Cuando vimos por primera vez a Ansu Fati lo primero que nos llamó la atención son sus elecciones de juego, con y sin balón, impropias de una jugador de, en aquellos momentos, diecisiete años. Solo con eso nos dábamos cuenta que estaba llamado para la élite, que era uno de los elegidos.

Ahora quizá no nos llame tanto la atención, pues nos fijamos en que Pedri es otro de los llamados para el Olimpo, como si jugadores así salieran casi cada día y nada más lejos de la realidad. Elección correcta en cada situación de juego, acompañado, eso sí, de una facilidad de ejecución pasmosa. De, como suelen decir los expertos, hacer fácil lo difícil y claro, así a veces es complicado distinguir que se trata de un jugador especial, único y llamado a tener éxito en su juego, esté rodeado de quien esté.

Hay muchas acepciones para definir la inteligencia. Es más, hoy en día nos encontramos con un buen número de «inteligencias», desde que Daniel Goleman nos impactara hace ya más de veinticinco años con su «Inteligencia emocional». Pero a mí me gusta quedarme con una de sus acepciones más pragmáticas; la inteligencia es la capacidad de adaptación al medio. Y por medio no solo hablamos del entorno físico, sino del entorno emocional y de la capacidad empática de generar sinergias con las personas que te rodean y con las que pueden influir de alguna manera en dicho entorno.

Todos recordamos a Raúl, una de las estrellas más rutilantes en la historia reciente del máximo rival. El siete era conocido por su extraordinaria relación con el gol. Pero no, su mayor capacidad no era esa, o sería mejor decir que esto solo era un efecto de su principal habilidad. Su inteligencia medida en la capacidad de adaptación al medio era excelsa. Algunos le llaman intuición, a mí me gusta definirlo como conocimiento del juego. No era suerte el estar en el lugar apropiado, en el momento justo, para muchas veces solo tener que empujar la pelota a la red. Era comprender que ese era el lugar done encontrarse, antes que nadie, en el momento justo. De nuevo capacidad de adaptarse a lo que ese momentum requería. Inteligencia.

Y eso, creedme, no se enseña. Por supuesto se puede entrenar. Pero se tiene o no se tiene. Y Ansu, nuestro protagonista de hoy, lo tiene. Todos sabemos que si las lesiones le respetan, hablamos de un jugador con una capacidad excelsa de entendimiento del juego y por ende, de relacionarse con el fin máximo de este deporte: el gol. Fubolísticamente Xavi se va a encontrar con un pequeño dilema de fácil solución; el fútbol es de los futbolistas ergo, pon a los buenos. Esto quiere decir que a la pregunta de donde debe jugar Ansu, la respuesta es evidente; primero de titular, luego dejemos que el fútbol, la inteligencia, la manida adaptación al medio que comentamos hoy, hable.

Lo normal sería que su poscionamiento fuera tanto de nueve como de «once» con diagonal a portería, intercambiando posiciones según demanda no ya el partido, sino la jugada con su compañero en ese lado del campo. Porque aquí Fati se encuentra con una tremenda ventaja; si en algo destaca Ferrán es en su comprensión del juego y por tanto los intercambios de posición continuos entre ambos jugadores, más que un quebradero de cabeza para Xavi, lo serán para un rival al que costará hasta la extenuación entenderlos, pero sobre todo pararlos.

Los culés deberíamos estar de enhorabuena para este final de temporada con la vuelta del «10». Es cierto que para volver a verle con la otra maravilla elegida para la historia, Pedri, tendremos que esperar hasta la próxima temporada. Pero estos últimos partidos de la actual, volveremos a entender por qué tenemos mucha suerte de tener en nuestras filas jugadores con un IQ excepcional, de esos que el aficionado medio sabe que no debe nunca perderse. Pues ese intante que se pierde, ese momento del que no somos testigos, como diría Milán Kundera, ya nunca vuelve…