El gol. Al final ese fino detalle define este juego y la vida en general. Son importantes las formas, por supuesto, y más en este club, pero todo se trata de conseguir el objetivo final y, no nos olvidemos, este deporte va de marcar un gol más que el rival. Y si de gol hablamos, normalmente en un equipo se habla de su nueve, su delantero centro, por más que en el Barça pueda y deba marcar gol cualquiera.

Con la llegada de Aubameyang hubo ciertas dudas; que si era un jugador conflictivo, de hecho en el Arsenal estaba apartado del equipo. Que si ya había pasado su mejor época y venía aquí a retirarse, treinta y dos años. Que si era un jugador que necesitaba espacios pues en su mejor época, en el Dortmund, la velocidad y el ataque al espacio era su principal característica. Al final todos esos argumentos negativos han ido desmoronándose con el tiempo, poco en este caso, donde el gabonés ya ha sido capaz de mostrar su clase, pero sobre todo su relación con nuestro protagonista de hoy: el gol.

Con la lesión de Ansu a nadie escapa que el equipo se quedaba corto de efectividad para lo que quedaba de temporada y que eso iba a lastrar y mucho la consecución de cualquier tipo de objetivo. Con el fichaje de Ferrán, extremo con gol, y sobre todo de Auba, se pensaba en paliar dicho hándicap y bueno, de momento parece objetivo conseguido. Y eso que el valenciano parece aportar mucho más juego que gol, pero no debería preocuparnos, el gol llegará, lo importante es que ya se ve el fútbol que puede sumar desde el extremo: superlativo.

Pero bueno, el protagonista que nos ocupa es Pierre-Emerick. A nadie escapa que su rendimiento inmediato ha sorprendido a muchos, pero si fuéramos más ecuánimes en nuestros juicios de valor y no nos dejásemos llevar por los medios, pensaríamos que es un rendimiento bastante normal en función de la calidad del jugador y su edad. Si precisamente pensábamos que uno de sus problemas era actitudinal, su edad y que está definiendo sus últimos contratos como profesional, nos debería hacer pensar que el futbolista se toma este destino como su última gran oportunidad. A lo cual habría que sumar un tema que no es baladí: su conocimiento del idioma. Que ha incidido sin duda en una rápida adaptación al entorno.

Una de las características que más ha podido sorprender es su juego de espaldas, que al final no deja de ser un argumento más del fútbol de ataque azulgrana. Tener un elemento boya que permita descargar el juego de ataque y volver a reagrupar al equipo entorno al balón, pero unos metros más adelante, es una de las claves de la transición ofensiva de este Barça de Xavi. Además del ya comentado uno contra uno de Adama en banda. Ya sabíamos de la habilidad del jugador de triple nacionalidad, gabonesa, francesa y española. De su capacidad para jugar en la banda y atacar el espacio. Pero son ese juego de espaldas y su capacidad de remate y reacción en distancias cortas, lo que más nos está dejando ver en estos pocos partidos que lleva con la camiseta azulgrana.

Además de estas características que hablamos, su velocidad le está permitiendo desarrollar una de las capacidades que más demanda este Barça de Xavi: la presión. No desentona para nada en los Adama, Ferrán, Gavi, Pedri… maestros del agobio inteligente sobre el rival, que hace que el correr con cabeza para dificultar e incluso, en el mejor de los casos, hacerse con la posesión en zona de tres cuartos de nuestro ataque, sea una seña de identidad y sobre todo un factor desequilibrante y ganador.

No sabemos si este idilio con el gol durará eternamente, suponemos que no, pero lo que dure le dará oxígeno para irse ganando no ya solo al aficionado, sino sobre todo a su principal valedor, su entrenador. Al final se trata de eso, como en la vida, que lo que es visible y estadísticamente medible, en este caso el manido gol, sirva de excusa para desarrollar lo realmente valioso: el tremendo fútbol que esconde este enorme futbolista.