En estas fechas es prácticamente imposible no ponerse melancólico sobre un pasado que siempre vemos mejor de lo que fue, esa memoria selectiva, y recordar también a los que ya no están en nuestro entorno. Solo los momentos felices que pasábamos con ellos, los tristes para qué, dirán nuestros recuerdos.

En este equipo, raro es el día que no recordemos lo bien que nos iba con ese “mejor jugador de la historia” que aun sigue mostrando su clase a cuentagotas. O ese “enorme entrenador, ahora de todos que además es de la casa” que sigue enseñando como dirigir a un grupo para llevarlo a sus límites. Incluso ese “entrenador de entrenadores” a veces más cercano a una filosofía de vida que a un mero director de proyectos.

Es difícil no pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor y que se ciernen tiempos de más nubes que claros, hasta poder llevar al equipo a lo que ya hemos normalizado, pero nada más lejos de la realidad, estos momentos nos indican dos cosas: que hay que vivir los buenos momentos con intensidad y que hay que tener unos principios claros, que precisamente no debe temblar el pulso cuando no todo sea rosa, pues serán solo esos principios los que nos devolverán a la cima.

Ahora sabemos que los regalos de Navidad se adelantaron en nuestro árbol navideño unos meses, dejándonos jugadores superclase que volverán a marcar la senda del triunfo y que, quizá, están explotando antes porque ya no hay nada más por delante y si miran hacia atrás ellos son los últimos de la fila. Lo bueno que cada mes se suma uno a la misión. El último ha sido Abde, que por mucho que nos lo expliquen, cuesta saber de donde ha salido. Al menos nos queda el consuelo que algunas cosas se están haciendo bien en este club. Que los Pedri, Araujo, Ansu, Nico o Gavi no son casualidad de una hornada que se junta por mero azar. Sino que hay alguien con cabeza que parece estar escribiendo nuestro destino.

Además parece que los mandos se le han dado a una vital de la reciente historia del club, pero que sobre todo parece saber a dónde va, qué quiere y cómo lo quiere. Y esa es la clave para navegar a velocidad de crucero, ya sea con viento a favor o en contra. Poco a poco las piezas se van ajustando solas, encontrando sus huecos de manera natural. Es evidente que ya no existe ese comodín que casi todo lo podía. Pero eso también ha obligado a dar un paso al frente al talento que se iba sumando al grupo. Ahora falta saber si también va a hacer madurar a una afición acostumbrada, como niño en Navidad, al capricho de pedir por esa boca que el diez nos sacara de cualquier aprieto.

El diez ya no está, esos entrenador faro tampoco. Pero a cambio el talento unido a la juventud y dirigidos por el compromiso han cogido los mandos. Un poco de esperanza nos queda.

Cuando en La Gran Belleza, la magnífica película de Sorrentino, una de las protagonistas, Ramona, le pregunta a Jep Gambardella: ¿Qué tenéis en contra de la nostalgia, eh?”  este le contesta “Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro.” Hay que creer…