En esta vida, la palabra “asfixiar” no tiene una connotación específicamente fisiológica como tal, sino que su uso es incluso más extendido a otros aspectos de la vida, como la economía, el amor o incluso el deporte.

Aunque el B no murió de forma ipsofacta, se puede decir, que es lo más cerca de la asfixia absoluta que ha estado este año en la temporada… Y eso que Andorra tiene unos impuestos bajos

 

El XI

 

 

El equipo de Sergi salía con el posiblemente mejor equipo posible, al menos en cuanto a nombres ser refiere, pese a que ello no terminase en redundar en un colectivo armonioso.

Como se puede observar, los principales hombres por línea (Mika, Jandro y Abde) se encontraban fuera de la convocatoria por motivos varios, con lo cual, el once carecía de un gran talento para imponerse en aspectos individuales, entre ellos, la salida de balón y la gestión del mismo, que es lo que propicia este título.

Con todo esto, el B intentó imponerse a un Andorra, que dicho sea de paso, juega de maravillas de la mano de un viejo conocido como es Eder Sarabia. Sin embargo, este dominio no sería más que un arrebato breve y poco productivo, ya que sobre el min 5-10 de partido, el Andora empezó a asfixiar al filial, como de un matón metiéndote la cabeza en el agua se tratase.

 

El abuso

 

Como antes he comparado, el partido del Andorra fue tan superior, que dejó al B en un simple títere a merced de su rival, el cual a través de una presión asfixiante pudo sacarle del partido cuando y cuantas veces quería.

Sin Mika para salir, las conducciones de sus centrales eran nulas, así como las de sus laterales. Si el rival apretaba los primeros pases, haciéndose un equipo tremendamente corto y alto, el B no supo ni dinamitar ese empuje hacia el exterior, ni ganar las espaldas de los rivales.

Fue especialmente sangrante las pérdidas de balón en los primeros pases del B. Si el rival buscaba morder los primeros pases, sus intenciones fueron sacar el balón hacia unos laterales y centrales que no hicieron más que “obedecer” órdenes, quedándose encerrados una y otra vez en la línea lateral. En esta tesitura, ni el equipo poseía líneas de pase para descargar, ni talento para hacerlo, así como tampoco jugadores para aguantar de espaldas  girar, mal endémico este año tras la gran salida de Collado.

Todo esto creó un clima de precipitación que hacía jugar al B a un todo o nada en duelos individuales. Si Andorra volcaba sus esfuerzos en esta sensación y en llenar zonas del campo, el B no supo descargar hacia las zonas opuestas.

Pero esto no fue todo, ya que no solo la forma de presionar asfixió al filial, también el peligro que atacando llevaba su rival. La banda derecha con Hector y Morer fue el shinigami, su dualidad generaba miedo a su paso, siendo el primero de ellos, el extremo que aglutinaba el balón para luego no solo proteger el balón y atraer rivales, sino deshacerse de ellos y filtrar la bola por donde y como quería. No era nada raro que estos balones llegase el extremo zurdo, generándose situaciones de 1×1 que resultaban ser ganadoras teóricas.

 

No fue suficiente con respirar

 

Como en toda película, al final siempre tienes una última bocanada de aire para poder respirar y revertir la situación, pero esta fue corta e insuficiente. Los cambios de la segunda parte y la posición (DC) y calidad de Jutglà no fueron, ni debieron ser suficientes para revertir un marcador que terminaría siendo corto para lo visto en el partido. Veremos si como al filial en Andorra, pueda pasarle lo mismo a Sergi, que acabe asfixiado ante la competición