Nuestro sofista particular

Protágoras, filósofo de la Antigua Grecia del S. V a.C., perteneciente a la corrienta del sofismo, nos decía aquello de «el hombre es la medida de todas las cosas». Xavi, S. XXI d.C., actual entrenador del Fútbol Club Barcelona, nos dice que «el balón es la medida de todo nuestro juego». Y por tanto cuando no lo tienes, hay que recuperarlo cuanto antes.

Los sofistas se caracterizaban por ser aunténticos profesores de la retórica. No existía la verdad absoluta, y de hecho entre sus enseñanzas en el ágora, eran capaces de promover que sus alumnos pudieran defender con argumentos, tanto una postura como la contraria. Dado que la verdad como tal no existía, sino que era la persona la que era capaz de, argumentando, defender cuál era la postura correcta y a los cinco minutos, ser capaz de defender la opción opuesta.

Siempre hemos entendido que el balón, y por el balón se entiende ser el dueño del mismo en el juego, forma parte del ADN del Barça. Y Xavi, que no destaca precisamente por un ideario fundamentalista, nos devuelve a dicha creencia popular. Aparentemente no ha sido más que un retorno a los orígenes, pero aun hay más, sin contradecir esos principios básicos, el fútbol moderno pide un plus. Y este Barça lo empieza a dar.

Ya decía Pep a sus propios jugadores que no se confundieran, que con él en el banquillo iban a correr como bestias. Si extrapolamos ese Barça al de Xavi, podemos ver como este equipo está dotado de un ritmo extraordianario con balón, eso sin duda, pero sin él jugadores como Pedri, Gavi, Ferrán, Adama y hasta el propio Dembélé, corren y muerden al rival cuando toca, para generar una presión alta tras pérdida, que hacía mucho tiempo que no se veía en el Camp Nou.

¿Es apretar al rival hasta la extenuación algo ajeno al ADN Barça? ¿Es aprovechar el balón parado y meterle un gol al Madrid de corner, una especie de sacrilegio que atenta contra nuestra seña de identidad? ¿Es meter de lateral a nuestro mejor jugador en el uno contra uno, para parar el casi único peligro del ataque rival, una falta de respeto a nuestro juego? ¿Es jugar con desplazamientos en largo hacia el extremo para salir de la presión rival, algo que alguno podría denominar pelotazo, un pequeño atentado? ¿Es buscar la contra en conducción de Pedri, mientras el rival está girado intentando recuperar la posición algo ajeno a nuestro fútbol? ¿Es aislar a nuestro extremo más habilidoso y desequilibrante para que se juegue el uno contra uno y saque el centro al área un pequeño insulto? ¿Es cargar dicho área con los interiores llegando o a veces jugando al rechace, manchar la camiseta de este equipo?

Evidentemente la respuesta a todas esas preguntas es en pocas palabras un no rotundo. Pero esto lo estamos aprendiendo ahora todos, solo Xavi, nuestro prestidigitador de la palabra favorito, nos está enseñando a valorar este fútbol moderno, Y que este no se contradice con el modelo que promulgamos, es más lo sustenta y apela al mismo de algún modo. Es solo gracias a exhibiciones como la de hace dos semanas en el Bernabéu, que podemos entender que este es el camino. Nos quedamos con el «ADN Barça» con el «Juego de posición» con el «tercer hombre y hasta el cuerto» como explicábamos hace poco aquí. Pero recordemos, todo eso es posible si entendemos que el fútbol actual demanda algo más y, lo más importante, los jugadores ya lo han entendido, ahora es el público el que irremediablemente va a acabar entendiéndolo. Ojo, sin renunciar a la pelota. Pero con un discurso más pragmático. Porque el balón será la medida de todas las cosas en can Barça, pero solo si la pelota sigue besando la red rival, este argumento se seguirá sosteniendo.

Sí, al final la diferencia de este equipo con los demás, siempre será su discurso, lo que nos hace diferentes, pero somos humanos y como cualquier afición lo que se quiere es ganar, por lo que, como decía Groucho Marx: «Estos son mis principios, pero si no le gustan, no se preocupe, tengo otros». A veces la clave de todo es no sentirse superior. Sentirse diferentes, sí, pero no especiales. O al menos no tanto… recordemos, la verdad absoluta no existe, no solo hay una forma de jugar a esto.