar la dinámica de grupo que permite rendir a once futbolistas individuales, con sus miedos y sus problemas, en un único equipo donde la fuerza del grupo hace el resto. Somos el Fútbol Club Barcelona, que como dice un amigo mío, a veces se nos olvida y, como ha dicho recientemente el nuevo entrenador “En este equipo cuando se pierde o se empata, esto es un funeral” No podemos normalizar que cuando estamos terminando la cara azul de nuestro cubo, la roja ser irreconocible… mucho trabajo por hacer. Suerte Sr. Hernández, la va a necesitar…