El momento en el que un niño pierde su inocencia, se podría fijar en cuando descubre que los Reyes Magos no existen y suelen ser los padres o personas cercanas, las que ilusionan a los pequeños con sus regalos favoritos. El aficionado del Barça hace tiempo que perdió su inocencia, pero ha necesitado un nuevo golpe de realidad,  para darse cuenta que casi cualquier tiempo pasado fue mejor. Pese a que el que más y el que menos ya estaba cansado de la era Messi, sin pensar que este no tapaba solo un par de agujeros, sino que sostenía el invento. Y deshacerse de él sin tener un “plan B” ha sido pegarse un tiro en el pie, para algunos necesario, para otros un suicidio incoherente con nuestra historia más reciente.

Ya dijo Pep Guardiola que, más pronto que tarde, vendrían malos tiempos. Cuando nadie lo imaginaba, pues era la mayor bonanza sobre todo en juego, que había tenido este club en todo su recorrido. Pero lo más importante que comentó el excepcional entrenador, no fue solo su augurio, sino sobre todo la solución que ponía encima de la mesa; debería de ser sobre todo en esos tiempos de penuria, cuando más fieles deberíamos ser a nuestra esencia como club y cuando, precisamente, más difícil sería seguir siéndolo. Cuanto más cuando se ha ido perdiendo parte de la identidad que siempre definió al Barça.

Por suerte tenemos una hornada de jóvenes que muy mal se tendría que dar para que no fueran la base de este equipo los próximos diez años. No hace falta ni mencionarlos pues todos los tenemos en la cabeza, pero los Araujo, Nico, Gavi, Pedri y Ansu se han convertido en los intransferibles de este equipo. Los únicos quizá en cuanto a que la generación de Leo ya se empieza a arrastrar por el verde y los que deberían ser la clase media que tirara del resto, hace tiempo dimitió de sus funciones, pidiendo la puerta de salida a gritos. Es el peaje a pagar por no haber sabido envejecer bien, ser consciente de las limitaciones de una de las generaciones más exitosas de la historia de este deporte, pero que deberían de haberse echado a un lado hace ya algún tiempo.

Como afición estamos muy mal acostumbrados y quizá deberíamos armarnos de paciencia y pensar que esto va para largo y que incluso debe ser así para que este crecimiento sea sano y no con el «dopaje» que implicaba tener al mejor jugador de la historia con un pico tan alto de fútbol y durante tantos años… Restar presión al equipo, dejar de pensar que podemos ganar Champions solo por el nombre, para fortalecernos en una competición “menor” como la Europa League que nos permita construir unos cimientos sólidos en Europa. Cabe recordar que uno de los equipos más fuertes del actual panorama internacional, el Liverpool, se coció a fuego lento en dicha competición. O que el mismísimo Ajax, que ha pasado a segunda ronda de Champions con el único pleno del torneo y cuyo fútbol siempre fue espejo para el club azulgrana, ha sido recientemente un habitual en las finales de este torneo.

Ojo con menospreciar supuestos menores, pues es normalmente desde esa base a través de la cual se puede volver a las esencias. Llenar de humildad las maletas de este sueño, para volver a ganarse el respeto desde unos cimientos sólidos y no solo por algo tan volátil como el nombre. Sí, el peso de la camiseta existe, pero es desde la cultura del trabajo y el talento, desde la cual un equipo puede volver a ganarse algo necesario si se piensa en las más altas cotas: el respeto. Este no se inventa, ni se gana por decreto y si ya no te acompaña el mejor de la historia, solo se puede obtener desde lo que transmitamos con el balón en el césped. Señores, esto va para largo, cuanto antes lo asumamos, mejor para todos…